Tiendas centenarias de Barcelona: resisten con un 70% menos de ventas
Ningún comercio de la Asociación de Establecimientos Emblemáticos de Barcelona ha bajado la persiana pese a que se han quedado sin turistas
Los comercios centenarios de Barcelona resisten como jabatos la crisis económica causada por la pandemia de coronavirus. La treintena de tiendas que forman parte de la Asociación de Establecimientos Emblemáticos, auténticas joyas históricas, siguen abiertas, aunque con menos clientes y facturación. En muchos casos las ventas han caído un 70%. ¿Cómo sobreviven en estas condiciones? Los propietarios explican sus secretos.
Los responsables de cuatro conocidos comercios barceloneses, todos con más de un siglo de existencia, coinciden en señalar que, en estos momentos, solo ingresan el 30% de lo que sería habitual. Así lo apuntan Josep Maria Roig, de la pastelería La Colmena; Mercè Casademunt Viader, de la cafetería Granja Viader; Francesca Ubach Llansà, de Herbolari Llançà; y Pau Martínez, de El Rei de la Màgia, que es la tienda de juegos y artículos de magia más antigua del mundo.
También hay quien indica que “el golpe” ha sido menos duro, como dicen en Casa Gispert, especializada en cafés y frutos secos. Declinan aportar datos económicos, pese a tenerlos al detalle, pero no esconden el motivo por el que aguantan el tipo en tiempos de pandemia: Internet y la venta de sus productos en otros países.
En una cosa coinciden todos: los comercios centenarios tienen los mismos problemas que las otras tiendas de sus respectivos sectores. Si son farmacias, apenas han notado la crisis, pero si son establecimientos de restauración, ya sean históricos o noveles, están al borde del abismo. Un hecho diferencial es que la inmensa mayoría de los comercios emblemáticos están situados en el centro histórico de la ciudad: todos se beneficiaban en mayor o menor medida de un turismo que ahora ha desaparecido.
Josep Maria Roig está al frente de La Colmena, una pastelería con 152 años de historia, que elabora los caramelos más antiguos de España y quizás del mundo. Situada en la plaza del Ángel, en el Gótico, a un centenar de metros de los palacios de la Generalitat y del Ayuntamiento, ha perdido con la pandemia buena parte de sus clientes. “Estamos en el centro de la ciudad, sin turismo, sin funcionarios [que teletrabajan desde sus casas] y con restricciones a la movilidad” que aplica el gobierno municipal de Ada Colau. Muchos barceloneses han dejado de desplazarse al centro para comprar. Todo esto perjudica al negocio.
Relata que su pastelería lleva nueve meses en pérdidas, precisamente desde que se decretó el estado de alarma. Ahora hacen un 30% menos de caja de lo que sería habitual, pero empezaron con un 15%. Ha recurrido al crédito. Mantiene a 12 empleados. Confía en aguantar hasta Navidad, cuando le llueven los pedidos de su célebre turrón de crema.
Sobre las ventas por Internet, indica que resultaron un éxito rotundo con las ‘monas’, las tartas típicas de Pascua, pero que no es el canal apropiado para un obrador que produce gran cantidad de pastas a diario. “Nosotros necesitamos que la gente pase por delante de la tienda y vea el escaparate”. Todos los que pasan por la esquina donde está La Colmena giran la cabeza hacia las vitrinas repletas de dulces. No falla.
La normalidad de tomarse un suizo
La Granja Viader volvió a la actividad en dos fases: el 4 de mayo, abrió el mostrador; y el 8 de junio, las mesas interiores respetando las limitaciones de aforo. De sus 14 empleados, solo tres se han reincorporado al trabajo. El resto sigue en ERTE.
Mercè Casademunt Viader se refiere a las dificultades de mantener esta conocida cafetería del Raval, a un paso de la Rambla, con un tercio de la facturación habitual sin que los gastos se reduzcan en la misma proporción. Reconoce que la falta de clientes le ha afectado anímicamente –“el mes de agosto ha sido horrible” –, si bien en los últimos días se ha notado una mejoría. Espera que cuando empiecen los colegios la nueva normalidad no acabe con lo que hasta ahora era la normalidad de sentarse en una de sus mesas de mármol para tomar tranquilamente un suizo (una taza de chocolate caliente con nata).
