Urkullu concluye que Puigdemont no aguantó la presión

El lehendakari asegura en el Supremo que Puigdemont no convocó elecciones por la presión de los suyos y que Rajoy "no era dado a aplicar el 155"

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Íñigo Urkullu ha explicado este jueves en el Tribunal Supremo que el 26 de septiembre de 2017, el entonces president Carles Puigdemont le admitió que no podía convocar elecciones por la presión recibida desde sus propias filas. Y eso pese a que la noche anterior había tomado la decisión de renunciar a la unilateralidad e ir a las urnas para evitar la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña, y así se lo había transmitido al lehendakari, que llevaba meses terciando entre la Generalitat y la Moncloa.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, evitó en su declaración del miércoles en el juicio del procés usar la palabra «mediador» o destacar el papel de Urkullu en las semanas previas al 1-O y la declaración de independencia, pero el propio lehendakari explicó este jueves en el Tribunal Supremo que ejerció ese papel a petición de Carles Puigdemont desde el verano de 2017. 

En todo caso, Urkullu, que calificó su papel como de  «enlace entre las dos partes», también dejó claro el motivo de las reticencias de Rajoy a admitir que ejerció esa función. El lehendakari explicó que fue Puigdemont le pidió que mediara con la Moncloa en una reunión de cuatro horas mantenida en Barcelona el 19 de junio, en la que el presidente vasco ya abogó ante el titular de la Generalitat por descartar la unilateralidad a la que finalmente se precipitaría.

Rajoy, receptivo

Un mes después de aquel encuentro, el 19 de julio, Urkullu se reunió durante dos horas con Rajoy, que, pese a no solicitar su mediación, sí mostró interés en que le mantuviera informado, aunque siempre se mostró «renuente» a dar cualquier paso que pudiera ser interpretado como una negociación que traspasara los límites de la Constitución. Según el relato del lehendakari, si aceptó ejercer de «intercesor» fue porque creyó en la voluntad de acuerdo de Puigdemont, y en ningún caso se habló de tratar de pactar un referéndum, algo que la Moncloa daba por descartado.

Según Urkullu, Rajoy siempre se mostró dispuesto a escucharle y atenderle, e incluso, a veces, a trasmitir una respuesta. El 21 de septiembre, tras los registros del día anterior y la protesta masiva frente a la sede de la Vicepresidencia de la Generalitat, el lehendakari recuerda haber hablado con el entonces presidente por teléfono y haberle dicho que las cosas no podían seguir así porque «todo se estaba yendo de las manos». Pero fue el 4 de octubre, con la tensión ya en su punto máximo, cuando Urkullu recibió múltiples peticiones para intensificar su papel. Entre ellas, la del exconseller Santi Vila, procesado en la causa.

La calle venció a Puigdemont

Urkullu mantuvo conversaciones por escrito con Puigdemont los días 20, 21, 22 y 23 de octubre, y dice que encontró en el expresident una actitud «absoutamente receptiva», que se tradujo en el acuerdo de la noche del día 25  para convocar elecciones. Pero el día siguiente a las dos de la tarde, explicó, Puigdemont le dijo que no podía mantener su palabra porque la gente que se manifestaba en la plaza Sant Jaume se estaba «rebelando» y por las discrepancias en su propio grupo parlamentario, Junts per Sí. La presión era demasiado fuerte.

Después fue cuando surgió la exigencia por parte del aún president de una garantía de que en caso de elecciones no se aplicaría el 155. Urkullu admitió que no pudo conseguirla, tal vez por aquellas renuencias expresadas por Rajoy, pero que intuía que con comicios no habría intervención, porque el presidente del Gobierno «no era dado a aplicar el 155» ni la disposición de la mayoría de partidos era favorable tampoco a ejecutarlo si Puigdemont optaba por llamar a las urnas. Pero con la intuición, es bien sabido, no bastó.

Continúa en directo el juicio del procés la declaración de los testigos en el Tribunal Supremo.

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