mEDium 8: ‘Colonización ideológica en diferido’
El día que el Gobierno recomienda dejar de comer carne, llega a los quioscos el nuevo número de mEDium, ‘España 2050: Una distopía’, con nuestros amigos de Extremo Centro. Reunimos 15 firmas para analizar lo que dice, y lo que no dice, el flamante departamento de prospectiva del Gobierno de Pedro Sánchez. Moralidad, economía, libertad y medio en la España para dentro de 30 años
Cuando España divisaba el fin de la mortal pandemia y apenas pedía llegar de una pieza al verano; cuando el país se acomodaba discursivamente tras las elecciones madrileñas con el objetivo de mantener cierto nervio para la segunda mitad de la legislatura, y las calles empezaban a oler a indulto por la mañana, entonces el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, descolocó a todo el mundo y presentó su visión para la España de los próximos treinta años.
El documento España 2050: fundamentos y propuestas para una estrategia nacional a largo plazo fue presentado en mayo pasado casi sin previo aviso y nadie sabía nada de él con la excepción de los 100 expertos independientes que habían participado en su elaboración. Sorprendentemente, el trabajo procedía de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia, un nuevo organismo creado por el presidente Sánchez y liderado por su jefe de gabinete, Iván Redondo, pero que todo el mundo daba por descontado que se dedicaría a producir cualquier cosa menos prospectiva.
El trabajo pronto llamó la atención por advertir que en el futuro deberemos comer menos carne; que no podremos ni deberemos poseer coches y que los modos burgueses llegan a su fin. Todo ello acompañado de un futuro prometedor para la economía española, que puede convertirse en el nuevo Bizancio entre Europa, Latinoamérica y África, y en una potencia mundial que salta de molino de viento en placa solar como el barón rampante.
En definitiva, una visión de 2050 que no resulta agotadora por su sesgo ideológico sino por repetir las consignas más básicas y aburridas de todas las mesas redondas de expertos en el progreso que hay en la actualidad, tanto por Zoom como presenciales.
Pero el alboroto, enfado y curiosidad que provocó esta hoja de ruta hacia el futuro fue mucho mayor al que correspondería a uno de tantos ejercicios divagantes del flaneurismo civil. Quienes oteen las páginas de mEDium 8 descubrirán que quienes han leído la España 2050 aprecian en parte o, en ciertos aspectos, el trabajo llevado a cabo, así que el rechazo intelectual que ha vertebrado la primera aproximación ‘académica’ al futuro de nuestro país se encuentra en algo mayor; en su responsable material, su intención y en el momento exacto de su publicación.
España 2050 se configura como una escapada hacia adelante; como la intervención ideológica del futuro ante un presente infértil, pero a su vez tiene el objeto de proveer la cuestionada acción del Gobierno de un blindaje determinista. Pero el Ejecutivo ha pedido abrir un debate en la sociedad; y este número es nuestra aportación.
El sanchismo (no es la intención ser despectivo, pero sin duda es una forma de estar en política) se ha distinguido por hablar de muchas cosas y hacer más bien pocas. Para ser justos, ha tenido que confrontar una pandemia letal y la psicodélica y asilvestrada autodestrucción de su socio Pablo Iglesias, que empezó a fraguarse ya desde su aterrizaje en La Moncloa. Pero también se ha distinguido por conformar sus principales acciones sobre cosas que dijo que nunca haría como, por ejemplo, los indultos a los presos independentistas.
España 2050 se configura como una escapada hacia adelante; como la intervención ideológica del futuro ante un presente infértil
Y todas estas cosas casan muy mal con la prospectiva. Para empezar, 2050 sería un año menos infame si el documento de prospectiva hubiera nacido en el seno de algún ministerio aburrido, hubiera saltado de dirección general a dirección general hasta que Sánchez lo hiciera suyo y lo presentara públicamente. El pecado original reside en que ha sido Iván Redondo, y no un ministro gris, quien ha tomado la iniciativa. Y se conoce que la misión más largoplacista de Iván Redondo es ganar las próximas elecciones a través de un vasto gabinete monclovita dedicado a cincelar la figura pública del presidente.
También resulta sospechoso y contradictorio que el Gobierno defienda la necesidad de realizar prospectiva pública, convocando muchos académicos y creando nuevas estructuras políticas, cuando han sido precisamente el Ejecutivo y sus voceros satelitales quienes han puesto en la mirilla a las instituciones españolas que hacían el trabajo más parecido: hablamos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que el PSOE ha descuartizado para reconvertirlo en instrumento electoral y, ahora, el Banco de España, una reputada institución de prospectiva económica que sufre una intimidatoria campaña de acoso y derribo desde la izquierda por realizar trabajos académicos que contextualizan las iniciativas políticas de este Ejecutivo.
Y, por encima de todo, la España 2050 resulta sospechosa porque entronca fenomenalmente con la máquina de hacer política de la izquierda gobernante: la politización y la intervención en los modos de vida de la ciudadanía, la redefinición de las identidades sociales, de sus preferencias y pertenencias, ante la imposibilidad de imprimir nuevos ritmos en el plano económico y material.
El Gobierno más progresista de la historia ha intuido que su escasa capacidad de acción ante la furibunda pandemia no es algo temporal
Es decir, el Gobierno más progresista de la historia ha intuido que su escasa capacidad de acción ante la furibunda pandemia no es algo temporal, y que no va a poder modificar sustancialmente la estructura económica de nuestro país, porque va a vivir en la precariedad financiera y sometido a las servidumbres de los fondos europeos durante mucho tiempo. Ni habrá derogación de la reforma laboral; ni se impulsará la financiación pública de la innovación y la investigación, ni se terminará con el desempleo juvenil ni la baja calidad educativa.
Ante este duro escenario, España 2050 se configura como una escapada hacia adelante; como la colonización ideológica del futuro ante un presente infértil pero, a su vez, con la intención de proveer la cuestionada acción del Gobierno de un blindaje determinista: «Hacemos lo que hacemos, decimos lo que decimos, porque el futuro no nos deja otra opción: si no, pregunten a los expertos”.
Pero, a fin de cuentas, el Gobierno ha invitado a los españoles a participar de este debate y esta es nuestra aportación, que podemos llevar a cabo gracias a la iniciativa e implicación de Pedro Herrero y Jorge San Miguel, nuestros colegas de Extremo Centro. Escriben también Javier García Toni, Chapu Apaolaza, Paco Beltrán, Pablo Losada, Cea Ramal, Jesús M. Pérez Triana, Manuel Llamas, Cristina Casabón, Yago González, Francisco Beltrán, Toni Timoner, Juan Milián, Esperanza Ruiz y Elizabeth Duval.
A través de estos 15 autores abordamos graves problemas en nuestro horizonte que, a pesar de todo, se obvian en el documento; como la disfuncionalidad territorial y el poder de los nacionalismos; la alarmante baja natalidad de nuestro país; la pérdida de relevancia geopolítica o el lastre de una Administración en decadencia. También abordamos la profundidad del cambio climático y la perspectiva al respecto de la Administración, y sobre todo nos cuestionamos las relaciones entre Estado, moralidad y libertad que nos espera en 2050. Si nos equivocamos mucho, prometemos pedir perdón dentro de 30 años.