La nueva estrategia de Junts: atacar a ERC y alejarse de Puigdemont
El partido torpedea el gobierno de Aragonés desde dentro con su fuerte oposición a la mesa de diálogo, mientras Waterloo queda cada vez más alejada de la toma de decisiones en Cataluña
Junts per Catalunya comienza el curso político con varios frentes abiertos. En el contexto de una mesa de diálogo que se reanuda en septiembre en Barcelona, el partido tiene un claro propósito: desacreditar la vía pactista de ERC con las promesas un vago «embiste democrático», mientras buscan la fórmula de encajar el día a día político al margen de Puigdemont.
Pese a las promesas de apoyar la mesa de diálogo «desde la lealtad con ERC» que hizo Jordi Sánchez para cerrar la investidura de Aragonès, lo cierto es que Junts lleva desde entonces calentando motores para tumbar este órgano. Lejos de que venzan los dos años de plazo y sin una reunión todavía, los ‘junteros’ insisten en levantarse de la mesa si no hay referéndum.
Las cartas con las que juega Junts son otras: hacer oposición desde el Govern para que ERC asuma todo el desgaste de unas negociaciones que –independientemente de los indultos y otras posibles cesiones de Sánchez a la Generalitat– el soberanismo más radical se dedicará a vender como un fracaso.
Junts quiere atar en corto a ERC con los PGE
Los otrora convergentes tienen un poderoso aliado con el que hacen pinza para desestabilizar a ERC. La CUP, socio crítico del Govern, insiste en sumarse al descrédito de la mesa de diálogo y en generar una situación de inestabilidad, pese a distanciarse de Junts por su falta de concreción en las propuestas.
La situación ayuda al partido de Puigdemont a ganar pureza frente a una ERC que ya amaga con aprobar los presupuestos de Sánchez. Los socios menores de Govern, conscientes de su fragilidad en Madrid al disponer tan solo de 4 diputados, se aprovechan de la pretendida unidad independentista para atar en corto a Rufián y allanar el camino para la caída del PSOE.
El propio número dos del Govern no aprovechó su intervención en la Universitat Catalana d’Estiu para azuzar el avispero contra su presidente. Para Jordi Puigneró, la renuncia a la unilateralidad de Junqueras, que tan mal sentó entre las filas de Junts, deja sin fuerza al lado independentista en una mesa de diálogo que solo debe servir para abordar un referéndum.
«Nosotros nos sentamos a la mesa con ánimos de llegar a acuerdos, pero no queremos estar en la mesa de perder el tiempo. Si Pedro Sánchez bloquea o para la mesa de diálogo, es evidente que no durará dos años», lamentó el presidente tras considerar que la actitud del Gobierno era «recentralizadora».
Puigdemont, personaje simbólico
Otro de los puntos fuertes del nuevo curso es el papel de Carles Puigdemont, que cada vez ha quedado más relegado del día a día político. El partido camina hacia una autonomía que deja al margen de la toma de decisiones más inmediatas al que fue su figura fundadora y a través de la cual se articula todo el movimiento.
Pese a que nadie cuestiona el liderazgo moral de Puigdemont, su lejanía de la realidad política catalana como consecuencia de su huida de España le han dejado en un segundo plano, pese a sus salidas de tono en el Parlamento Europeo y algunos episodios judiciales.
El expresidente sirve como reclamo para el electorado menos proclive con el diálogo para el pretendido «frente del exilio», mientras la gestión en el Parlament y la Generalitat se lleva desde tierras catalanas.
Su simbolismo lleva incluso al ninguneo de las instituciones paralelas que pretende fortalecer desde Bélgica. Según han explicado desde el partido a Economía Digital, las elecciones al Consell per la República generan poca expectación en el seno de la formación, más preocupada por los quehaceres diarios, su relación con ERC y la mesa de diálogo.
Uno de los pesos pesados del partido en Cataluña sigue siendo Jordi Sánchez, pese al cuestionamiento de su estrategia negociadora con ERC. Preside la formación con mano de hierro, todo pasa por sus manos, e impone una regia verticalidad que no acaba de convencer a muchos, como cuando desde su Ejecutiva se impulsó una pregunta dirigida a la militancia para apoyar el acuerdo con ERC.
Los presos ensombrecen a Waterloo
La salida de los otros presos también ensombrece el papel de Carles Puigdemont en Bélgica. Jordi Turull, que todavía conserva a gente de su órbita dentro del Govern, ejerce de liderazgo frente a militantes y simpatizantes conjuntamente con el de Josep Rull, con menos poder de decisión ahora que durante las épocas de CDC y Pdecat.
Sus figuras de mártir, a las que se sumarían las de Joaquim Forn, sirven para frenar el discurso de ERC que contrapone «prisión con exilio», a la vez que su posibilidad de moverse por el territorio catalán les permite tener una mejor perspectiva sobre el propio partido y ejercer influencia a partir de su liderazgo moral.
Puigdemont se ha quedado como la figura «heroica» del independentismo más irredento, que a partir de una supuesta estrategia judicial que se basa en conseguir no rendir cuentas con la justicia española alimenta, viste la falta de discurso de una pretendida lucha contra el Estado, aunque eso le deje fuera de la partida dentro de su propia formación.