Rebelión empresarial contra la CUP para que no condicione a la Generalitat
Los empresarios extienden su indignación contra Convergència por no haber mantenido su identidad ante la presión de los radicales
La desconfianza de la economía industrial y financiera respecto al Govern de la Generalitat es un dato. Desde el respeto democrático, los empresarios y académicos del Círculo de Economía contemplan con indignación el desmoche soberanista.
La CUP, socio de Junts pel Sí, no aprobará los presupuestos expansivos de Oriol Junqueras. Estamos ante unas inevitables nuevas elecciones autonómicas, en plena caída de Convergència y ante un problema de seguridad. CUP y la alcaldesa Colau justifican la violencia en las calles.
La plataforma anticapitalista e independentista marca el ritmo de la política catalana. Los empresarios constatan que la antigua Convergència ha abandonado el puente de mando de la sociedad en aras de un «objetivo inalcanzable» en opinión mayoritaria de la Junta del Círculo de Economía.
Parar y volver a empezar
Hoy se abre solo una espita para la esperanza: congelar el procés y volver a gobernar el día a día. De lo contrario, el país se verá envuelto en una crisis que apunta en mala dirección. La Generalitat habla, con palmaria inconsciencia, de estructuras de Estado, como el residual edificio de la Agencia Tributaria Catalana o el Inem independiente sin «el control de los pasivos» guardados en la caja central del Estado.
Pero lo peor es el desgobierno: no habrá presupuesto porque un grupo plataformero minoritario condiciona a un país de genio industrial y científico como Cataluña. El presidente Carles Puigdemont y su vicepresidente económico, Oriol Junqueras, se pelean por subir un tramo marginal del IRPF de las rentas altas, en una teatrillo que el mundo de la economía considera ya un ridículo sin extremo.
Cataluña es el Titanic. «Volvamos a empezar, por favor; pongamos la pelota en el suelo y reescribamos nuestro futuro», dice un ex presidente del Círculo. Otros tres ex presidentes han reforzado la misma opinión bajo un manto de discreción, en declaraciones a Economía Digital.
El dudoso respeto al Estado de Derecho
El pasado jueves día 26, después de tres noches de insomnio y barricadas en el barrio de Gràcia, los socios del Círculo recibieron a Pablo Iglesias, el líder de Podemos armado con su propuesta de incrementar el gasto público hasta el 43% en la próxima legislatura. Nadie torció el gesto, pero un aumento del gasto a la keynesiana «no es posible, porque no salen los números por ningún lado», en palabras de José Luis Bonet presidente de la Cámara de Comercio de España.
Alfredo Pastor, un economista brillante profesor del IESE, ex secretario de Estado de Economía en el último gobierno de González, recordó en privado que «los españoles tenemos una especial habilidad para liarnos»; salir realmente de la crisis y volver a crecer creando empleo exige rigor y en la UE; «negociar desde la inestabilidad no funciona».
Para Salvador Gabarró, presidente de Gas Natural Fenosa y ex presidente del Círculo todo es mucho más sencillo: «si se respeta el principio democrático no hay nada que decir. En el momento en el que, haciendo uso de este principio, Pablo Iglesias o los grupos independentistas asuman responsabilidades de Gobierno, haremos lo posible por no entorpecer su labor». El esquematismo aparente de Gabarró no esconde el temor a que Podemos acabe actuando como un partido poco respetuoso con los principios del Estado de Derecho.
¿Y qué pasa con Podemos?
El euro exige la continuidad de la estabilidad presupuestaria. La izquierda más allá del PSOE, la izquierda aventurera, que es como los empresarios ven a Podemos, no ofrece las condiciones que exigen los mercados. A la política se le pide la no injerencia en los mecanismo del mercado. «Nos llaman los nuevos socialdemócratas, será por algo», se defendió Iglesias.
Si Podemos es capaz de plegarse a las exigencias del Eurogrupo, con más o menos exactitud, estaríamos en una buena vía. «Pero si Iglesias llegara a mandar y se apartara del consenso del euro, como lo han hecho los griegos, perderíamos nuestra gran oportunidad», dice Artur Carulla, presidente de Agrolimen y vicepresidente del Círculo.
A su lado, Jaume Giró, director general de Fundación Caixa y representante del gran banco catalán en las jornadas se Sitges es taxativo: «¿Temor a Podemos? Ninguno; ha de prevalecer siempre el principio democrático, igual en el caso de la izquierda como en el de la independencia de Cataluña; quién gane gobernará. Pero dicho esto, si no aceptamos las reglas del juego respecto al déficit o discutimos la evidencia de la deuda, se nos cerrarán las puertas del BCE y del FMI y, en este caso, perderíamos mucho».
La desconfianza en la izquierda
Iglesias, politólogo de la Complutense, sabe que el método desguaza al orgullo. El venezolano. Apareció dispuesto a ofrecerse en una emboscada de las que le permiten dar rienda suelta a los excesos del ego. Y, sin embargo no lo consiguió. La discreción atérmica, que se cotiza en el foro de Antón Costas, exige mucho más.
La izquierda radical no asusta a la menestralía convergente amiga de la CUP. Tampoco puede epatar a los dueños de la finca. Pero esta vez la gota desborda el vaso. Ante los empresarios, Junqueras se explica muy bien cuando habla de un presupuesto que no verá la luz, y además enfatiza su enfado con el jefe, el presidente Puigdemont, como si solo existieran ellos en el mundo.
Esto es lo que molesta a la economía: una Convergència deshabitada; una ERC inconsciente y una CUP dispuesta a condicionar al país entero. Y para rematar a un cuerpo social cansado de las pequeñas perversiones de la política, una alcaldesa, Ada Colau, más dada al aventurismo que a la gestión.