Pedro Sánchez rompe el tablero político español (y catalán)
La victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE abre un nuevo periodo que obliga a moverse a Rajoy, Iglesias y Puigdemont
Solo. Pedro Sánchez se convirtió en la noche de este domingo el nuevo secretario general electo del PSOE, con más del 50% de los votos de los militantes socialistas. Contra el poder de los dirigentes territoriales, y sin apenas apoyos mediáticos, Sánchez rompe el tablero político español, y también el catalán, porque obligará ahora a todos los principales actores a moverse, aunque, internamente, los riesgos en el PSOE son también muy altos.
Sánchez vuelve a disponer de un capital político enorme. Ha derrotado a Susana Díaz, que estaba llamada a dirigir el partido desde la dimisión de Pérez Rubalcaba, tras su fracaso electoral. Rubalcaba se dejó 4,3 millones de votos en 2011, a más de 70 escaños del PP, y por debajo del 30% de los votos. Eso se quiso olvidar muy pronto. También que el movimiento del 15M fue en la primavera de 2011, con Rubalcaba como jefe del PSOE.
Susana Díaz le reprochaba a Sánchez que no gana elecciones, pero la gran derrota la protagonizó Rubalcaba
En ese momento no existía Podemos, ni Ciudadanos se presentaba en unas elecciones generales. A Sánchez, Susana Díaz le ha reprochado en la campaña de las primarias que había sido derrotado por dos veces en las elecciones, a finales de 2015 y en 2016, sin tener en cuenta esa circunstancia, y es que en España han pasado cosas en los últimos años, de tanta envergadura que el bipartidismo imperfecto que se constituyó, tras la transición, ha acabado en un sistema con cuatro partidos políticos con posibilidades de trazar coaliciones de gobierno.
El peligro del PSOE ahora es evidente. Sánchez apareció como un salvador, en la sede del partido socialista, prometiendo “un nuevo PSOE” y “unidad” con todos los “compañeros y compañeras”. La retórica fue la clásica, pero cantando, sin tapujos, La Internacional. El giro a la izquierda será el principio que guie a Sánchez, pero ¿qué quiere decir ese giro? ¿Y qué consecuencias tendrá?
El nivel interno es el primero que deberá abordar Sánchez. Ahora en el partido, ni Susana Díaz, ni Patxi López, ni los barones territoriales, le podrán toser, porque es secretario general por un sistema, el de las primarias –discutible—que le otorga una enorme legitimidad. También para algunos medios de comunicación la victoria de Sánchez supone una gran cura de humildad.
Los dirigentes territoriales no le podrán toser a Sánchez, pero todo depende de su capacidad para aunar esfuerzos
Esa victoria tan personal le obliga a reconvertir el partido, que celebrará el congreso casi de refundación el 17 de junio en Madrid. Dependerá de cómo integre las diferentes corrientes, y si Susana Díaz está dispuesta a colaborar, junto con todos esos dirigentes territoriales, como Fernández Vara, Javier Lambán, García-Page o Ximo Puig.
Esa unidad, si la logra Pedro Sánchez, le podría llevar a articular un proyecto político que pueda conectar, de verdad, con la sociedad española, pero con el riesgo de defender tesis repletas de coherencia, pero que le podrían conducir a la situación de Corbyn, el líder de los laboristas en el Reino Unido, puro, pero en un rincón.
El PSOE, con esa victoria de Pedro Sánchez, provocará un cambio orgánico. ¿Qué peso tendrá la ejecutiva o el comité federal, cuando el secretario general ha sido elegido directamente por la militancia? Esa circunstancia es la que no tuvo en cuenta el PSOE, y que sigue siendo una asignatura pendiente, al apostar, sin pensarlo mucho, por un sistema de primarias.
Pero en el conjunto de la política española y catalana las cosas también cambian. Pedro Sánchez puede estar en disposición de plantear una moción de censura, –ahora deberá responder sobre la que ha registrado Podemos. Y Mariano Rajoy ya no podrá gobernar de la misma forma, si sabe que, en cualquier momento, se puede forzar en el Congreso un nuevo ejecutivo.
Rajoy no puede gobernar igual, con el riesgo permanente de una moción de censura
En la medida en la que Sánchez sepa aunar esfuerzos internos, —debe demostrar que es el PSOE el que se mueve con él, todo el PSOE—la voz de los socialistas puede interesar a Ciudadanos, y a Pablo Iglesias, que ya no tendrá la facilidad de desestabilizar al partido con guiños a sus bases más jóvenes o más inclinadas a un proyecto netamente de izquierdas.
En cuanto al problema catalán, para el conjunto del soberanismo es un balón de oxígeno, pero también un enorme reto. Obliga al presidente Carles Puigdemont a ganar tiempo, a esperar y ver cómo evoluciona la política española, y aplazar, por tanto, el referéndum que quiere celebrar.
Este mismo lunes, Puigdemont podría variar el discurso que tenía pensado ofrecer en Madrid. Ya no es –en la mentalidad del independentismo— un muro el que tiene delante, con la figura de Mariano Rajoy, sino un escenario que cambia, que puede ofrecer nuevas mayorías y acuerdos, con un PSOE que, por lo menos, se ha vuelto a poner en pie.
Iglesias tendrá menos facilidades para apelar al voto joven del PSOE tras la victoria de Sánchez
Puigdemont deberá tener en cuenta al PSC, que busca una vía alternativa al soberanismo, y que ha salido muy reforzado con la victoria de Sánchez. Miquel Iceta, el primer secretario de los socialistas catalanes, adquiere ahora un papel central, actuando como puente y con una voz autorizada para presionar a los partidos independentistas de que el plan que han trazado no va a ninguna parte.
Sánchez ha obtenido en gran medida su victoria con el apoyo de los militantes catalanes, con una diferencia abismal respecto a Susana Díaz, aunque haya ganado también en todas las comunidades menos en Andalucía.
Miquel Iceta sale muy reforzado con la victoria de Sánchez y actuará de puente con el soberanismo
Para el PSOE supone un vuelco total. El grupo parlamentario deberá ajustarse. A pocos minutos de conocer la victoria de Sánchez, Antonio Hernando, el portavoz del grupo del PSOE en el Congreso, presentó su dimisión. Todo dependerá ahora de cómo gestione la nueva situación Pedro Sánchez, pero con una premisa clara: por lo menos, todos esperarán ahora sus próximos pasos, para abrir una puerta o para cerrarla definitivamente.
Pedro Sánchez no es el responsable de la debacle electoral del PSOE que ocurrió en 2011 con Rubalcaba, y que tuvo su origen –también años atrás—en la gestión de Rodríguez Zapatero de la crisis económica en 2010. Pero Sánchez tampoco ha demostrado que pueda recuperar a una parte de esos votantes perdidos, a gente joven, que se abrazó a la opción de Podemos.
Ahora, cosas de la vida y de la mala gestión de sus oponentes –lo han transformado sin quererlo en un líder que se enfrenta al establishment—Pedro Sánchez tiene una segunda oportunidad.
Él solo ganó y él solo debe demostrar que puede levantar al PSOE si alcanza la máxima complicidad de su partido. Con él, y durante toda la campaña, más o menos cerca, ha tenido a algunos baluartes, como Jordi Sevilla o Josep Borrell, que sabe, perfectamente, lo que es ganar unas primarias y ser derrotado después por el aparato del partido.