El ‘no’ de Junts a Aragonès este martes condena Cataluña a dos meses más sin Govern
El partido de Puigdemont pone en marcha el reloj electoral y presiona a ERC con una nueva cita en las urnas si fracasan los pactos
Las negociaciones siguen encalladas. Junts dilata la rúbrica de un pacto con ERC, su principal aliado y también rival dentro del independentismo, y empuja a Cataluña a un periodo de dos meses de interinidad a partir de este martes tras la segunda investidura fallida. Los partidos tienen hasta el 26 de mayo como tarde, fecha límite para evitar unas elecciones.
Junts está haciendo valer su posición de socio imprescindible. El partido de Carles Puigdemont afrontó con disgusto el acuerdo a traición de ERC y la CUP, que se firmó con un doble objetivo: marcar perfil por la izquierda y presionar a los junteros para que invistan a Pere Aragonès, lo que desde el partido bautizaron como Pressing Junts.
La escenificación de esta ruptura se produjo el pasado viernes, durante el primer debate de investidura en el Parlament. Pere Aragonès imploró un pacto a última hora tras la anunciada abstención de los posconvergentes, aunque fue como una prédica en el desierto.
Junts aprieta para hacer valer sus 32 diputados
Junts per Catalunya lo tenía claro, no iban a ceder tan fácil la presidencia de la Generalitat a ERC, y menos tras una derrota mal digerida con 31 diputados, uno menos que su rival. Desde el partido culpan en parte al Pdecat, que se quedó fuera del Parlament pese a rascar 77.000 votos, y creen que en una repetición electoral podrían sumar esos votos y superar aritméticamente a ERC.
Los posconvergentes no parece que vayan a ceder fácilmente. Aunque Elsa Artadi mostraba un tono más conciliador este lunes al hablar de «días» para rubricar un pacto, el pasado viernes el portavoz parlamentario, Albert Batet, exigió a Aragonès que desistiera de la investidura de este martes, puesto que sería inútil dada su abstención.
El Consell de la República que ERC rechaza
La estrategia independentista y también el Consell per la República de Puigdemont son dos de los principales obstáculos que facilitan un pacto. Junts exige que el ente privado del fugado sea algo parecido a un Govern paralelo, con el objetivo de crear una bicefalía que desdibuje el papel de Pere Aragonès.
La institución privada que lidera Puigdemont pero que gestiona el exconseller Toni Comín se ha abierto a «reformularse», para evitar ser un problema en las conversaciones. El organismo ofrece una «dirección colegiada» del independentismo para convertir el Consell en una suerte de ágora donde Junts, ERC y la CUP dibujen la hoja de ruta secesionista.
La mesa de diálogo también ha generado tensiones con los de Carles Puigdemont. El partido recela del órgano pactado entre ERC y el PSOE para reencauzar la crisis catalana, aunque Jordi Sànchez se mostró en su declaración pública a «acompañar» a sus socios de Gobierno pese al «escepticismo».
ERC trata de protegerse de la ofensiva
ERC no está dispuestos a dejarse comer la tostada, y forzarán el pleno de mañana pese a las escasas posibilidades de éxito. La CUP se ha convertido en su único apoyo, frágil y difícil de gestionar. Dolors Sabaté ya dejó claro que era un «acuerdo de mínimos», y tendrá la llave en la cuestión de confianza a la que Aragonès promete someterse en dos años.
Aragonès no mira de momento hacia la izquierda no-independentista. Los comunes se abren a pactar con la CUP pero rechazan a Junts per Catalunya, y los tres partidos no sumarían por sí solos. Tampoco vislumbran al PSC como socio, que insiste en postular a Salvador Illa como candidato pese a las escasas posibilidades de éxito.