Pedro Sánchez rebajará los 6 meses del estado de alarma
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, asume que deberá corregir su idea inicial para atar los apoyos de Ciudadanos, ERC, Pdecat y PNV
Pedro Sánchez querría un cheque en blanco del Congreso hasta el próximo mayo para poder manejar a su aire las restricciones relacionadas con la pandemia, pero ya sabe que va a tener que conformarse con menos.
Querría el presidente del Gobierno que el Congreso aprobara este jueves una prórroga de seis meses del estado de alarma para librarse así de aquellas tortuosas negociaciones cada 15 días que tuvo que afrontar en la primavera —con el PP primero, con ERC luego y con Cs finalmente— para encadenar una prórroga tras otra, pero las propias fuentes de Moncloa admiten que el Ejecutivo va a tener que bajar su listón y asumir algunos meses menos.
Los mismos grupos que permitieron al Gobierno del PSOE y de Podemos aquellas prórrogas del estado de alarma vuelven a estar a disposición de Sánchez, pero no quieren aflojar tanto la cuerda.
No faltan socios, en realidad, para que salga una mayoría en el Congreso para alargar la excepcionalidad, pero sí que falta un trato.
El Gobierno estudia sus ofertas
Ciudadanos, volcado con su estrategia de ser muleta del Gobierno, no tiene inconveniente en ofrecer un estado de alarma de algunos meses, pero no quiere que esta patente de corso alcance el medio año.
También el PNV, ERC y Pdecat se han puesto de cara para convalidar una prórroga larga de la alarma porque el Gobierno, al fin y al cabo, ha prometido a las comunidades autónomas que serán protagonistas de las restricciones (sea ajustando el toque de queda, sea cerrando y abriendo bares, sea limitando la movilidad en su territorio).
Incluso el líder del PP, Pablo Casado, ha puesto sobre la mesa un estado de alarma de 8 semanas. Pero, de momento, nadie cierra un acuerdo porque el Gobierno ha decidido estudiar todas sus ofertas.
De lo que no hay duda es que todo el arco parlamentario ha llegado a la conclusión de que la situación con la pandemia ha vuelto a ponerse muy peluda y de que el sistema sanitario, nuevamente muy tensionado, va camino, de nuevo, del colapso.
El propio director del Centro de Coordinación de Emergencias y Alertas Sanitarias, Fernando Simón, el mismo que hace apenas diez días hablaba de una estabilización de la curva de contagios, no descarta ahora que las UCIs estén en una situación «muy crítica» a mediados de noviembre.
Rumbo al confinamiento total
Falta por ver qué efecto surgen las medidas implementadas. ¿Va a tener algún efecto el toque de queda? ¿Y los cierres de bares y restaurantes que ha decretado, por ejemplo, la Generalitat en Cataluña? ¿Y los confinamientos perimetrales en media España?
Nadie se atreve a pronosticar respuestas porque los gobiernos autonómicos dan a entender que actúan más movidos por las intuiciones que por las certezas.
Basta con fijarse en los detalles. Hace pocos días, la Generalitat usaba para sus alocuciones televisivas unos atriles con tres palabras muy visibles: manos, mascarilla, distancia.
Ese era el dogma que debía seguirse para atajar la pandemia. Esos atriles han cambiado; aquella santísima trinidad contra el coronavirus ha perdido varios puntos de tamaño y ahora se lee una palabra en mayúsculas: RESPONSABILIDAD.
¿Qué ola es más fuerte, la primera o la segunda?
Los gobiernos dicen haberse conjurado para evitar el confinamiento total, pero la realidad es que ninguna administración se atreve a descartar este extremo.
Dijo el Gobierno que actuaría de la mano de la ciencia, suponiendo que la ciencia tenía la respuesta, y lo único que hay a la vista es un contradictorio debate de expartes sobre si hay o no hay contagio por aerosoles; sobre si los colegios son o no son centros de infección; sobre si lo que falla es el aislamiento o es el rastreo; o sobre si lo conveniente es confinamiento de fin de semana o de media semana.
Quizás es exagerado decir que hay tantos virólogos como opiniones sobre el virus, pero no lo es echar un vistazo al mundo y comprobar que hay tantos territorios como soluciones: la región de Campania (Italia) ha cerrado las escuelas; Navarra ha limitado las reuniones solo a convivientes; y la pequeña localidad bávara de Berchtesgadener Land ha cancelado vetado toda actividad salvo los servicios religiosos.
Unos gobiernos se miran a otros, unos expertos discuten con otros y tan siquiera nadie acierta a decir si esta segunda ola del coronavirus va a ser peor que la primera. Sea como fuere, estado de alarma. Algunos, casi todos, lo recordarán: «Un instrumento eficaz de lucha contra el Covid-19», dijo el gobierno de Sánchez una y otra vez durante la primavera.