Sánchez se entrega a Torra para que retrase las elecciones
Sánchez accede a participar en persona en la mesa de diálogo para que Torra alargue su recorrido al máximo mientras negocia los presupuestos generales
Pedro Sánchez ha decidido jugarse el tipo en persona para sacar adelante su primer año de mandato. El presidente del Gobierno ha llegado a la conclusión de que no va a haber vicepresidenta Calvo ni vicepresidente Iglesias que pueda salvarle el pellejo ante los independendentistas y ha asumido, en consecuencia, que no tiene mejor baza que él mismo para mantener los delicados apoyos del soberanismo.
De ahí que este jueves no solo accediera a protagonizar un encuentro con el inhabilitado Quim Torra en el Palau de la Generalitat, escenificado con la pompa y boato de una cumbre de estados, sino que también se prestara a anunciar que él mismo liderará la mesa de diálogo para resolver «el conflicto catalán».
Torra consigue así lo que nunca logró ni Carles Puigdemont ni Artur Mas. O, dicho de otra forma, Sánchez concede así lo que nunca negoció Mariano Rajoy, es decir, la puesta en marcha de conversaciones bilaterales entre Gobierno y Generalitat con la autodeterminación de Cataluña sobre la mesa y con el presidente en la silla.
Al término de la entrevista de hora y media, Torra se mostró «agradecido» con Sánchez por involucrarse en la mesa de diálogo de Gobierno y Generalitat, la cual comenzará este mismo mes de febrero, y también confundido porque todavía no sabe cuál es su propuesta para satisfacer las demandas de soberanía del independentismo. «Todavía no sabemos cuál es la propuesta del presidente español», dijo Torra.
Sánchez: «La ley no basta»
Sea como fuere, el titular de la Generalitat no pudo ocultar su satisfacción por cómo está arrastrando a Sánchez a su terreno. En su primera cita, en la Moncloa (julio 2018), logró el reconocimiento de que el problema con Cataluña era de naturaleza política; en la segunda, en Pedralbes (diciembre 2018), se llevó un documento consensuado que hablaba de una resolución de la crisis catalana basada en la seguridad jurídica «pero no necesariamente en la Constitución»; y en la tercera ha logrado el compromiso del presidente del Gobierno para participar en la mesa de diálogo con la Generalitat.
«Es el momento de recomenzar, de retomar el diálogo en el momento en que los caminos se separaron. No hay otra vía para resolver este conflicto que el diálogo dentro de la ley, la ley por sí misma no basta”, solemnizó Sánchez desde la galería gótica del Palau de la Generalitat para justificar su apuesta.
¿Pero cuál es su verdadera apuesta? El presidente tiene una obsesión y es estabilizar su gobierno de coalición con Podemos. Para lograrlo debe amarrar la frágil mayoría que lo sustenta y su mejor idea para hacerlo es colmar de gestos a los soberanistas.
Dijo, por ejemplo, que había entrado en el Palau de la Generalitat con «profundo respeto y emoción» y entregó a Torra un documento con 44 ofertas de pacto (que incluyen aspectos tan variados como inversiones, financiación, traspasos de competencias y la reducción de todo tipo de litigos). El presidente catalán ni lo leyó con atención, pero concluyó de un vistazo que la mitad de todas esas promesas «se resuelven en un consejo de ministros».
Torra, rehabilitado
El caso es que con el paquete de pactos políticos y, sobre todo, con la mesa de diálogo al máximo nivel, Torra, que está en las postrimerías de su carrera política a falta de que el Supremo lo sentencie, vio cómo se le abría el campo para un final lucido de su presidencia de la Generalitat.
Sánchez se entregó al diálogo bilateral con Torra y, a cambio, espera que el presidente de la Generalitat sobrevuele las turbulencias electorales durante la primavera en Cataluña mientras, en paralelo, tramita los presupuestos generales del estado a la mayor velocidad posible. Para eso necesita la colaboración de ERC, que ayer, jueves, prácticamente desapareció del mapa pero que celebró que sus planes se estén cumpliendo.
Quienes también desaparecieron fueron los manifestantes independentistas que suelen abuchear a los dirigentes españoles cuando visitan Cataluña. Ni rastro de la ANC ni de Tsunami. Extraviados. Acaso la explicación haya que buscarla en que Torra hacía de anfitrión de Sánchez. Y acaso haya que preguntarse si en realidad alguna vez el procés fue «de abajo a arriba» (del pueblo a los gobernantes) porque los hechos sugieren exactamente lo contrario solo tres meses después de las condenas por sedición.