Sánchez encara el descontrol del virus con una gestión caótica y deja las restricciones para las CCAA
Ante el avance de la sexta ola, el Gobierno se limita a aprobar una medida tan ruidosa como ineficaz, el uso de las mascarillas en el exterior y con excepciones, mientras insta a las autonomías a asumir las medidas más duras
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, lleva varios días desbordado por el coronavirus. Encara el desmesurado avance de la sexta ola atrapado en sus dos grandes temores (contradictorios): el primero, ser acusado de ‘no hacer nada’ ante la subida de contagios; el segundo, volver a apostar por las restricciones económicas en contra de las tesis de Ayuso y de buena parte del tejido económico y empresarial, y volver a perder.
Ante esta dicotomía, Sánchez anunció ayer la instauración, otra vez, del uso obligatorio de las mascarillas en el exterior ante el avance del covid. Se trata de una iniciativa tan ruidosa como ineficaz a la hora de frenar el virus, a tenor de los conocimientos adquiridos ya sobre las formas de transmisión de la Covid-19, pero que permite al Ejecutivo irrumpir de forma sonora en el modo de vida de la ciudadanía, y sin afectar la maltrecha actividad económica en España.
Fue la única medida de calado que surgió de la Conferencia de Presidentes autonómica celebrada ayer de forma extraordinaria. Pero fue tan criticada por parte de partidos, tan dispares como Vox o Más País, y la ciudadanía en general que, apenas horas después, en rueda de prensa, Pedro Sánchez matizaba esta posición hasta el punto de que el uso de la mascarilla poco variará respecto a la normativa vigente hasta ahora.
Es decir, la mascarilla será de uso obligado en los exteriores, pero podrá retirarse “en espacios naturales” y si es seguro mantener una distancia de seguridad de 1,5 metros con otros viandantes. Habrá que esperar hasta la celebración hoy de un Consejo de Ministros para conocer los detalles del Real Decreto que regulará estas novedades.
A pesar de la insistencia de Gobiernos autonómicos tan dispares como Galicia y Andalucía (gobernados por el PP), o Cataluña y País Vasco (en manos de los nacionalistas), que exigían medidas más drásticas para frenar las variantes delta y ómicron y que finalmente criticaron las propuestas de Sánchez por “insuficientes”, el Gobierno ha optado por no volver a intervenir la actividad económica.
Sánchez no quiere volver a ser responsable, ni de forma decimal, de un nuevo parón de la actividad económica mediante limitaciones de la hostelería en tiempo y aforo, prohibiendo eventos masivos de gran impacto económico en Navidad, o limitando la movilidad entre autonomías. Esta batalla ya la perdió con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (PP). Y perdió cuando no existía pauta de vacunación y la secuencia del virus era bastante más agresiva que la variante actual. Sería igualmente negativo para el Ejecutivo promover duras restricciones económicas después de su potente campaña de paternidad sobre el éxito de la vacunación.
De forma paralela a la contienda política, el Gobierno necesita al máximo posible contribuir al crecimiento económico, porque sus expectativas de crecimiento han quedado severamente cercenadas por el resto de instituciones. El último ejemplo, el Fondo Monetario Internacional (FMI), que ayer mismo reducía en un punto porcentual el crecimiento del PIB que estimaba el Gobierno para este año, y lo hacía en casi la misma proporción para el próximo año.
Es solo uno de los ejemplos de que, el Gobierno y su vicepresidenta económica, Nadia Calviño, están perdiendo el relato de la recuperación económica, tan importante en un año 2022, que empieza a desempolvar las urnas y a prepararse para un potente ciclo electoral en varias autonomías y, quién sabe, si a nivel general. El desorbitado aumento del precio de la energía, la inflación, el final (en unos meses) del colchón de los créditos ICO en las empresas, el final de los ERTE, el papel del BCE ante esta circunstancia… Todo ello hace muy difícil que el Gobierno vuelva a asumir la filosofía “de los cuidados por encima de todo” que tanto pregonó en 2020, máxime cuando los efectos del nuevo virus parecen ser mucho menores en términos de ingresos hospitalarios y defunciones.
Por todo ello, después de varios días muy presente en la televisión, Sánchez confundió a la población con sus nuevas (no) medidas, hizo repaso de sus múltiples éxitos como uno de los mejores Gobiernos de Europa, e hizo lo que mejor sabe hacer: tirar de ‘cogobernanza’ y dejar en manos de las autonomías la elección de las medidas más impopulares y duras para el electorado, como el cierre de negocios o las restricciones de los derechos fundamentales.