Un parque eólico arruina el primer pueblo nudista de España
Su propietario ha adquirido otro núcleo abandonado en Lleida para dedicarlo al turismo, pero el proyecto está amenazado por una planta de compostaje
Quien quiera veranear en cueros, dispone de hoteles, complejos y urbanizaciones nudistas, pero pueblos enteros en los que todo el mundo corretea desnudo tan sólo hay uno, El Fonoll, en la provincia de Tarragona. Su propietario, Emili Vives, lamenta que, desde que en 2012 se puso en marcha un parque eólico en las inmediaciones, la facturación se ha reducido un 80%.
En declaraciones a Economía Digital, Vives explica que el parque eólico provoca un gran impacto, pero no se refiere al visual, sino al sonoro. Algunos de sus clientes se quejan del ruido que provocan los aerogeneradores, que es más perceptible por las noches.
Referente del turismo naturista
Emili Vives compró El Fonoll hace veinte años, cuando era un pueblo en ruinas, abandonado desde la Guerra Civil, y lo convirtió en un referente del turismo naturista. Cuenta con un supermercado, un restaurante vegetariano, piscina, biblioteca y un huerto, a los que pueden acceder los clientes siempre que vayan desnudos.
El negocio funcionaba viento en popa hasta que se instaló el parque eólico. Aquí no se acabaron los problemas para Emili Vives. En enero pasado, completó la compra de otro pueblo abandonado, Conill, cercano a El Fonoll pero enclavado en la provincia de Lleida. Vives explica que proyecta convertir este último pueblo, con iglesia y cinco masías, en un «espacio creativo» para que artistas y artesanos puedan pasar una temporada, pero que el Ayuntamiento de Tàrrega, al que pertenece, no se lo está poniendo nada fácil.
Vives precisa que, a diferencia de El Fonoll, donde es obligatorio ir desnudo, Conill será una comunidad «textil, aunque con libertad para ir como a uno le dé la gana». Hace unos meses presentó un borrador de plan especial urbanístico, pero el Ayuntamiento de Tàrrega le acaba de advertir que deberá hacerse cargo de los costos para llevar el agua y la electricidad hasta el pueblo.
El propietario considera que, al tratarse de una de las siete pedanías de Tàrrega, el Ayuntamiento debería asumir el coste de instalar estos servicios tal como ha hecho con los otros seis núcleos de población del municipio.
Una planta de compostaje puede abortar el proyecto
No obstante, el problema de Vives es otro. Después de completar la compra de todas las casas de Conill, la Generalitat autorizó la construcción de una planta de compostaje para residuos ganaderos situada a poco más de un kilómetro, en vecino municipio de Ossó de Sió. Su propietario es un empresario local, pero Vives está convencido que estará al servicio de la Corporación Agropecuaria de Guissona (CAG), un gigante de la industria cárnica.
Vives considera que no es compatible un proyecto como turístico como el de Conill, para artistas que buscan tranquilidad, con el de una planta de compostaje a su lado. Ha escrito una carta de queja al presidente Carles Puigdemont, pero aún no ha recibido respuesta.