Melilla desata una nueva crisis con los socios de Sánchez a horas de la cumbre de la OTAN
Todos los grupos parlamentarios piden explicaciones al presidente por sus palabras de apoyo a Marruecos
Parecía que iban a ser unas horas tranquilas, con todo bajo control: la cumbre de la OTAN en Madrid lleva meses gestándose, y era el gran momento para salir a la escena internacional. Pero, después de meses en la cuerda floja, una crisis diplomática que nunca ha terminado de solucionarse y que cada vez es más honda le ha vuelto a estallar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez: Marruecos y la frontera en Ceuta y Melilla. En esta ocasión, con una veintena de personas muertas de por medio.
La tragedia migrante del pasado fin de semana, con un nuevo salto masivo a la valla en Melilla, ha dejado solo a Sánchez, incluso en su propio Gobierno. Todos los grupos parlamentarios, desde el PP a Bildu, han pedido explicaciones al presidente por sus palabras justificando la actuación de las fuerzas y cuerpos de seguridad españoles y marroquíes, quienes, a ojos de Sánchez, hicieron un «extraordinario trabajo» y que dejaron «bien resuelta» la situación.
El clamor es total, máxime cuando la cumbre de la OTAN toma una significación especial no sólo porque se discutirá el nuevo Concepto Estratégico de Madrid, la hoja de ruta de la alianza atlántica para la próxima década que, según ha dejado caer el Ejecutivo de Sánchez públicamente, iba a incluir las amenazas en el flanco Sur y la defensa de Ceuta y Melilla, sino también porque en todo momento estará presente la guerra entre Rusia y Ucrania -el principal problema europeo visto desde España, según el último barómetro del Real Instituto Elcano- e incluso se visitará en la agenda paralela de acompañantes un centro para refugiados ucranianos, deja la imagen de ciudadanos de primera y de segunda.
Todos los socios, contra Sánchez
La indignación ha llegado hasta el seno del propio Gobierno. Unidas Podemos ha marcado perfil propio y se ha separado de la acción del PSOE: ha registrado una proposición no de ley en el Congreso con la que exige investigar independientemente esta «tragedia humana», además de rectificar las declaraciones de apoyo de Sánchez a la Gendarmería de Marruecos. Es la primera vez en toda la legislatura que un asunto pone de acuerdo al socio menor de la coalición y al Partido Popular.
Pero la soledad de la defensa de la actuación del PSOE no sólo se ha circunscrito al Consejo de Ministros. Todos los socios habituales de Pedro Sánchez -ERC, PNV, Bildu, Más País, BNG, Compromís…- están enfrente de las explicaciones del Gobierno, que lo achaca a «las mafias». Por no hablar, claro, de la oposición.
PP, Ciudadanos y Vox han exigido a Sánchez que se retracte de sus palabras. Aunque en Génova, por ejemplo, son conscientes de la importancia de mostrar la mayor unidad posible en una materia tan sensible como la política internacional -que, a sus ojos, debe ser de Estado, y pactada, por lo que propusieron hace una semana un acuerdo ignorado por los socialistas- cuando el mundo tiene sus ojos puestos en Madrid, y en la capital aterrizarán los principales líderes internacionales, desde el estadounidense Joe Biden, al canadiense Justin Trudeau, pasando por el francés Emmanuel Macron o el primer ministro de Australia, Anthony Albanese.
La protección OTAN de Ceuta y Melilla, en la cuerda floja
Porque la cumbre de la OTAN es la gran oportunidad de España para tener un papel central en la estrategia militar de la alianza atlántica, y aún tiene mucho que negociar para conseguir que sus objetivos se incluyan en el Concepto Estratégico. Las apuestas españolas van más allá de lo puramente defensivo: a ojos de la OTAN, establecer la defensa de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla dentro del documento es una «decisión política», en palabras del secretario general de la organización, Jens Stoltenberg.
La protección de ambos enclaves frente a un ataque militar externo no sería automática aunque España lo solicite, sino que se basaría en una «decisión política» que deben adoptar por unanimidad los 30 Estados miembros actuales de la alianza, ha precisado Stoltenberg en los prolegómenos del arranque del cónclave. Y no sería la primera decepción de Sánchez en materia internacional, donde más se está esmerando en los últimos meses y donde ha puesto el centro de su acción política.
Los constantes saltos a la valla, el caos fronterizo con Marruecos -que reclama históricamente las ciudades de Ceuta y Melilla como propias-, la acogida humanitaria del líder del secretario general del Frente Polisario, Brahim Gali, que desencadenó en la ruptura de las relaciones diplomáticas con el país alauita, que llevó, a su vez, a un cambio de postura histórico de España con respecto al Sáhara; y, en última instancia, los problemas con Argelia -que, a su vez tocan problemas de suministros energéticos- no paran de perseguirle. Y, desde luego, no es el escenario que durante tanto tiempo y con tanto ahínco ha diseñado Moncloa para la puesta de largo internacional del presidente.