Moisés Naím: “La democracia debe ser de partidos, no de ONGs”
El analista internacional pronostica en 'El Fin del poder' una “oleada de innovación política”
Entre los analistas de la economía y la política internacionales, Moisés Naím (Caracas, 1952), destaca por una cuestión que en estos momentos se valora especialmente: ve luz a corto plazo, percibe unos enormes faros que se traducen en “una oleada de innovación política”.
Porque, precisamente, eso es lo que ha faltado. La destrucción creativa, como apuntó Schumpeter, ha alcanzado todos los órdenes, todos los ámbitos de la vida, pero la representación política en las democracias liberales sigue los esquemas del viejo parlamentarismo, de los partidos burocratizados que teorizara Weber, del mundo del siglo XIX, pese a todos los matices que queramos añadir.
Moisés Naím es doctor por el MIT, fue ministro de Fomento de Venezuela, con Carlos Andrés Perez; director del Banco Central y director ejecutivo del Banco Mundial. Ahora reside en Washington, donde trabaja para el Carnegie Endowment for International Peace. Naím escucha y responde con tranquilidad, pero sin entrar en largas disquisiciones. Acaba de publicar El fin del poder (Debate, 2013), un libro que parece escrito ayer, pero que prepara desde junio de 2006, cuando publicó en la revista Foreign Policy –que él dirigía—el artículo Megaplayers vs Micropowers.
Ahí estaba el mensaje, que nuevos actores desafiaban a los actores tradicionales y que el poder se volvía más efímero.
El poder de las empresas de los países pobres
Naím no esconde que el poder de las grandes multinacionales, que el poder financiero, sigue siendo enorme. Que las elites han aumentado su riqueza, que la desigualdad se ha incrementado, pero también recuerda que esas elites no son las mismas a lo largo del tiempo, que un alto ejecutivo está menos años en el mismo cargo, y que todo, en general, es más volátil. Una de las características, además, es que se han incorporado al terreno de juego las llamadas “multinacionales de países pobres”, que “han desplazado o incluso adquirido algunas de las mayores compañías del mundo”.
En el libro deja constancia de algunos ejemplos muy ilustrativos. Las inversiones procedentes de los países en vías de desarrollo pasaron de 12.000 millones de dólares en 1991 a 210.000 millones de dólares en 2010. La mayor productora de acero del mundo, ArcelorMittal, tiene su origen en Mittal Steel, una empresa india creada hace, relativamente, muy poco, en 1989.
Los norteamericanos se desviven por “su” cerveza Budweiser, pero, en realidad, están bebiendo, mientras ven en televisión los partidos de béisbol, una cerveza creada por la fusión de una cervecera brasileña y otra belga en 2004, que, en 2008 se hizo con el control de Anheuser-Busch, y, con ello, se creó el mayor fabricante de cerveza del mundo. Y con un consejero delegado, Carlos Brito, de nacionalidad brasileña.
La ciudadanía pide cambios ya
Naím, por tanto, se pregunta cómo es posible que la política se haya quedado anclada. En una entrevista con Economía Digital, este analista internacional asegura que “el apetito de la ciudadanía está ahí, pide nuevas formas de organizarse, de participar, se vive en España, pero también en Latinoamérica, en todo el continente asiático en el mundo árabe, y los partidos políticos deben contestar y deben responder a esa demanda”.
¿Cómo? Naím no tiene, todavía, una respuesta concreta. En su libro analiza la transformación del mundo económico, del mundo de la comunicación, del orden internacional, y constata que “se acerca una oleada de innovación política, llega, de eso estoy convencido, pero no sé la hoja de ruta, no sé cómo se concretará, pero seguro que hay unos candidatos para canalizarla”.
¿Quiénes? Aquí Moisés Naím, que ha estado en Barcelona esta semana para presentar su libro, no tiene dudas, y refleja una fe en la democracia liberal que contrasta, de nuevo, con los agoreros de lo oscuro, de la decadencia total.
