Podemos Andalucía pierde hasta la marca: historia de un matrimonio roto desde el principio
El control de grupo y la marca Adelante Andalucía ha dado pie a un divorcio que divide hoy en dos a la izquierda del PSOE en el Parlamento andaluz
Es habitual recurrir a la memorable escena de La vida de Bryan, aquella hilarante discusión entre miembros del Frente Judaico Popular y los defensores del Frente Popular de Judea, para resumir, a la persona lega en la materia, las múltiples escisiones y derivas que, a lo largo de los años, ha sufrido la izquierda a la izquierda del PSOE en Andalucía y en toda España.
Si a nivel nacional, fue a partir de noviembre de 2019 cuando bajo el nombre de Unidas Podemos se unieron Izquierda Unida y el Podemos originario de Pablo Iglesias, hoy la fragmentación de la izquierda andaluza y el desastre del experimento de la coalición (Adelante Andalucía) es una realidad a ojos de sus simpatizantes. De los 17 diputados que logró la formación en las elecciones de 2018, sólo permanecen en el grupo parlamentario los 6 de Izquierda Unida. El resto, 11, forman parte del Grupo de No adscritos.
Con frecuencia, tratar de explicar la situación actual de este partido deriva, como en la película de los Monty Pyton, en un trabalenguas infinito que arroja, sin embargo, una concusión clara: la fragmentación de esta coalición complica la identificación del proyecto político y de sus objetivos y, por tanto, su utilidad futura como socio necesario para armar mayorías en la izquierda de la cámara con el objetivo de desalojar al bloque de derechas del Gobierno andaluz.
Este tiempo, las crónicas políticas han reflejado uno de los divorcios más polémicos del parlamentarismo andaluz que deja otra consecuencia evidente: de cara a las próximas elecciones, el potencial votante de izquierda en Andalucía no conoce quién será el cabeza de cartel en las próximas elecciones autonómicas, previstas según el calendario oficial a finales de 2022.
El problema es que tampoco lo saben en estas formaciones si se tiene en cuenta que, aparentemente, no hay candidato voluntario que se atreva a liderar una coalición para la que se necesita mucha mano izquierda.
En distintas entrevistas y declaraciones, se ha descartado para el puesto el malagueño Alberto Garzón, ministro de Consumo y coordinador federal de Izquierda Unida; tampoco parece querer serlo el también malagueño Toni Valero, recién elegido coordinador regional de Izquierda Unida. Y Martina Velarde, secretaria general de Podemos Andalucía, tampoco ha aclarado a día de hoy si será la candidata o no de su partido a la Junta.
Por su parte, Más País, que no tiene representación en el Parlamento Andaluz, encabezada en Andalucía por la profesora de Derecho Constitucional Esperanza Gómez, ex diputada de Adelante Andalucía, desaprueba los guiños que en varias ocasiones ha lanzado Iñigo Errejón a su ex compañera de filas. Más que la sintonía política les une, a ojos de algunas voces consultadas por Economía Digital, el rechazo a todo lo que tenga que ver con Pablo Iglesias, quien a estas alturas prepara su vuelta al mundo universitario.
Un matrimonio roto desde el principio
La fecha en la que se escenificó con más evidencia que este matrimonio tenía las horas contadas fue tras las elecciones generales de 2019, las segundas tras la legislatura fallida en la que Pedro Sánchez y Albert Rivera no alcanzaron un acuerdo después de la llamada a las urnas en abril de 2019.
Entonces, la entrada en el Gobierno de Pablo Iglesias y sus cuatro ministros originó una situación de tensión en Podemos a nivel nacional, impulsado por Teresa Rodríguez, cuyas consecuencias llegan hasta hoy.
La división, ahora, radicaba entre quienes saludaban con naturalidad la oportunidad histórica de entrar en el Gobierno de España y quienes, como los anticapitalistas, entendían que tras dar el apoyo a Sánchez para la investidura, bastaba con marcar la agenda y forzar ciertas desde fuera del Gobierno.
Como es habitual en esta formación, en noviembre de 2019, este asunto se sometió a la opinión de las bases ganando con un abrumador 91% la opción de entrar en el Ejecutivo de Pedro Sánchez.
