Sueños faraónicos frustrados de Gaudí y Calatrava

Gaudí pretendía construir un hotel tan alto como el Empire State, y Calatrava proyectó un edificio en forma de aguja de casi 450 metros de alto

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Santiago Calatrava siempre ha sido partidario de la arquitectura monumentalista. Grandes edificios con aire orgánico, como gigantescos esqueletos blancos que reposan su estructura con aires imponentes.

El último exceso del arquitecto valenciano ha sido el intercambiador de transportes en la Zona Cero de Manhattan, en Nueva York, que unifica los servicios de once líneas de metro, un tren y un ferry. El Oculus, que parece un peine de espinas elevado al cielo, abrió su primera fase a inicios de marzo, y su coste se duplicó de 2.000 a 4.000 millones de euros.

El rascacielos giratorio de Calatrava

Pero Calatrava tenía otro proyecto en carpeta que hubiera superado a este intercambiador, o incluso a la faraónica Ciudad de las Artes y las Ciencias, en Valencia. En 2005, cuando la crisis financiera parecía estar lejos, diseñó la Aguja de Chicago, una torre de 444 metros (tres veces más alta que la Torre Picasso de Madrid), de acero trenzado delgado y vidrio.

El rascacielos hubiera tenido una estructura de 85.470 metros cuadrados, a repartir entre apartamentos, locales comerciales y un hotel de cinco estrellas. Como un tornillo colocado por un dios excéntrico, cada piso giraría dos grados alrededor de un núcleo central, y toda la estructura llegaría a rotar hasta 270 grados a lo largo de la altura del edificio.

Pero tres años después la crisis hizo trizas los proyectos, y todo quedó en borradores en los planos. Donald Trump, según cita un artículo de CNN, dijo que el proyecto era un «suicidio financiero». Y dada la tendencia del arquitecto valenciano a multiplicar los presupuestos, hay que darle la razón al magnate del tupé.

El hotel de Gaudí en Nueva York

Barcelona le debe la vida a Antoni Gaudí. Pocas ciudades del mundo están tan vinculadas a un arquitecto como la capital catalana con el creador de la Sagrada Familia. Su obra cumbre, si no se atraviesa otra crisis y aguantan los presupuestos, se podría terminar en el 2030. Además de la Casa Battló, La Pedrera, el Palau Güell y algunas obras en Cantabria o León, casi no hay trabajos realizados por Gaudí en el resto de España. Y fuera del país, ninguno.

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Pero si hubiera sido realidad el inconmensurable proyecto del Hotel Attraction, en Nueva York, hubiera desbancado al inconcluso templo del Eixample. El edificio futurista, con formas armónicas que recuerdan a La Pedrera, fue diseñado en 1908 por encargo de dos empresarios estadounidenses cuya identidad se desconoce.

El hotel habría tenido 380 metros de altura, casi tantos como el Empire State (que todavía no figuraba ni en los planos), y tenía un diseño de bóvedas superpuestas rematadas por una gigantesca estrella. En su interior, una sala de 125 metros de altura debería haber alojado una réplica de la Estatua de la Libertad de 10 metros de alto.

El proyecto quedó en el olvido, también se dijo que era una falsificación, pero tras demostrarse la autoría del arquitecto catalán, la Cátedra Gaudí lo propuso como reemplazo de las desaparecidas Torres Gemelas tras el ataque del 11S. Pero por los costes, la idea quedó descartada.

Otros proyectos mastodónticos y olvidados

El de Calatrava y Gaudí son algunos de los tantos ejemplos de arquitectura monumental que, ya sea por sus costes disparatados o porque la crisis o alguna guerra se cruzó en medio, han quedado descartados o abandonados.

La arquitecta iraní Zaha Hadid, fallecida hace pocas semanas, había propuesto un Estadio Olímpico para Tokio con un presupuesto de más de 2.000 millones de euros, que al final fue rechazado por el primer ministro nipón por otra alternativa más económica.

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Los rusos, siempre tan volcados al monumentalismo, querían hacer el parlamento más grande del mundo. El Palacio de los Soviets, de Boris Iofán, debería haber tenido una cúpula de 416 metros de alto, y allí arriba, una gigantesca escultura de Lenin de 100 metros de altura (más del doble que la Estatua de la Libertad). Stalin estaba entusiasmado con el proyecto, y derribaron la hermosa catedral de Cristo Salvador para levantarlo; pero la Segunda Guerra Mundial detuvo los trabajos, y se terminó olvidando. En su lugar, se hizo la piscina al aire libre más grande del planeta, y por suerte, la catedral fue reconstruida.

Pero la Rusia del siglo XXI no quería quedarse atrás, y el estudio de Norman Foster ganó el concurso para diseñar una torre gigantesca. La Russia Tower hubiera sido una ciudad vertical de 118 pisos, con 612 metros de altura con servicios y viviendas para 25.000 personas, un gigantesco triángulo cuyos extremos más agudos convergían al cielo. Pero llegó la crisis de 2008, y el proyecto no pasó de los dibujos virtuales.

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