Torra y ERC humillan a Sánchez y Borrell tras la mesa de diálogo

Nada o, casi nada, es casual en la agenda política. Acabó la mesa de diálogo entre Gobierno y Generalitat en el Palacio de la Moncloa el miércoles por la  noche y Quim Torra apenas respondió preguntas. Salió a toda velocidad hacia el aeropuerto de Barajas porque debía tomar un avión. No tenía prisa el president por regresar a Barcelona, sino por marcharse a Lisboa (Portugal) de celebración.

Un día después de pasearse con honores por los jardines de Moncloa y de protagonizar una comparecencia desde la sala que Moncloa reserva al presidente del Gobierno y a los primeros ministros de otros países, Torra apareció exultante en la capital de Portugal junto al conseller de Exteriores, Alfred Bosch (ERC), para inaugurar una «embajada» de la Generalitat, una de las que se cerró en tiempos del artículo 155.

Prácticamente en paralelo, la cárcel de Lledoners, cuya titularidad corresponde a la Generalitat, anunció que la concesión de la semilibertad a Oriol Junqueras, la cual se traducirá en tres días de permiso a la semana para salir a trabajar.

Apenas 24 horas después de la reunión de la mesa de diálogo entre Gobierno y Generalitat, quedó al descubierto lo que había debajo de las cuatro patas. Había un anuncio programado para conceder la semilibertad a Junqueras, había una abstención de ERC en el Congreso de los Diputados para que el Gobierno pudiera aprobar el techo de gasto de 2020 y había una renuncia del Gobierno a proseguir con la ofensiva del exministro Josep Borrell contra el aparato paradiplomático del gobierno de Torra.

El baile sobre la tumba de Borrell

«Borrell ha perdido la guerra que inició contra la acción exterior catalana. Estamos consiguiendo estar en cada vez en más lugares del mundo, y tenemos 15 delegaciones operando con toda normalidad», se jactó el conseller de Exteriores desde Lisboa. Y así se regodeó de que Sánchez haya sepultado la impugnación de las «embajadas» catalanas.

También Torra se apuntó al baile sobre la tumba de la antigua política exterior del Gobierno del PSOE: «Hoy reabrimos nuestra delegación internacional en Lisboa y consolidamos nuestra vocación internacional lanzando un mensaje claro: Cataluña quiere estar presente en el mundo».

Con el desplazamiento a Lisboa, el presidente catalán y el conseller de Exteriores no solo quisieron exhibir las nuevas instalaciones de la Generalitat en Portugal, sino que, también se volcaron con la propaganda. En concreto, con explotar ante los medios y dirigentes portugueses que se pusieron a tiro que «finalmente el Gobierno se sienta en la mesa», tal y como el independentismo «hacía años que reclamaba».

Intenta el gobierno de Torra lo de siempre, internacionalizar la agenda soberanista catalana, pero ahora lo hace con nueva munición: tiene a un Gobierno sentado a la mesa que ha reconocido «el conflicto catalán» y, por tanto, ya hay un nuevo relato que vender a los periodistas y a los partidos que quieran escuchar.

Trofeos desiguales

Los trofeos repartidos tras la mesa de diálogo arrojan un resultado desigual. El Gobierno, ciertamente, ha dado un paso para aprobar los presupuestos generales con la luz verde al techo de gasto, pero el camino hasta la votación final puede hacerse muy largo para Sánchez.

Hay voces socialistas que aseguran que la mesa durará lo que dure la tramitación presupuestaria. Es decir, que, en contra de lo que asegura Sánchez, la mesa no será ni larga, ni difícil, ni compleja, sino puramente instrumental para que las partes vendan sus logros.

Los independentistas prácticamente han concedido a todos los presos el tercer grado encubierto. Casi todos disfrutan de permisos y eso no es todo, porque los socialistas preparan una reforma del código penal para rebajar las condenas por sedición.

El Gobierno tiene techo de gasto. Es tan pobre el trofeo que Sánchez no abrió la boca en todo el día.