Rodríguez caía derrotada ante Pablo Iglesias de forma clara si bien los anticapitalistas arguyeron, y lo siguen haciendo hoy, que esta consulta tuvo un error de partida: “No se planteó una pregunta compleja, se preguntó si había que entrar o no, no de no participar del Gobierno pero sí apoyar investidura, caben los matices”, defienden en el entorno de Teresa Rodríguez. Pablo Iglesias, ahí están las hemerotecas, nunca se planteó que el apoyo del Podemos al PSOE fuera gratuito.
Este revés de Rodríguez no fue el primero. Ya en el proceso constituyente de Podemos, en diciembre de 2014, la gaditana apoyó la corriente alternativa al secretario general con el que en mayo de ese mismo año llegó de la mano al Parlamento Europeo tras dar la sorpresa en las elecciones europeas con cinco diputados.
Para ambos, la política europea fue un mero trámite que sirvió como trampolín para sus respectivos proyectos: Teresa regresó a Andalucía para impulsar el Podemos andaluz y Pablo Iglesias hizo lo propio a nivel nacional.
Aunque con estilos diferentes. Teresa se cuidó mucho siempre de subrayar la coherencia de hacer y vivir en la línea de las ideas que defendía en la cámara, por eso criticó en su día la polémica compra del chalet de Galapagar por parte de Irene Montero y Pablo Iglesias y fue muy dura con la salida del Gobierno de Pablo Iglesias.
A Teresa es habitual verla moverse en transporte público y, a día de hoy, vive en el mismo bajo en el gaditano barrio de La Viña en el que estaba cuando llegó a la política. “No parecernos a la casta, no ser como ellos”, es su lema.
En concreto, ante los medios en la mañana de 15 de marzo pasado, declaró: “Repetir unas elecciones, conseguir una vicepresidencia, haber generado la posibilidad de que Vox se convierta en una fuerza política de este país. Es la irresponsabilidad más grande que ha cometido Podemos y Pablo Iglesias. Haber hecho todo eso solo para ser vicepresidente de un Gobierno del PSOE y aburrirse algunos meses después. Trasladan la idea de que algunos están en política por apetencias y impulsos”.
Una formación, dos relatos
Lo cierto es que, como la novela de García Márquez, esta historia era la crónica de una muerte anunciada.
En la formación Adelante Andalucía, una marca compartida en su nacimiento por Izquierda Unida y por Podemos, molestaba sobremanera que diputados alineados en las tesis de Teresa Rodríguez, como Ángela Aguilera, expresaran posicionamientos contrarios al Gobierno sin el consenso del resto del grupo. Una suerte de ir por libre que chocaba con la férrea disciplina de partido propia del partido comunista, alma de Izquierda Unida.
A este ir por libre, se une la acusación de que Teresa Rodríguez y sus anticapis habían usurpado el nombre del partido en un cuestionable registro de la marca y un posterior secuestro de las redes sociales –herramienta fundamental en la estrategia política de esta formación-. Una acusación que explica, en parte, que este divorcio haya acabado en los juzgados como un serial que de tan complejo antes que provocar interés resulte agotador para cualquiera.
“Me pierdo”, se escucha con frecuencia en los corrillos de periodistas cada vez que hay que abordar un nuevo capítulo de esta agitada crónica política.
Finalmente, el divorcio se plasmó en febrero de 2020, en la vida preCovid, en un vídeo conjunto de Teresa Rodríguez y Pablo Iglesias, en el que la coordinadora general de Podemos Andalucía anunciaba que no seguiría al frente de la formación para centrarse en el proyecto andalucista en el que aspiraba convertir Adelante Andalucía.
Un vídeo blanco, casi naif, culminado en un abrazo –“no es un adiós, es un hasta luego”, dijeron-, que precedía a la guerra. Su cargo pasaría a ocuparlo Martina Vealarde, diputadas de Unidas Podemos en el Congreso.
Y aquí está la base del enfrentamiento de Teresa con sus compañeros de escaño: ¿es Teresa la dueña de la marca Adelante Andalucía?, ¿fue ella la única impulsora de este proyecto? ¿pervirtió Podemos el objetivo con el que Adelante nació, que era defender los intereses de Andalucía por encima de las directrices de Madrid y los dictados de las direcciones del partido?, si Teresa y los suyos contravienen las tesis defendidas por la dirección nacional ¿son tránsfugas o disidentes?
