Puigdemont y Junqueras se esconden detrás de la ANC para evitar nuevas elecciones
Piden a las entidades soberanistas que presionen hasta el último minuto a la CUP para que acepte negociar los presupuestos, o se verán obligados a dejar muerto el proceso independentista
Tensión, nervios, pánico. Ahora sí. El proceso soberanista está herido de muerte, y el presidente Carles Puigdemont se vería obligado a convocar nuevas elecciones, que podrían celebrarse en otoño. La CUP rechaza negociar los presupuestos, y el propio Puigdemont y Oriol Junqueras utilizan a la ANC para que se evite el desastre.
¿Cómo? El presidente catalán y el líder de Esquerra y conseller de Economia se reunieron este viernes en el Palau de la Generalitat con los representantes de la ANC, Jordi Sànchez; de Òmnium, Jordi Cuixart y de la AMI –Asociación de Municipios por la Independencia–, Neus Lloveras, plantando una reunión previa del president que tenía fijada con Societat Civil Catalana.
El objetivo es que presionen a la CUP, de aquí hasta el miércoles, la fecha clave para que los anticapitalistas retiren su enmienda a la totalidad, y permitan la tramitación de los presupuestos. Es una jugada a la desesperada. En parte, porque en la ANC las tensiones son similares, aunque no tan intensas. La entidad soberanista que ha organizado las grandes concentraciones independentistas de los últimos años está dominada por los propios partidos, por Convergència, y, en menor medida, por Esquerra.
En el caso de la AMI, hay algo más de esperanzas, porque se trata de una asociación de municipios en los que la CUP tiene más presencia. Sin embargo, Neus Lloveras es de Convergència. Se trata de un intento de escenificar que el mundo soberanista no puede permitirse que la CUP bloquee la ruta fijada para esta legislatura. Fuentes de Convergència admiten que «se ha vuelto a una situación que se asemeja a la de Mas o elecciones en marzo», que se vivió justo antes de la investidura de Carles Puigdemont.
La paradoja es total, lo que ha provocado un cabreo mayúsculo en las filas de CDC –Esquerra se lo toma con algo más de calma–, principalmente en la figura de Francesc Homs, candidato convergente al Congreso, que recuerda que la cabeza de Mas se sirvió «a cambio de estabilidad parlamentaria». Y esa estabilidad sólo puede pasar ahora por la aprobación de los presupuestos.
La reunión de Puigdemont y Junqueras también tenía otro propósito. El Govern quiere asegurarse que no tendrá a los independentistas en la calle si decide cambiar de orientación. Es decir, si no cuenta con la CUP y se pretende no repetir las elecciones, –legalmente se podrá hacer a partir de agosto– Puigdemont y Junqueras deberán buscar a otro socio.
Y ese socio sólo puede ser el PSC o Catalunya sí que es pot, que no quieren saber nada de la hoja de ruta soberanista que se estableció con la CUP. La situación es tan desesperada que otros miembros del Govern buscan otros caminos. Es el caso del conseller de Exteriores, Raül Romeva, que se reunirá el lunes con las entidades de la Mesa del Tercer Sector Social de Cataluña, con el objeto de explicarles las bondades de las cuentas públicas, y crear dudas en la CUP.
Convergència teme no lograr grupo propio en el Congreso, y es que para ello necesitaría conseguir el 15% de los sufragios en cada una de las cuatro provincias catalanas. Y las previsiones en Barcelona son muy pesimistas, donde podría quedar como cuarta o quinta fuerza política, por detrás, incluso, del PP.
En el caso de Esquerra las dudas se centran en si debe buscar el espacio convergente, para pasar a ser la «CiU del siglo XXI», como ha pronunciado el propio Junqueras ante interlocutores empresariales, o debe liderar el flanco de izquierdas, con la propia CUP y el movimiento que impulsa la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.