La pandemia ha desbaratado la celebración del 150 aniversario de la Granja Viader. En sus orígenes era una lechería. En 1925, la familia Viader fundó Letona, dedicada al tratamiento de la leche -refrigeración, pasterización y envasado- para su comercialización. Se hicieron famosos por sus batidos de cacao, que son el origen del actual Cacaolat.
La Granja Viader, de la calle Xuclà, cerca de la Rambla, es conocida por sus desayunos y meriendas. Aquí nació el Cacaolat. /ED
A sus 75 años, Francesca Ubach Llançà sigue tras el mostrador de Herbolari Llançà, una herboristería de la calle Elisabets, en el Raval, fundada por su abuelo materno en 1907. Sigue vendiendo los tradicionales preparados herbales, pero también teteras y una cuarentena de variedades de té de calidad. Este es su reclamo.
Francesca explica que ha reducido los gastos para capear el descenso de clientes. “Tengo la sensación de atravesar por un túnel, pero todavía no veo la luz que está al final”, relata. Teme que el negocio no aguante un segundo confinamiento.
El Rei de la Màgia, de la calle Princesa, en Ciutat Vella, reabrió las puertas el 1 de julio. Durante los meses en que la tienda estuvo cerrada, vendían artículos de magia por Internet. Pau Martínez cuenta que muchos se aficionaron a estas artes durante la cuarentena. Las ventas online se dispararon. Pero con la crisis, la gente suele recortar en sus hobbies, ya sea la magia o las maquetas de barcos.
Pau indica que sobreviven gracias a una logística “austera” y al crédito mientras no se recupere la normalidad. Señala que las tiendas de los barrios de la periferia están más animadas que las del centro. Añade que los comercios emblemáticos o tradicionales del centro se adaptaron al turismo para sobrevivir. Precisamente, “el turismo de alto nivel es el que más se interesa por los establecimientos diferenciados”. Eso no significa que vivan del turismo, pero ayuda. La mayoría de los clientes son locales.
Pau se dedica al teatro, a la escuela de magia y a la tienda familiar. Todavía conserva parte de la decoración de finales del siglo XIX.
Ventas por todo el mundo
Casa Gispert es otro comercio más que centenario, situado en la calle Sombrerers, al lado de la catedral de Santa Maria del Mar, centrado en cafés y frutos secos. Un portavoz de la familia propietaria recuerda que bajaron la persiana durante las semanas más duras del estado de alarma porque no pasaba casi nadie por la calle. Sin embargo, han aguantado bien el cierre de la tienda por dos motivos: incrementaron las ventas online y mantuvieron estable la exportación de productos al extranjero. Venden sus productos a 14 países, que incluyen Estados Unidos, zonas de Oriente Próximo y del Norte de Europa.
Este comercio no revela datos económicos ni laborales. Solo señalan que se han visto obligados a una reorganización horaria -ahora cierran al mediodía- sin necesidad de prescindir de ningún empleado.
Insisten en que resistirán esta crisis. Cuentan con un obrador en Viladecavalls donde elaboran sus productos y con otra tienda en Terrassa que abrieron hace cinco años. El año pasado facturaron 2,2 millones de euros. “Son 170 años de historia. Cuando un barco está bien hecho, aguanta”, afirman.
Casa Gispert conserva su antigua tienda al lado de Santa Maria del Mar. Se ha adaptado al comercio online y a la exportación exterior. /ED
Aunque la Asociación de Establecimientos Emblemáticos de Barcelona cuenta solo con una treintena tiendas, el Ayuntamiento de Barcelona ha censado 211 “comercios emblemáticos” que merecen protección, según el último plan especial de protección de la calidad urbana. Sin embargo, esta protección se limita al mantenimiento de la fachada o de ciertas estructuras. Nada garantiza que continúen las actuales actividades. Así un colmado centenario puede transformarse en un Zara, Mango o HM si conserva determinados elementos arquitectónicos o de mobiliario.