En parte, como respuesta a estas preguntas, el pasado octubre de 2020, se inició el proceso de expulsión del grupo parlamentario a Teresa Rodríguez y sus diputados bajo el amparo del pacto antitransfuguismo.
Con la desaprobación reiterada de los letrados del Parlamento, la Mesa de la cámara, con la abstención de Ciudadanos, atendió la petición que tramitó Inma Nieto (IU), la portavoz de Adelante Andalucía, en nombre de la dirección de Podemos Andalucía, por la cual la gaditana y otros siete diputados de la confluencia pasaban a ser diputados no adscritos.
En estos momentos, esta expulsión está recurrida ante el Tribunal Constitucional que ya ha rechazado las medidas cautelares planteadas por Rodríguez si bien sigue adelante con el estudio del caso. Complejo, complejísimo como un divorcio en que las partes no se avienen a razones.
No en vano, el caso ha dado pie a un rosario de declaraciones cruzadas que han despertado el interés, incluso, del estudio universitario. Con el título Adelante Andalucía: de la revolución a la ruptura, Juan Andrés Vargas ha defendido recientemente su TFG en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, ahondando en la tesis de que esta disputa a los ojos de todos de la izquierda a la izquierda del PSOE se trasladaba en una pérdida de la confianza del electorado.
Estrategia futura: tú por tu lado, yo por el mío
El episodio más reciente es de esta misma semana y tiene que ver con un cambio nominal: “a todos los efectos el Grupo Adelante Andalucía pasa a denominarse Grupo Unidas Podemos por Andalucía”, informó el pasado miércoles el servicio de prensa del Parlamento de Andalucía.
De esta forma, los diputados encabezados por Inma Nieto, por un lado, se resignan en la práctica a renunciar a la marca que crearon conjuntamente Maíllo y Rodríguez y, por otro, concentran sus energías a partir de ahora a estrategias que se alejen de las cuitas discursivas para pasar al terreno de la práctica política.
Los diputados encabezados por Inma Nieto, por un lado, se resignan en la práctica a renunciar a la marca que crearon conjuntamente Maíllo y Rodríguez
En este sentido, fuentes de Izquierda Unida explican a Economía Digital que la fuerza de este grupo “reside en su poder local”. A día de hoy Izquierda Unida tiene en toda Andalucía, más de 60 alcaldías, la mayoría en las provincias de Málaga, Sevilla y Córdoba, y cuenta con más de mil alcaldes. Mientras, la única alcaldía representativa de Anticapitalistas es el Ayuntamiento de Cádiz que gobierna José María González Kichi, aunque ya ha dicho en varias ocasiones que no quiere repetir como alcaldable.
De hecho, Izquierda Unida, hoy por hoy es el partido de referencia de Unidas Podemos Andalucía, disfruta de tranquilidad orgánica y quiere abstraerse del ruido para centrarse en hacer valer el peso de sus políticas en el seno del Gobierno de España, fundamentalmente de la mano de Alberto Garzón quien, como el resto de los ministros no PSOE, se ha salvado de la guillotina de Pedro Sánchez.
La estrategia de Teresa Rodríguez, por su parte, se plantea como una suerte de vuelta a los orígenes por la que, una vez recuperada del shock de la expulsión del grupo parlamentario, se ha afanado en trabajar por refundación de Adelante Andalucía.
Así el pasado 26 de junio, la parlamentaria no adscrita presentó en Granada, según expresó, una “asamblea de refundación” para continuar su propósito de constituirse en un partido “netamente andaluz, de obediencia andaluza, soberanista andaluz, ecologista e igualitario” con cabida de una serie de movimientos de izquierdas con Anticapitalistas Andalucía, de la que ella es referente, como fuerza motriz.
Con todo, Teresa, profesora de Lengua, ya ha dicho en varias ocasiones que su vida en política tiene los días contados y que su activismo andalucista se puede ejercer fuera de la cámara.
Por tanto, a día de hoy no hay certeza alguna de cómo y con qué cabecera concurrirá esta formación en las papeletas de las próximas elecciones autonómicas, unos comicios que, de pulsar Juanma Moreno el botón de adelanto electoral, pillaría a todos los partidos de la cámara andaluza sin excepción tratando de restañar sus heridas internas.