Quim Torra y ERC optan por una muerte lenta de su gobierno
JxCat propone ahora una mesa de trabajo para recuperar la unidad y ERC, indignada, ignora la propuesta
Nunca la Diputación de Barcelona había generado tanta expectación. Pero al final, la tercera institución catalana —un organismo que gestiona un presupuesto de casi 1.000 millones anuales y que es vital para el funcionamiento de centenares de pequeños municipios— no es más que un macguffin, una excusa argumental. El meollo es la sangrante ruptura que ha supuesto para el independentismo el acuerdo entre PSC y Junts per Catalunya y que ha convertido este jueves a Núria Marín en la nueva presidenta de la Diputación.
Las distintas formas en que unos y otros reaccionaron este jueves tras la investidura de Marín dejó en evidencia el cisma del soberanismo y la completa desconfianza entre los socios de la Generalitat. JxCat insiste, incluso tras la consumación de la ruptura, en hacer tabla rasa y buscar desde cero ese grial en el que se ha convertido la unidad independentista mediante la creación de una mesa de trabajo. ERC, en cambio, supura indignación y advierte de que habrá «un antes y un después» en su relación con el partido de Quim Torra y Carles Puigdemont.
«No hagamos más reproches. Pongamos el contador a cero», proponía Eduard Pujol (JxCat) poco después de la investidura de Marín. El portavoz adjunto de los posconvergentes en el Parlament volvió a justificar el pacto con los socialistas alegando que la abstención de los comunes no era segura y, por tanto, un eventual acuerdo con ERC podría no fructificar si los de Ada Colau se hubieran alineado con PSC y Cs, una opción que los propios comunes descartaron en público el martes, y con la que nadie ha contado en ningún momento.
JxCat propone una «mesa de reversión»
Y después, propuso crear una mesa de trabajo para revertir pactos con partidos no independentistas. Una mesa «de reversión, con presencia de partidos independentistas y entidades sociales, para tener clara la estrategia de futuro y cómo rehacer la unidad del espacio independentista». Es, claro, otro brindis al sol, pero se alinea con la propuesta de Torra de tantear a partidos y entidades para consensuar una «respuesta de país» a la sentencia del Tribunal Supremo en la causa del procés, que se espera para septiembre u octubre.
ERC, por su parte, exhibidó indignación, califició la jornada de «muy decepcionante para el país» e insistió en que será JxCat quien tendrá que dar explicaciones a todos los independentistas «decepcionados» sobre sus motivos para, pudiendo escoger pactar con Esquerra, prefirió hacerlo con «el partido del 155».
Pero, más allá del exabrupto del exportavoz en el Cognreso Joan Tardà, que dijo en Twitter que, si por él fuera, pondría «punto y raya», es decir, rompería la relación con JxCat, la consigna es la de no romper nada. Todavía, al menos. «Seguimos como siempre, al pie del cañón, sinedo el socio más leal de la ciudadanía de Cataluña. y con todas las ganas de reconstruir las confianzas que haga falta, y con ganas de destinar todos nuestros esfuerzos para hablar a todo el mundo», repitió la portavoz de Esquerra, Marta Vilalta.
Puigdemont: la última palabra
Todo responde a los planteamientos de unos y otros que ya han quedado claros los últimos días: JxCat quiere seguir exprimiendo la legislatura, a la espera de tiempos mejores en el espacio posconvergente, en franca regresión en términos electorales y pendiente de una espinosa reordenación en la que Puigdemont quiere reservarse la última palabra. Y Esquerra, nada interesada en prolongar la legislatura, sabe que no puede romper la baraja ahora, pero se carga de razones para cuando prevé que sí podrá hacerlo: cuando salga la sentencia del Supremo.
ERC sabe que, además de cargarse de razones, cuenta para forzar ese adelanto electoral con la falta de hilo conductor del Govern y ahora, además, con el hartazgo de buena parte del independentismo, expresado tanto en las protestas -poco nutridas, eso sí- de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), como en las compulsivas redes sociales, donde estalló hasta Lluís Llach, al que Torra colocó al frente de un consejo asesor para impulsar un supuesto foro constituyente y que, a fecha de hoy, sigue teniendo una actividad ignota. «Sinceramente, no creía que JxCat cometiera un disparate de esta magnitud», espetó en su Twitter el cantautor y exdiputado.
Hasta entonces, hasta que se manifieste el Supremo, los dos socios seguirán forzando las sonrisas y apurando mientras las opciones de desgastarse mutuamente en modo preelectoral. La jornada del antes y el después viene con temporizador y efecto retardado.