Pedro Sánchez se aísla para sostener un Gobierno bajo constante chantaje
La predisposición del Gobierno a indultar a los políticos condenados por el 1-O rompe alianzas políticas, institucionales y sociales aunque protege a la coalición
Pedro Sánchez está acostumbrado a fiar su suerte a decisiones arriesgadas, cuando no temerarias. Como mayores ejemplos, su resurgimiento de las cenizas para vencer a Susana Díaz y todo el aparato socialista y la moción de censura contra Mariano Rajoy, cuyas opciones parecían ser nulas cuando la planteó. El desenlace es de sobra conocido.
El problema es que esta confianza en su ventura se ha convertido en una huida hacia adelante. Desde que cerró el acuerdo de Gobierno con Pablo Iglesias, las decisiones se han dirigido a tapar los agujeros de una coalición que amenaza a diario con hacer aguas. Las divergencias públicas entre ministros son habituales y PSOE y Unidas Podemos han votado divididos en el Congreso en varias ocasiones.
Los últimos acontecimientos han mostrado al presidente del Gobierno más imprudente. El movimiento para tumbar al PP en Murcia no pudo terminar peor para Sánchez. Fracasó la moción de censura con Cs en la región, pero eso es lo de menos. El efecto mariposa provocó unas elecciones madrileñas en las que Isabel Díaz Ayuso arrasó y Ángel Gabilondo se llevó una humillante derrota, superado incluso por Más Madrid.
La victoria de Ayuso es la de un Pablo Casado que estaba sediento de buenas noticias, mientras que la derrota de Gabilondo es la de un Sánchez demasiado confiado en el acierto de sus asesores de cabecera. Las encuestas así lo están reflejando: varias ya ven al líder popular en la Moncloa; de hecho, la única que no lo hace es la del CIS de José Félix Tezanos, si bien sí detecta una tendencia al alza del PP y a la baja del PSOE.
Desde el 4-M, Sánchez no levanta cabeza, encadenando malas decisiones que le están dejando cada vez más solo… con sus socios. La crisis de Marruecos, fruto de la torpeza de su ministra de Exteriores, Arancha González Laya, le enfrentó a toda la oposición y a los empresarios, a los que ya tenía de uñas por las reformas estructurales y el reparto de los fondos europeos.
El PP incluso tendió la mano al Gobierno, que la rechazó. Fue el último desprecio a la opción de tener grandes pactos de Estado, algo que ha sido imposible para grandes temas como la renovación del CGPJ. Ni la salida de Iglesias del Ejecutivo lo ha facilitado, al menos de momento. La guerra con los jueces por las injerencias es total, pero solo les faltaban los indultos.
La intención de Sánchez de indultar a los políticos y líderes sociales catalanes condenados por el referéndum del 1 de octubre de 2017 en Cataluña ha terminado de aislar al presidente del Gobierno, cuyo único objetivo parece ser salvar la legislatura sosteniendo un Ejecutivo con un socio principal desleal, aunque ahora más callado, y unos socios secundarios interesados.
El indulto –y he aquí el último cabreo de los jueces– puede ser imposible pues Sánchez podría incurrir en lo que se denomina autoindulto: llevar a cabo esa medida de gracia para satisfacer a un socio –en este caso, principalmente, a ERC– y asegurarse así su apoyo, lo que garantiza la supervivencia de quien aplica el indulto, el Gobierno.
Pero la medida también coincide con lo que siempre ha defendido el socio-parte de la coalición, Podemos. Pedro Sánchez, que hace unos años se alineó con el PP en el rechazo al desafío independentista, ha asumido ahora el discurso morado. Palabras como “revancha” y “reconciliación”, o recurrir a la supuestamente nefasta herencia popular como argumento para tener que ahora aplicar los indultos, son muestras de ello.
Pese a las dificultades políticas e incluso legales, parece que Sánchez está decidido a aplicar la medida de gracia a Oriol Junqueras, Jordi Sánchez, Carme Forcadell, Jordi Turull, Josep Rull y el resto de presos del procés, si bien también baraja un plan B. Esa intención ha levantado a toda la oposición y a los jueces, ya enfrentados al Ejecutivo, pero también puede poner en apuros al Rey, que debe firmar el indulto.
En el socialismo español también levanta ampollas. Solo los sanchistas declarados como Ximo Puig han salido en defensa del presidente, mientras barones como Emiliano García Page ya han dicho abiertamente su rechazo a los indultos. El presidente había mantenido hasta ahora su casa de Ferraz más o menos ordenada pero las voces discrepantes crecen, como las de los alcaldes, y pueden culminar plantándole cara en las citas del PSOE tras el verano.
Antes, y también tiene su importancia, Sánchez se las tiene que ver con una antigua enemiga, Susana Díaz, que podría hacer bueno el refrán de “la venganza es un plato que se sirve frío”. Las primarias andaluzas, a las que el presidente ha enviado al alcalde de Sevilla, Juan Espadas, para apartar a la hasta ahora líder regional del partido, pueden ser el pistoletazo de salida de una verdadera oposición interna a Sánchez si pierde frente a Díaz.
Visto lo visto, podría decirse que Sánchez se ha aislado. Incluso, de parte de su partido. Le quedan, sin embargo, más dos años de legislatura que, confiando en su suerte y con las encuestas en contra, está dispuesto a agotar. Para ello ha aceptado todo tipo de condiciones y chantajes de sus socios, desde la contrareforma laboral –pedido por Bildu y apoyado por Podemos– hasta los mismos indultos.
Pedro Sánchez quiere resistir hasta 2023
Por increíble que parezca, no es descabellado que consiga resistir hasta 2023. Incluso con algunos de sus ministros descontentos con varias de las últimas polémicas decisiones. Podemos, un dolor de muelas constante desde el primer día, vive su momento de menor protagonismo mediático desde la encajada de manos de Sánchez e Iglesias. Y es que este último ya no está.
La salida del Gobierno y de la política del jefe morado ha pacificado las relaciones de los dos partidos en la coalición. Al menos, de puertas para adentro. Yolanda Díaz, la nueva líder de Unidas Podemos en el Ejecutivo, tiene buenas relaciones con su presidente y se han conjurado para lavar los trapos sucios en casa y facilitar así su supervivencia.
Lo que durará esta paz, o guerra fría, es una incógnita. De hecho, Ione Belarra ya ha desentonado este mismo sábado. Y es que cualquier chispa puede iniciar un incendio entre PSOE y Unidas Podemos. Cualquier ministro puede volver a apagar un fuego con gasolina. Cualquier socio –desventajas de necesitar a muchos– puede descolgarse con nuevas exigencias. De momento, sin embargo, resiste. Probablemente el verbo que más se asocia a Sánchez hasta ahora.