Pensiones y «permanente revisable»: los riesgos de legislar en caliente

Las pensiones y la prisión permanente revisable han protagonizado dos de los debates parlamentarios más intensos y llenos de promesas de cara a la galería

Recibe nuestra newsletter diaria

O sĂ­guenos en nuestro  canal de Whatsapp

No es usual que en una legislatura adormecida haya dos plenos tan mediáticos y apasionados en una semana. Primero fueron las pensiones y después la votación de enmiendas al proyecto de reforma de la prisión permanente revisable.

Los pensionistas y las víctimas fueron los protagonistas. Y en ambos debates primaron las emociones y los intereses electorales sobre la sostenibilidad de las pensiones y la seguridad de los ciudadanos. Sus señorías profirieron exabruptos y soflamas en vez de reflexiones y propuestas razonadas.

Las pensiones y la prisión permanente revisable han protagonizado dos de los plenos más apasionados en lo que va de legislatura

Los padres de Ana Quer y de Mari Luz y algunos otros familiares de víctimas mediáticas asistieron este jueves a la sesión sobre la derogación de la prisión permanente revisable.

Parcos en sus ademanes e hieráticos, con la mirada perdida de quien sabe que es protagonista, no hicieron nada que llamara especialmente la atención. Su eficacia radicó ayer en la solemnidad de su silencio. Abajo, en la tribuna se habló de sus deudos que fueron moneda de cambio electoral.

¿Populismo punitivo?

El debate se sostuvo en arengas en donde unos esgrimían el dolor de las víctimas y los otros denunciaban el populismo punitivo y la utilización del dolor ajeno. Si alguien esperaba un debate sólido de argumentos sobre los derechos fundamentales y la eficacia de castigos duraderos, tuvo necesariamente una decepción. No importaron el derecho ni la eficacia de la reinserción.

Se trataba de aprovechar el impacto mediático y emocional de las últimas tragedias criminales. Insultos, acusaciones cruzadas y dificultades de Ana Pastor para mantener el orden ante unas señorías desbocadas.

Si alguien esperaba un debate sobre derechos fundamentales tuvo una decepción

El hemiciclo del Congreso de los Diputados da una impresión falsa en televisión. En realidad, es mucho más pequeño. Acercarse a la Carrera de San Jerónimo o ver por televisión los debates reproduce la diferencia entre ver una corrida por televisión o asistir a los toros desde el burladero. En directo y de cerca se respiran los resoplidos de los Miuras; también de sus señorías.

La televisión en directo y las redes sociales están haciendo estragos en nuestros comportamientos. La televisión abduce. Es un imán difícilmente soslayable. Una droga, una adicción de la que es muy difícil salir.

El hemiciclo del Congreso de los Diputados da una impresión falsa en televisión

Hay temas excepcionalmente difíciles de tratar con la razón por mucho respeto y comprensión que se utilice. Analizar el comportamiento habitual de algunos familiares de víctimas de la violencia es un reto porque se ha establecido que las víctimas tienen una razón universal por el hecho de serlo.

Hay una atracción universal en nuestra sociedad por el morbo de estas tragedias que promueven convulsiones sociales de las que las televisiones ganan rédito en audiencia.

Separar la obligación informativa del negocio del dolor es muy difícil, pero se debería poner en práctica.  Las cadenas acechan a las víctimas para suministrarles dosis de popularidad que no puedan rechazar.

Es difícil separar la obligación informativa del negocio del dolor, pero se debería poder conseguir

Dicho con todo respeto se convierten en profesionales del dolor. Difícil culparles porque son víctimas de un sistema mediático que utiliza cualquier estrategia para que no abandonen los platós.

Algunas de las víctimas han construido un liderazgo social sobre sus tragedias. El dolor se transforma en una mezcla de activismo de raíz personal y en una larga carrera mediática que no son capaces de abandonar.

Una vida destrozada es la antesala de un liderazgo que no va a tener el contrapeso de la crítica. Analizar estos hechos es una actividad de alto riesgo.

El dolor se transforma en una mezcla de activismo de raíz personal y en una larga carrera mediática 

Las emociones y la corrección política promueven el desistimiento de cualquier actitud crítica. Los deudos de las víctimas alcanzan un estatuto de conductores de la sociedad y su dolor les hace acreedores de una autoridad moral indiscutible sobre el universo de los crímenes más crueles y sórdidos.

Con los pensionistas se reproduce en parte el esquema. La mayoría son también víctimas directas de un sistema injusto que les condena a malvivir, en muchos casos, los últimos años de su vida, cuando no son ya necesarios como productores y tienen la osadía de acomodarse al crecimiento de las expectativas de vida.

Ahora, los pensionistas son sobre todo un trofeo electoral. Sus protestas han despertado la preocupación de los legisladores, adormecida durante años. La urgencia tiene la misma raíz que la legislación sobre las penas por delitos graves. Proporcionarán votos.

Los pensionistas son un trofeo electoral

En la sesión del miércoles ninguna señoría tiró de calculadora. Si no llega el dinero se imaginan nuevos impuestos que ni siquiera están calculados. Soluciones exprés para problemas estructurales porque la sangre electoral es un atractivo irresistible.

Mariano Rajoy, acosado por demasiados frentes, pasó palabra y se remitió a la necesidad de unos presupuestos que acomoden cualquier partida para subir impuestos. No le falta razón, aunque no sea una jugada limpia.

Es su única vía de escape, además de las acusaciones históricas al PSOE, para salir de un atolladero en donde no se puede inventar recursos para adecuar las pensiones al IPC. No hay solución a la vista, ningún plan de trabajo, porque en el fondo, como en el caso de las víctimas, los problemas de los pensionistas son esencialmente mercancía electoral. Proponer y prometer lo que no se puede cumplir entra dentro de nuestra lógica parlamentaria.

En la Cámara de los Comunes se demuestra que la política existe para convencer y no para soliviantar

Asistí a un debate en la Cámara de los Comunes hace muchos años. He vuelto varias veces como visitante. De cerca, es un parlamento profundamente informal.

Por sus instalaciones, sin cambios esenciales desde hace más de ciento cincuenta años, y también por la laxitud y flexibilidad de su reglamento que le proporciona una agilidad extraordinaria. Pocas reglas, pero rigurosamente cumplidas. El resultado es un universo que permite y potencia debates donde sus señorías actúan para convencer a sus oponentes y no se dedican en exclusiva a posar para la galería.  

Demuestran que la política y la palabra existen para convencer y no para soliviantar. Es una democracia antigua que todavía no ha perdido de vista que la obligación de un gobernante es dotar a los ciudadanos de una vida digna y un gobierno que les sirva. Para lograr eso, lo primero que es necesario es una dedicación inteligente a la labor parlamentaria encaminada a conseguir soluciones además de votos.

Desde la grandeza que les permite dar al adversario la razón cuando creen que la tiene. Algo que no existe en el imaginario colectivo de nuestras señorías. Todavía se busca un político español que reconozca un error o que conceda la razón a un adversario. A la espera de políticos humanos.

Recibe nuestra newsletter diaria

O sĂ­guenos en nuestro  canal de Whatsapp