Los últimos días de Pedro Sánchez y los de Zapatero
Zapatero eligió lo que creía era mejor para el país, Sánchez (otra vez) se ha elegido a sí mismo
En mayo de 2011, el PSOE perdió las elecciones municipales. Pocos meses después perdería también las elecciones generales de noviembre de 2011, que se saldarían con la victoria por mayoría absoluta de Marian Rajoy.
Repasando brevemente los episodios de entonces, se puede trazar un retrato de los últimos días del Gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero. El contraste con el modo de proceder de Pedro Sánchez estos días no puede ser más acusado. Casi se diría que aunque ambos sean Presidentes del Gobierno del mismo partido político, han elegido caminos diametralmente opuestos en su caída.
En primer lugar, un pequeño apunte: el PSOE perdió las elecciones municipales de 2011 por 2,2 millones de votos. En las elecciones generales de noviembre la distancia fue de casi 4 millones de vosotros. ¿Pasó algo entre medias? En realidad, no mucho. Extrapolar el resultado de las municipales a las generales es engañoso. En las elecciones municipales, muchos votantes respaldan a “su alcalde”, el que está en ejercicio.
En 2011, el PSOE contaba con un amplio poder local, obtenido en las elecciones municipales anteriores, las de 2007. Contaba, por tanto, con un “plus” de apoyo a sus candidaturas. Si leen estos días extrapolaciones del resultado de las municipales a las generales, desengáñense. Están equivocadas o directamente están tratando de engañar.
La situación ahora es muy similar a la de 2011. El PSOE contaba con un amplísimo poder municipal y autonómico hasta el pasado domingo. Los 750 mil votantes de distancia que hubo entre PP y PSOE, seguramente equivalen a 1,5 o 2 millones de diferencias en unas elecciones generales, una distancia de entre 6 y 10 puntos. Eso, sin tener en cuenta que normalmente una victoria por goleada tiene otros efectos adicionales: concentra el voto en el partido ganador (lo que se conoce como “bandwagon effect”), puede provocar el desánimo en los partidos minoritarios (como la decisión de Ciudadanos de no presentarse a las elecciones) y un largo etcétera.
Comparación entre Zapatero y Sánchez
Pero volvamos a la comparación entre los últimos días de Zapatero y los de Pedro Sánchez:
Zapatero detectó una importante caída en su apoyo ciudadano. Decidió no presentarse a las elecciones, proponiendo como candidato a su vicepresidente, entonces el ministro mejor valorado, Alfredo Pérez Rubalcaba. Sánchez, en cambio, tras concluir que ha habido un voto de castigo a alcaldes y presidentes autonómicos socialistas debido a la gestión del Gobierno central, ha decidido volver a presentarse él mismo a las elecciones, en una especie de “tomen ustedes dos tazas” (un curioso escorzo argumental).
Zapatero anunció que no se presentaría a las elecciones generales en un Comité federal del PSOE. Sánchez anunció el adelanto electoral en una declaración institucional desde la Moncloa, contraviniendo por cierto el art.115 de la Constitución, que establece que “el Presidente del Gobierno, previa deliberación del Consejo de Ministros, y bajo su exclusiva responsabilidad, podrá proponer la disolución del Congreso”. El Consejo de Ministros se enteró al mismo tiempo que el resto de los ciudadanos (incluida Angels Barceló) y los ministros deliberaron solo después del anuncio del Presidente. Un detalle tal vez menor, pero, con detalles menores, es precisamente cómo se construyen las instituciones.
Cuando Zapatero anunció la convocatoria electoral para noviembre de 2011 (también adelantando el calendario electoral en varios meses, ya que la fecha normal hubiese sido abril de 2012), lo hizo “en diferido”: Zapatero anunció el adelante electoral en el mes de julio, pero no firmó la disolución de las Cortes hasta finales de septiembre. El objetivo, según se explicó, era permitir que se aprobasen algunas de las reformas entonces en tramitación, como la integración de los trabajadores agrarios en el régimen general de la Seguridad Social o la agilización de los procedimientos concursales. Pedro Sánchez, en cambio, ha firmado de forma inmediata la convocatoria de elecciones. Por el camino se han quedado todos los proyectos legislativos en tramitación, más de sesenta, incluida la ley de familias o la de seguridad nacional.
Zapatero llevó a cabo los recortes presupuestarios exigidos por las autoridades europeas y la presión de los mercados de deuda, incluyendo en las últimas semanas de su mandato una reforma constitucional exprés tras una famosa carta del Presidente del Banco Central Europeo, con el objetivo de evitar la intervención de la economía española. Sánchez, en cambio, ha tirado de chequera electoral hasta el último día (interraíles, viviendas públicas, descuento en el cine para los mayores), pese al evidente deterioro de nuestras cuentas públicas (como la Comisión Europea acaba de poner de manifiesto).
En Los últimos días de Roger Federer, un exquisito libro de Geoff Dyer, se repasan las caídas de escritores, deportistas o cantantes. George Best colgó las botas a los 26 años, con el hígado ya destrozado por el alcohol. Bob Dylan se sigue arrastrando por los escenarios. Nietzsche perdió el juicio en sus últimos años de vida. Y Roger Federer estuvo casi dos años luchando contra su espalda, intentando retirarse con un “último baile”, como por cierto tuvo Michael Jordan (y ojalá tenga, me temo que no sea así, Rafa Nadal).
Cada cual elige cómo morir, que siempre es más fácil que elegir cómo vivir. Pero a los corifeos que aplaudieron de manera entusiasta la decisión de Sánchez (Maruja Torres tuiteó “Es un animal político y un verdadero demócrata”, Xavier Vidal-Folch escribió que el Presidente “mostraba su coherencia con la exigencia democrática de rendición de cuentas, con la mejor de sus versiones”) quizás habría que enfrentarles a la prueba del espejo, la del último presidente socialista: porque donde Zapatero eligió lo que creía era mejor para el país, Sánchez (otra vez) se ha elegido a sí mismo.