Pedro Sánchez, entre la crisis de Gobierno y el adelanto electoral
Pedro Sánchez cumple hoy cuatro años como presidente del Gobierno, disuelto en una crisis política espectacular. Tras las elecciones andaluzas está obligado a mover ficha
Hoy, 1 de junio, se cumplen cuatro años desde que Pedro Sánchez armó una mayoría suficiente que desbancó a Mariano Rajoy como presidente del Gobierno en la moción de censura de 2018. Gracias a los votos de ERC, Bildu, Podemos, PdeCAT y PNV, el líder socialista fue investido presidente. Una efeméride que utilizó ayer la europarlamentaria del PSOE Iratxe García como presentación de su jefe en un acto en Bruselas, aunque Sánchez prefirió obviar cualquier referencia a esta celebración. Motivos no le faltan.
Porque Pedro Sánchez se encuentra ahora en la hora más oscura de su mandato. No le atenaza ninguna urgencia de Estado ni ningún escándalo específico, sino simplemente la disolución de su proyecto político, mientras su Gobierno queda varado en las arenas movedizas de la espectacular crisis orgánica de la izquierda.
El Partido Popular ha logrado con Alberto Núñez Feijóo superar al PSOE en las encuestas y las encuestas muestran que España se decanta claramente hacia la derecha. En esta tesitura, muchos coinciden en que, una vez pasen las elecciones del 19 de junio en Andalucía, Pedro Sánchez estará obligado a un revulsivo parcial en forma de crisis de Gobierno, o total, que es preparar un adelanto electoral que evite el hundimiento total del partido y de su figura.
Pedro Sánchez, ante el 19J andaluz
«Pedro Sánchez, en algún momento en los próximos meses, deberá salir al balcón y renunciar a todo en lo que se ha sustentado su Gobierno. En ese momento, estará acabado», señala uno de los altos cargos del PP que mejor ha sabido ganarle las partidas al PSOE en los últimos años. En algún momento, como le ocurrió a Zapatero en 2011, Sánchez estará obligado a dar un volantazo a su política económica, porque la inflación, la anemia económica, las tensiones energéticas, el fin del colchón financiero a las empresas y la inevitable retirada paulatina de la red del Banco Central Europeo obligarán a España a tomar el camino de la ortodoxia: para muestra, la inflación de mayo que, con un 8,7%, superó todas las previsiones y ha empezado a poner nerviosos en Frankfurt a los señores del BCE.
En ese momento, será muy difícil mantener el discurso keynesiano del que alardea el Gobierno, seguir prometiendo las subidas de las pensiones y de los salarios públicos, y no acometer recortes del gasto público, empezando por un Consejo de ministros de más de 20 integrantes. Ese momento puede ser antes o después, «pero entonces el relato con el que Sánchez ha construido su coalición estará muerto», añaden las mismas fuentes.
Para Pedro Sánchez es importante terminar la legislatura. Poder celebrar la presidencia de España en el semestre europeo desde julio de 2023. Si el presidente ambiciona una salida honrosa en un puesto de gobernanza internacional, es importante que finalice el mandato y siendo el presidente rotativo europeo.
En ello se ha esforzado duramente en los últimos meses, en los que Sánchez prácticamente ha abandonado la política nacional y, en cambio, ha multiplicado sus apariciones en Europa. La principal batalla en la que se ha implicado Sánchez; el tope del precio del gas, ¿ha sido una reivindicación doméstica o una estrategia para forjarse un relato político en Europa? Es interesante que, aún sin haber logrado aprobar la ‘excepción ibérica‘, Sánchez haya estado reclamando este fin de semana medidas más contundentes a los líderes europeos.
Fuentes del partido, sin embargo, apuntan a que el sueño de Pedro Sánchez de regir en Europa va a quedar en agua de borrajas. «Por muchas fotos que se haga, al final en Europa manda el Partido Popular Europeo, y más que va a mandar; es imposible que Pedro Sánchez alcance el poder», apuntan.
Adelanto electoral
La cuestión es si es capaz de llegar ‘entero’ a este semestre europeo y poder defender que ha cerrado una legislatura completa fiel a sus principios. Zapatero tuvo que adelantar elecciones en 2011 porque la presión era tal que había un consenso de que su Gobierno no podía seguir una semana más. No solo era porque tampoco tuviera mayoría absoluta (en 2008 obtuvo 169 diputados); después de su ‘Pearl Harbour’ de julio de 2011 en la que negó ‘su socialdemocracia’, simplemente no tenía nada más que ofrecer.
Y ese momento se acerca para Pedro Sánchez. Si quiere mantener su perfil de alta política, su socio en el Gobierno no se lo va a poner fácil. Podemos ya ha abierto en canal al Ejecutivo a cuenta de la cumbre de la OTAN. ¿Qué puede esperarse del semestre europeo a las puertas de unas elecciones generales donde Podemos debe resituarse políticamente? ¿Será la vicepresidenta Yolanda Díaz igual de condescendiente con Sánchez como lo es ahora cuando lidere la alternativa izquierdista al PSOE? Si el escenario fuera grave y las elecciones en Andalucía permitieran algo de esperanza para Sánchez, podría plantearse un adelanto electoral con la esperanza de que los buenos datos económicos hasta septiembre (antes de la tormenta) le permitieran mantener el Gobierno unos años más.
Crisis de Gobierno
La anterior es, sin embargo, una opción remota hoy en día. Las encuestas muestran que, ahora mismo, la derecha tiene muchas posibilidades de imponerse electoralmente. El miedo a un acuerdo entre PP y Vox, siempre a la espera de lo que suceda en las elecciones andaluzas, parece darse por descontado entre el electorado. Ante este escenario, Pedro Sánchez podría verse tentado a provocar una nueva crisis de gobierno de cara a revitalizar su acción política a un año exacto de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo de 2023.
¿Quién caería en esta crisis de Gobierno? Sin duda, es probable que el Consejo de Ministros perdiera varios de sus ministros, tras el consenso de que una mesa con 23 ministros es obscena en el momento actual. Deberían haber cambios sustanciales, también entre las vicepresidencias. ¿Quién podría caer?
Puede ser Teresa Ribera, flamante ministra de Transición Ecológica que llegó para hacer la revolución verde y que ha terminado carbonizada por las negociaciones con las eléctricas y gasísticas tras el disparate del precio de la luz y la gasolina.
O puede ser Nadia Calviño, que llegó para presumir de ortodoxia económica y ha terminado por meter al Gobierno en una guerra de legitimidades con el Banco de España o la Autoridad Fiscal tras forzar sus previsiones económicas, y terminar asumiendo las posiciones más ideologizadas del partido. O quizás Yolanda Díaz, cuyo «proceso de escucha» le obligue a situarse más lejos del presidente para contentar los sectores irredentos de Podemos.
Después de las elecciones andaluzas
Pase lo que pase, todo sucederá después de los comicios del 19 de junio en Andalucía. Si Sánchez consigue que el PSOE de Juan Espadas logre un resultado ‘digno’, o que Vox crezca lo suficiente como para querer sojuzgar al PP de Juanma Moreno, entonces el presidente del Gobierno logrará cierto control de los tiempos para manejar la gestión de crisis.
Si, en cambio, la debacle es la augurada para los socialistas, el escenario puede ser más adverso. Puede que los socios de Sánchez en el Congreso huelan la sangre y vean que no hay solución de continuidad, y puede que empiecen a redefinirse en sus posiciones de conflicto con Sánchez. En ese escenario, los derroteros del último año de la legislatura pueden ser impredecibles.