Pedro Sánchez pone sobre la mesa unas nuevas elecciones
El presidente del Gobierno ya analiza el escenario de una repetición electoral tras asumir que no tendrá los apoyos para ser investido a la primera
Pedro Sánchez ha decidido someterse en julio a una sesión de investidura tenga o no atados los apoyos para ser reelegido presidente del Gobierno y, a su vez, ha comenzado a analizar la posibilidad de acudir a unas nuevas elecciones generales.
Sánchez se resiste a dar su brazo a torcer a Pablo Iglesias, a quien sigue negando un gobierno de coalición integrado por ministros de Podemos. El resultado, aparentemente inevitable, será un primer intento fallido de investidura, un extremo que no supone un drama para el PSOE, que ha optado por incrementar las señales para indicar que está dispuesto a asumir una repetición electoral.
A los escasos, por no decir nulos, avances en la reunión mantenida el martes entre Sánchez e Iglesias, se sumó este miércoles un nuevo llamamiento del Secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, a los partidos «en general» a que «no bloqueen la legislatura». Y también unas revelaciones de la portavoz parlamentaria de Podemos, Irene Montero, que arrojan una conclusión inequívoca: los socialistas no tienen prisa por cerrar acuerdos.
Según Montero, Sánchez le dijo a Iglesias en su encuentro en la Moncloa que prefiere buscar «el apoyo de la derecha», en alusión a Ciudadanos, y que estaba dispuesto a «ir posiblemente a una investidura fallida sin negociar nada».
Las intenciones de Sánchez
En paralelo, Iglesias ha querido destapar una de las jugadas que maneja Sánchez y es someterse a una doble investidura fallida en julio y ensayar un nuevo intento tras las vacaciones. Según el líder de Podemos, el acuerdo con el PSOE está «más cerca de lo que parece, aunque haya que esperar dos meses y medio».
Es decir, que, según Iglesias, el plan A que maneja Sánchez es un primer intento (fallido) de investidura en julio y una segunda intentona en septiembre. La primera votación activaría una cuenta atrás de dos meses tras los cuales, de no haber investidura efectiva, tocaría volver a convocar elecciones generales, como ya ocurrió en 2016 después de que Mariano Rajoy no consiguiera apoyos suficientes.
La renuncia de Josep Borrell a su escaño en el Parlamento Europeo para mantener su cargo de ministro de Exteriores daba este mismo miércoles otra pista en el mismo sentido. «No era muy razonable que el puesto quedara vacante durante un tiempo indefinido», alegó Borrell, admitiendo así la elevada incertidumbre sobre «cuándo y cómo se podrá producir la investidura». En las filas socialistas se cuenta con celebrar la votación en el Congreso a mediados de julio, pero no con sacarla adelante.
Pressing de Sánchez a Cs
Los estrategas de Sánchez cuentan con que una repetición electoral sería un escenario poco propicio tanto para Podemos como para el PP y Cs, formaciones enfrascadas en graves crisis internas que, en el caso de las dos primeras, ya se tradujeron en un notorio retroceso en los comicios del 28 de abril.
El volcán en Cs, en cambio, ha hecho erupción tras las elecciones, precisamente por su política de pactos, que comporta ser más rotundo a la hora de negar el pan y la sal a Sánchez que a Vox, y en la que sus críticos han visto un giro a la derecha impuesto por Albert Rivera.
Los socialistas, desde el partido y desde el Gobierno, llevan días hurgando en esa herida del partido naranja, y acentuando el pressing a Rivera para que facilite la investidura. Por ahora, sin resultado: día sí y día tambien, la dirección de Cs insiste en su no es no a Sánchez.
Y, por lo que respecta al PP, nadie cuenta con una abstención. Su líder, Pablo Casado, también maniobró este miércoles para sacudirse las acusaciones de irresponsabilidad lanzadas desde el PSOE y la Moncloa. Casado volvió a remarcar que no facilitará la investidura, pero pidió a Sánchez responsabilidad para la repetición electoral, y le ofreció «estabilidad» durante la legislatura a base de pactos de Estado.
Sea como fuere, la estrategia del presidente del Gobierno ahora en funciones pasa por seguir trasladando a la oposición la responsabilidad de garantizar la gobernabilidad y, si hace falta, escenificar de entrada una derrota en julio. Así, aferrado a la imposibilidad de obtener otros apoyos por la falta de compromiso con la gobernabilidad de la derecha, Sánchez podría vender mejor su acuerdo con Podemos y una eventual abstención de ERC e incluso Bildu que garantizaran su reelección pasadas las vacaciones.