Pere Aragonès, un independentista tranquilo para aportar realismo al Govern
El nuevo vicepresidente y hombre fuerte de ERC en el gobierno de Torra es un joven veterano con fama de pragmático y un consumado negociador
Cuando, en diciembre de 2006, Pere Aragonès (Pineda de Mar, 1982) se estrenó como diputado, con 24 años recién cumplidos, ERC iniciaba su andadura en el segundo tripartito, el de José Montilla. Aquella Esquerra bicéfala de Josep Lluís Carod-Rovira y Joan Puigcercós ya había dado el salto que le había convertido en clave para desbancar a CiU del poder, pero era también la casa de las dagas voladoras, una formación sometida a una crisis de crecimiento continua en la que el mérito, o al menos la capacidad de supervivencia, radicaba en ser capaz de esquivar los cuchillos.
Aragonès, miembro de Òmnium Cultural y forjado en las juventudes del partido, en las que entró con 16 años, lleva más de una década haciéndolo, a base de mantener un perfil técnico y evitar quemarse en luchas intestinas o polémicas más o menos mediáticas. Sin hacer ruido, es el único de los diputados republicanos de aquella octava legislatura que hoy sigue en primera línea política. Es más, con Oriol Junqueras en la cárcel y Marta Rovira en Suiza, ha sido quien ha acabado por coger las riendas del partido.
Hombre de confianza de Junqueras
Abogado de profesión, durante la década que pasó en el Parlament, se labró ya fama de pragmático y fino negociador, y no solo sobrevivió a la profunda renovación interna del partido que propició Junqueras, sino que se erigió en uno de sus hombres de confianza.
No en vano, comparte con el líder ahora encarcelado en Estremera talante dialogante y pericia para volar por debajo del radar de las polémicas situadas en primer plano como su faceta de especialista en historia económica, el ámbito al que pertenece el doctorado que está cursando tras haberse licenciado en derecho y haber cursado estudios en economía y políticas públicas en Harvard.
Tratos con Montoro
Aragonès dejó su escaño en el Parlament a principios de la legislatura pasada, cuando Junqueras, entonces vicepresidente económico del gobierno de Junts pel Sí, los nombró a él y a Lluís Salvadó secretarios de Economía y de Hacienda, respectivamente. Con las cuentas de la Generalitat fiscalizadas mes a mes por el ministerio de Economía y Hacienda desde unos meses antes de su nombramiento, fue a a Aragonès a quien le tocó negociar con el ministerio de Cristóbal Montoro las transferencias del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) y todo lo demás. Lo hizo, como tiene por norma, sin exabruptos ni gesticulaciones que no van con su carácter.
En septiembre, tanto Salvadó como el número dos de Junqueras, el secretario general de Economía y Hacienda, Josep Maria Jové, fueron detenidos en la operación de la Guardia Civil contra los preparativos del referéndum y, investigados por malversación, el gobierno catalán les cesó como parte de su estrategia de defensa. Al que no salpicó el tema fue a Aragonès, que también permaneció en su puesto tras la aplicación del artículo 155.
El partido en sus manos
Desde entonces, este independentista pata negra de gesto y palabra sosegados, mucho más partidario del seny que de la rauxa y de talante liberal en lo económico y progresista en lo social, ha compaginado el mantenimiento del cargo más alto de la superconselleria de Junqueras no asumido por el gobierno central con el control del partido.
Sobre todo, desde la huída de Rovira, que le dejó como hombre al cargo en un momento crítico para Esquerra, con Junqueras en prisión, todo el protagonismo y el mango de la sartén en manos de Junts per Catalunya (JpC) y el partido pendiente de una reorganización que tendrá que ser también estratégica, tras haber dado la espalda a la vía unilateral que la propia ERC había defendido hace poco hasta el punto de empujar a Puigdemont a la declaración de independencia del 27 de octubre.
Aragonès ha asumido el reto sin renunciar a ese perfil bajo en el que se siente tan cómodo
Ungido como adjunto a la presidencia de Esquerra, Aragonès ha asumido el reto sin renunciar a ese perfil bajo en el que se siente tan cómodo. A la que sí ha renunciado es a su acta de concejal en su Pineda natal, que hasta ahora había compaginado tanto con su labor de diputado como con sus tareas en el gobierno.
A partir de ahora, le tocará seguir supliendo a Junqueras no solo en el partido, sino también en el gobierno. Como vicepresidente económico, no solo será él quien tendrá que seguir negociando euro a euro las cuentas con Montoro y los suyos, como no ha dejado de hacer durante estos siete meses con la Generalitat intervenida. También será quien lleve la voz cantante por parte de ERC en las reuniones del ejecutivo, el responsable de traducir las líneas estratégicas trazadas por Junqueras en la gestión del día a día y en la desgastada relación con sus socios puigdemontistas.
Lo que está por testear todavía es su capacidad de liderazgo
El perfil de Aragonès le va como un guante al rol que se reserva Esquerra en el gobierno de Quim Torra: el de la gestión y el manejo del grueso del presupuesto, frente a un JpC entregado en cuerpo y sobre todo alma a los gestos simbólicos y el frente propagandístico.
No hay dudas en el partido de su capacidad a la hora de asumir la cartera económica y las conversaciones con Madrid, porque en esas lides, su currículum le avala. Lo que está por testear todavía es su capacidad de liderazgo. Habrá que ver si, a sus 35 años, da un paso al frente o sigue prefiriendo moverse en la segunda línea, lejos de los focos. Lo que, sin Junqueras y Rovira disponibles para ocuparla, dejaría la primera, como ya ha pasado estos meses, en manos exclusivamente de JpC.