El presidente del CAC se enfrenta al Parlament escoltado por Junts y ERC tras tres años negándose a comparecer
Una petición de todos los grupos inicialmente impulsada por Ciudadanos obliga a Roger Loppacher a rendir cuentas en la comisión de control de la CCMA por primera vez desde 2018
El presidente del Consell de l’Audiovisual de Catalunya (CAC), Roger Loppacher, vuelve a poner los pies en el Parlament de Cataluña tras tres años de ausencia. Su última comparecencia fue, a petición propia, el 30 de noviembre de 2018. Desde entonces, no ha rendido cuentas en la comisión de control de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals (CCMA).
Una comparecencia que ha tenido que forzarse gracias a una petición para que dé explicaciones, primero a propuesta de Ciudadanos y finalmente unitaria con todos los grupos. «Ha costado, Junts y ERC hacían piña para evitar que viniera Loppacher», han explicado fuentes del partido naranja a Economía Digital.
Además, fuentes parlamentarias han explicado que tanto Junts como ERC pretendían posponer la comparecencia aprovechando la excusa de que se solapaba con algunas comisiones de debate y enmienda a la totalidad de los presupuestos. Una petición que el presidente de la comisión de la CCMA no vio necesaria y que mantuvo a Loppacher para este viernes.
Mala praxis en transparencia
Según han explicado voces del CAC críticas con Loppacher, hasta 2018, las asistencias de los presidentes se habían hecho a petición propia del interesado, algo que no se ha vuelto a producir desde entonces. En octubre de 2020, el PP de Cataluña presentó una solicitud de comparecencia, que no llegó a materializar su objetivo ante la disolución de la Cámara.
Más allá de la falta de la buena praxis, el reglamento del Parlament recoge en su artículo 192 que el «CAC tiene que dar cuenta al Parlament sobre su situación y la situación del sistema audiovisual de Cataluña», así como hacer públicos los datos y tramitarlos a través de la comisión de control de la CCMA a partir del artículo 173, el que regula las comparecencias.
Loppacher deberá afrontar su papel como presidente del CAC tres años después, cuestionado en más de una ocasión por decantar la balanza a favor de las tesis que avalan la neutralidad de TV3 y Catalunya Ràdio, pese a que los propios datos presentados por el ente regulador de los medios audiovisuales reflejan un carácter de parte a favor del independentismo.
Un órgano con el mandato caducado
Un órgano que por otra parte tiene a todos sus miembros caducados y están pendientes de renovación. De hecho, las varias deserciones de consellers del CAC han supuesto que se haya roto la mayoría a favor de la independencia, lo que permitió que el voto de Loppacher no fuera decisivo y, por primera vez, este órgano reconociera el deje secesionista de la televisión pública.
Hasta la formación del nuevo Govern, los dos consellers que quedaban eran favorables a las tesis independentistas –el propio Roger Loppacher e Ivonne Grilley (JxCat)– permitían imponerse a los dos críticos –Daniel Sirera (PPC) y Carme Figueras (PSC)– gracias al voto de calidad del presidente del CAC.
La salida de la representante de Junts para entrar como alto del Govern de Pere Aragonès, es actual directora general de Asuntos Religiosos en la consellería de Justicia, ha dejado solo a Loppacher, que ya no tiene voto de calidad al no producirse un empate, y que ha activado las prisas del independentismo para renovar un órgano que ya no tienen bajo control.
Loppacher accedió a la presidencia en 2012, y tiene el mandato caducado, como un total de 140 altos cargos que afectan a otras instituciones, como la del Síndic de Greuges o el Consell de Govern de la CCMA. Un gran pacto que debe hacerse por mayoría de dos tercios y que involucra al PSC, ERC y Junts necesariamente.
El presidente del CAC cuenta en la comparecencia con el apoyo de los partidos del Govern y, a la vez, a toda una oposición que pretende abordar cuestiones como el sueldo de Pilar Rahola en el FAQS, los programas donde se permite el «puta España» con la excusa del humor, y otros exabruptos de la televisión pública que contravienen el propio Libro de Estilo.