Vacunados con Astrazeneca y Pfizer cuentan su experiencia: los efectos secundarios son los mismos
Los sanitarios explican a Economía Digital por qué se han reportado más casos de efectos negativos con la vacuna de Astrazeneca: la clave está en que la recibe más gente joven, no en la propia inyección
La confianza de la clase política y la población en la vacuna de Astrazeneca está por los suelos. Pero, según el personal sanitario y la ciencia, no hay motivos para ello. Desde que este antídoto se aprobó en la Unión Europea ha sufrido ya varios baches (y eso sin contar los problemas de suministro y los enfrentamientos con Bruselas).
En primer lugar, algunos estudios determinaron que no era eficaz en personas mayores de 55 años (investigaciones posteriores lo desmintieron); después, se difundió la creencia de que sus efectos secundarios eran más duros que los de las inyecciones de Pfizer y Moderna (los médicos acreditan que no es necesariamente así) y, finalmente, se ha relacionado este remedio con varios episodios de trombosis (cuando todavía no hay pruebas científicas de que así sea).
Todo ello ha provocado el enfado de los expertos que no ven motivo para tanto alarmismo justo en el momento en el que las campañas de vacunación necesitan un impulso.
Respecto a los casos en los que se han producido coágulos de sangre, son las propias agencias reguladoras la que investigan sobre ello. Pero, en relación a la creencia de que sus efectos secundarios son más severos, los médicos intentan sacar a la población de este error.
Para ello hay que ponerse en antecedentes. Los primeros en recibir la vacuna fueron las personas mayores de 80 años y el personal sanitario. Al inicio de la campaña apenas se habló de los efectos adversos, principalmente por dos motivos: no son comunes en ancianos y los médicos que los sufrieron eran conscientes de que entraban dentro de la lógica.
El problema llegó cuando comenzó la inmunización con la vacuna de Astrazeneca en trabajadores esenciales, como profesores, bomberos o policías, todos menores de 55 años. Fue en aquel momento cuando saltaron las alarmas.
El sistema inmune de los jóvenes es más reactivo
“Esta vacuna se ha inyectado en gente joven, lo más probable es que si se la pones a una persona de 80 años apenas lo note”, explica Eva Lacort, médico de Atención Primaria en el centro de salud turolense de Mas de las Matas, en declaraciones a Economía Digital. “Las personas más jóvenes tienen el sistema inmunológico más fuerte, por lo que reaccionan más al pinchazo y eso es lo que está ocurriendo con la vacuna de Astrazeneca, pero también con la de Pfizer y Moderna”, aclara.
“Las personas más jóvenes tienen el sistema inmunológico más fuerte»
Eva Lacort, médico de Atención Primaria
Un ejemplo de ello es Laura Benedicto, neumóloga de 31 años que, tras recibir el pinchazo de la vacuna de Pfizer, la segunda dosis en concreto, sufrió las consecuencias a las horas. «Me la pusieron a las 11 de la mañana y a partir de las 12 de la noche note un poco de pesadez y malestar -relata- me tomé un paracetamol antes de dormir pero a las 4 de la mañana me levante tiritando con muchas nauseas, dolor de cabeza y fiebre».
Al día siguiente la temperatura de Laura ya había bajado, pero aún así se sentía como si hubiera pasado por una «gastroenteritis»: «Muy floja, con un malestar generalizado, pero las nauseas ya no las tuve».
En términos médicos, Ruben Alonso, especialista en medicina interna en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, explica que “el sistema inmune de una persona joven puede ser más reactivo a los estímulos por la inmunosenescencia, que es la palabra técnica para el envejecimiento del sistema inmune”. Y, con cierto tono cómico, añade que lo que ocurres es que “los abuelos que han vivido todo y conviven con dolor todos los días están hechos de otra pasta”.
“En cualquier caso, lo importante es que, aunque te duela el brazo dos días y uno te dé fiebre, el beneficio siempre será mayor”
“En cualquier caso, lo importante es que, aunque te duela el brazo dos días y uno te dé fiebre, el beneficio siempre será mayor”, concluye Ruben.
«Ocurre lo mismo con cualquier vacuna del mundo»
Marta Moltanbán, enfermera de 23 años de la planta covid del Hospital Gregorio Marañón también sufrió los efectos negativos de la vacuna de Pfizer. “Se está hablando mucho y la gente sabe poquito. ¡Qué rabia!”, lamenta. “Toda vacuna que te pongas tiene unos efectos secundarios, normalmente son fiebre, dolores musculares, escalofríos... No solo la del covid, ocurre con cualquier vacuna del mundo”, insiste.
“En mi caso sufrí cefalea, escalofríos, ganas de vomitar y el malestar típico del covid, un cansancio extremo, como si algo me retuviese en el suelo y no me permitiera moverme”, cuenta. Pero a las 24 horas estos síntomas habían desaparecido. “En cambio, mi madre se vacunó con Astrazeneca y no tuvo ni dolor de brazo, qué maravilla”, celebra.
Misma edad, mismas condiciones y efectos distintos
Aunque ser joven tampoco es un condicionante que garantice unos efectos secundarios negativos. De hecho, Eliana Vargas, profesora del colegio madrileño Artica, a las horas de recibir la vacuna de Astrazeneca fue capaz de jugar un partido de baloncesto. «Sí es verdad que al salir del centro médico me noté con menos energía de la normal, no tenía dolores pero estaba apagada», afirma. «Comer algo me sentó bien y después pude dormir del tirón, aunque con algo de dolor en las lumbares».
Tras recibir la vacuna de Astrazeneca: «Comer algo me sentó bien y después pude dormir del tirón, aunque con algo de dolor en las lumbares»
Eliana Vargas, profesora del colegio Artica de Madrid
Al día siguiente, a las 12 horas de haber recibido el pinchazo, Eliana pudo hacer deporte. «Estaba un poco atontada, como si hubiera dormido un montón de horas, pero después no tuve ningún contratiempo más y pude continuar sin problema», apunta. Solo ha destacado un pequeño síntoma que arrastra desde entonces: «Me noto como que la circulación de las piernas funciona peor, que me pesan más de lo normal, alguna compañera también lo ha sentido, pero no es nada grave», explica.
No tuvo la misma suerte su compañera de equipo Elena Casillas, maestra de un colegio del barrio de Villaverde, en la capital. Elena fue de las primeras profesoras en vacunarse. En el momento no notó ninguna dolencia, únicamente un poco de malestar antes de dormir, por lo que se tomó un paracetamol. El problema llegó de madrugada.
«Me recomendaron tomarme un paracetamol antes, pero no lo hice, preferí dejarlo para antes de cenar. A las 4 de la mañana me desperté con unos sudores fuera de lo normal, un dolor de cuerpo brutal y fiebre. Se me subió el gemelo y todo», recuerda.
Su experiencia es muy similar a la de Laura, la doctora que recibió la de Pfizer. Ambas pasaron una noche dura, pero las dos coinciden en que al día siguiente, a base de paracetamol, la situación mejoró. «Se me pasó enseguida, solo noté un poco de cansancio pero ya está», explica Elena.
En cualquier caso, todas las personas que han contado a Economía Digital su experiencia tienen una opinión en común: merece la pena. «Son unas horas malas, pero ya estás protegida y, además, también proteges a los demás», concluye Eva.