Vilaseca Marcet: un ‘revolucionario’ con corbata que socavó el franquismo
Jordi Amat relata la biografía de un comprometido católico, imprescindible para entender la evolución de España y Cataluña desde los años sesenta
Los ojos humedecidos. El alma encogida ante un ejercicio intelectual de enorme altura. Sin exagerar. ¡La lectura tiene estas recompensas! En un tiempo en el que los dirigentes políticos son incapaces de llegar a acuerdos, en Cataluña y en el resto de España, sin garantías de que todo acabe, de nuevo, con otras elecciones, la lección de Josep Maria Vilaseca Marcet se antoja todavía más inalcanzable.
El filólogo y escritor Jordi Amat (Barcelona, 1978), que ha cerrado un año 2015 sensacional, tras la publicación de El llarg procés (Tusquests) ha publicado Un país a l’ombra, vida de Josep Maria Vilaseca Marcet (1919-1995), editado por L’Avenç. Se trata de un manual sobre qué hacer desde el compromiso con una sociedad, sin esperar nada a cambio, y prestando los mejores servicios, lo que implica también la generosidad económica, con ayudas constantes a todo tipo de iniciativas. Amat ha recuperado un hombre esencial, poco conocido, pero vital para entender Cataluña y España.
Relacionado con Jordi Pujol, en la tarea de rehacer la sociedad catalana, aunque siempre desde su independencia vital, Vilaseca Marcet representa, de alguna forma, el anti Pujol, en el sentido de que siempre quiso permanecer en un segundo plano. Nunca buscó el protagonismo, pero muchas iniciativas no se explican sin su concurso.
Esade, Jaume Bofill, Cuadernos para el Diálogo
Desde el armazón jurídico para idear las Viviendas del Congreso, en Barcelona, hasta los estatutos para proyectar la escuela de negocios ESADE, –también la cesión del solar donde se edificó la escuela, que era de Roca Radiadores– o la Fundació Jaume Bofill; desde la ayuda a las editoriales que dirigía un comunista católico, Alfonso Carlos Comín, –su hijo está ahora en Esquerra Republicana, Antoni Comín– hasta la implicación como socio referente en Cataluña de Cuadernos para el Diálogo, que se convirtió en el instrumento de la intelectualidad de izquierdas en la transición, o la entrada en el capital y la colaboración periodística en El Correo Catalán.
No se trata de que Vilaseca Marcet colaborara, es que era el principal impulsor de todo ello.
Y siempre con corbata. Es decir, además de llevar la prenda, siempre desde la rigurosidad más absoluta. Ahora que en Cataluña nadie lleva corbata, –Artur Mas buscó la complicidad en su indumentaria con los diputados de la CUP– Vilaseca Marcet tenía muy claro, como destaca Amat de forma constante en su libro, que los cambios los deben protagonizar los profesionales, los que se dedican desde la pericia, sin improvisar nunca.
La complicidad de Roca Radiadores
Vilaseca Marcet tenía dinero. Era a los 25 años abogado del Estado, en 1944, tras licenciarse en Derecho, y doctorarse después, en los momentos más duros del franquismo. Acababa de superar la polio, que le afectó una pierna, ya para siempre. Se había alistado en el bando nacional, sí, tras sufrir las persecuciones religiosas de los excesos de la izquierda revolucionaria en los años convulsos del gobierno de la República.
Y se convirtió en uno de los alfiles del estado franquista, con plaza en Barcelona, siempre desde su compromiso católico, como referente de las Congregaciones Marianas.
Se casó bien. Nada menos que con Maria Teresa Roca, una de las hijas de Maties Roca i Soler, uno de los fundadores de Roca Radiadores. Pero el matrimonio no dudaría en utilizar esa fortuna con un fin social. Vilaseca Marcet, sin duda también ayudado por la familia de su mujer, decide pedir una excedencia como abogado del Estado. No le interesa. No puede ya ofrecer sus servicios a un Estado que desprecia la democracia y que no trata de recomponer la enorme desigualdad que se vive en el país.
Un caso ejemplar
En los ensayos modernos, el autor nos informa de cómo evoluciona su investigación, de las dudas que debe superar. Jordi Amat lo hace con maestría, sin querer ocultar su propio juicio. A partir de las propias reflexiones de Josep Maria Vilaseca Marcet, que anotaba todo lo que hacía, de forma meticulosa, siempre pendiente de qué debía marcar sus pasos, Amat afirma:
«No liga el capital de su familia a la construcción de un liderazgo, No quiere mandar. Cree, de verdad, en la función social del dinero. Es un caso ejemplar. Es una etapa memorable de su biografía como referente democrático –acaba de asumir la caja de resistencia de los trabajadores en la huelga de la Harry Walker– . El Vilaseca de los primeros años setenta fue un hombre completamente comprometido en la construcción de una alternativa ideológica que tenía en el centro la justicia social y el refuerzo del tejido civil del país».
El problema de Solé Tura
Vilaseca Marcet ofrece, muchos años después, una luz muy intensa. Lo pasa mal. Como accionista de Edicusa, la editora de Cuadernos para el Diálogo, habla con Ruiz-Giménez para que en la edición castellana que la publicación preparaba del libro de Jordi Solé Tura, Catalanisme i revolució burgesa, se suavizara la tesis principal.
Solé Tura había provocado un terremoto en el catalanismo –aunque Jordi Amat insiste en que se quiso leer la obra de una determinada manera, y no se leyó, realmente, lo que se planteaba. Solé Tura accedió.
Nuestro héroe particular se implicó en desactivar esa ligazón entre el catalanismo y la burguesía, que podía romper la sociedad catalana en el futuro, ante la masiva presencia de obreros, provenientes de toda España. Eso es particularmente importante ahora, con la batalla que ha querido presentar la CUP, en su rechazo a la investidura del «burgués» Artur Mas.
¿Y ahora?
«El sentimiento nacional es compatible con la preocupación social por la justicia. Crear incompatibilidades entre uno y otro, prescindir del sentimiento nacional para no perjudicar las mejoras sociales o creer que aquel debe ceder, como menos vital, ante el otro, han sido y son errores propagados por algunos marxistas, incluso en nuestra casa, que deben ser dejados a un lado por su falsedad», aseguró Vilaseca Marcet, en una conferencia en una reunión a puerta cerrada en 1972 en el Centre d’Estudis Francesc Eiximenis.
Jordi Amat sostiene que «el joven estudiante universitario de Girona, Antoni Puigverd –hoy columnista de La Vanguardia— fue el encargado de transcribirla.
Otra cosa, sin embargo, es lo que hoy pensaría Vilaseca Marcet del movimiento soberanista, y de las negociaciones surrealistas que han mantenido Junts pel Sí y la CUP. Según Amat, su biografiado tenía claro que todo se debía realizar «con profesionalidad».
¿Qué diría de Artur Mas?