Sánchez solo logra una frágil unidad frente al coronavirus
El presidente del Gobierno sincroniza el discurso del Rey con su intervención en el Congreso mientras el PP arrima el hombro con desconfianza
La España coronavírica puede llevar a muchos a engaño respecto al escenario político. Es prácticamente inevitable perder la perspectiva cuando el país arrastra la dolorosa carga de casi 15.000 infectados por Covid-19 y de 638 personas fallecidas. Y solo es el comienzo porque, tal y como advirtió este martes el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, «lo más duro está por llegar».
La grandilocuencia se ha abierto paso sin la menor dificultad en este tiempo de pandemia (que ya se ha cobrado 8.000 vidas en todo el mundo) y dignatarios como Donald Trump y Angela Merkel se atreven con la comparación con la II Guerra Mundial (60 millones de muertos), sea por el desafío, sea por los esfuerzos que conlleva.
Países de todo el mundo —y España no es excepción— anuncian excepcionales planes de choque económicos y las apelaciones a la unidad y al sentido de estado se suceden. Sánchez, cuya mujer es una de las 15.000 afectadas en España, lleva días insistiendo en el mensaje de que es el momento de cerrar filas con el propósito de que la oposición arrope al Gobierno en este momento grave.
El PP no está en guerra
Lo cierto es que Ciudadanos (10 diputados) abrió el terreno para colaborar en la aprobación de los presupuestos, pero el PP no quiere moverse más de la cuenta sin que lo haga también Sánchez.
El líder del PP, Pablo Casado, no va a poner el menor inconveniente a que el estado de alarma se alargue ni va a ordenar a sus dirigentes territoriales (particularmente a los madrileños Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida) que despotriquen del Gobierno.
El PP no está en guerra, a diferencia de Francia, que ya lo estaba en noviembre de 2015 después de los atentados de París y vuelve a estarlo ahora con el coronavirus. «Nous sommes en guerre», dijo François Hollande hace 5 años. «Nous sommes en guerre», ha repetido estos días Emmanuel Macron. (Por acabar con la digresión, cuando Francia sí que estaba en guerra, en la II Guerra Mundial, la cosa fue más bien rápida: el 3 de junio de 1940, la aviación nazi bombardeó París y once días después las tropas de Hitler marchaban sobre la capital francesa. El gobierno francés, por supuesto, había huido).
Volvamos. El PP no está en guerra. Está dispuesto a arrimar el hombro porque la pandemia así lo exige, pero no cree que todo ello vaya a modificar el tablero político una vez el virus escampe.
«Mi sensación es que Sánchez intentará mantener a sus aliados, a Podemos y a ERC, y que ahora tiene más argumentos para intentar con ellos una legislatura larga», dice una de las voces confinadas del PP. ¿Y el continuo emplazamiento a la oposición a aprobar los presupuestos? «Ese apoyo también lo pedía en la investidura. La alianza con Podemos y con ERC quiere durar», consideran los populares.
Los ministros de Podemos
Quizá es cierto que quiera durar, pero las cosas tampoco son sencillas puertas adentro del gobierno de coalición. Es pronto, muy pronto, para analizar los estragos de la crisis del coronavirus dentro del gobierno de coalición, pero están siendo contundentes.
Se produjeron con toda contundencia el pasado sábado, tras las inacabables deliberaciones del Consejo de Ministros antes de la declaración del estado de alerta. Los ministros de Podemos quedaron arrinconados por los del PSOE, puesto que el trío de de ministros juristas socialistas (Margarita Robles, Fernando Grande-Marlaska y Juan Carlos Campo) dejaron en evidencia las insuficiencias técnicas del círculo de Pablo Iglesias. Y hay sed de venganza porque toda la alienación de Podemos se quedó en el banquillo para gestionar la crisis.
Todo ello tardará semanas en evolucionar. Entretanto, Sánchez se anotó este miércoles una imagen de frágil unidad en el Congreso. El PP se mordió la lengua porque el momento lo impone y el Rey rubricó la jornada con un discurso de manual respecto a las situaciones de emergencia: una apelación a la unidad, un agradecimiento a los que se dejan la piel y una palmada en el hombro a toda España.