Los partidos, con más futuro, si cambian
“Los candidatos para protagonizar esa innovación serán los partidos políticos, que deben transformarse, atraer a un joven de 22 años o a una mujer joven de 32 años que participa ahora en una ONG, y escuchar y comprender sus demandas para que vean que lo más práctico, lo más eficaz, es trabajar desde un partido político”.
Naím es contundente en eso. “La democracia debe ser de partidos, no de ONGs, no puede haber una democracia de ONGs”. Sin embargo, los partidos deben saber cómo “atraer el talento, como elegir, de forma más transparente a sus dirigentes”.
El problema en estos momentos es que todo se ha fragmentado, también los medios de comunicación, que “se han canibalizado y se han tribalizado”. Para Naím lo perjudicial de todo ello es que los lectores siguen “a su tribu”, sea ideológica, profesional, geográfica o religiosa”, y, con ello, se pierde una idea global de sociedad. Ese fenómeno, a su vez, influye en el sistema político, y lleva también a la creación de partidos monotemáticos.
El papel de las nuevas tecnologías
Para el autor de El fin del poder, los movimientos sociales o las ONGs pecan de ese problema. Los primeros, “son difusos, los segundos sólo buscan solucionar un tema, sea el fin de la tortura en el mundo, o la proliferación de armas nucleares”. En cambio, un partido “debe atender la política monetaria, la política fiscal, el sector de la agricultura, la política nuclear o la tasa de cambio de la moneda”, es decir, debe atender a una sociedad compleja.
Ahora bien, ¿qué papel tienen las tecnologías en todo esto? Naím contesta de nuevo con claridad, pero sin pretender explicarlo todo. “Las tecnologías son un instrumento, pero dependerá de cómo se utilicen”. Es decir, no son la panacea, las redes sociales no traerán la democracia a los países árabes, como no ha ocurrido en Egipto. “Ayudan, son útiles, y los partidos políticos deben aprovechar su potencial, pero no son el fin”, apunta Naím.
Cumbres «minilaterales»
Otra cuestión importante es que llega la era de los encuentros “minilaterales”. Naím desconfía de los grandes eventos del G-20, con los cuales se pretendió dar respuesta a la crisis económica internacional. “Hay muchos problemas mundiales que con reuniones entre diez o doce países se podrían resolver en un 80%”, asegura, al entender que las grandes concentraciones de representantes de todos los países son poco prácticas, son poco eficaces, aunque sean “un alarde de humanidad”.
Naím desafía a lo oscuro. También respecto a países como China o Rusia, al considerar que la democracia liberal tiene futuro, que esa especie de “híbrido” entre los valores occidentales y asiáticos, para crear sistemas políticos a medio camino, no resultará. Y en eso tendrá un papel Europa y Estados Unidos. “Lamento que el poder de Europa decline, y creo que resurgirá, y que la construcción europea seguirá adelante”.
Estados Unidos y Europa
¿Y el espionaje de Estados Unidos a sus socios? “Me parece que hay mucha hipocresía en todo ello”. ¿El futuro? “Europa y Estados Unidos deben colaborar, cuando lo hacen intensamente el resto se beneficia, es positivo para el conjunto, no tengo ninguna duda, es bueno para la humanidad”.
Ahora bien, Moisés Naím, no esconde que ni en su libro ni en la escena internacional se está ofreciendo en estos momentos una salida al reto más importante: la posibilidad de que una parte importante de la humanidad pueda quedar fuera del sistema, que no pueda integrarse en ese proceso productivo que ha cambiado por completo la oleada tecnológica.
La destrucción creativa de Schumpeter se ha aplaudido en muchas ocasiones, pero ahora…. “No se está dando una respuesta a eso y se deberá atender, no hay una elaboración teórica suficiente y veremos cómo evoluciona”, asegura, al entender que las consideraciones sobre el autoempleo o la transformación de todos en empresarios es ilusoria.