Mas viaja a Moncloa en estado de shock
Mariano Rajoy recibe al presidente de la Generalitat sin mancharse con el ‘caso Gürtel’, con el respaldo del rey, el PSOE y los grandes empresarios; el Govern intenta trasladar a Madrid que el ‘caso Pujol’ no debilita el proceso soberanista
Artur Mas viaja a Madrid sin haber apaciguado el “estado de shock” en el que reconoce encontrarse y que ha producido la confesión de Jordi Pujol. El presidente catalán se sentará con el jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy, apenas 24 horas después de desvestir al tótem del nacionalismo de los ropajes privilegiados que se había concedido cinco minutos antes de que finalizara el mandato en 2003.
“No puede renunciar a nada más”, dijo ayer el yuppie de Pujol visiblemente nervioso en una rueda de prensa improvisada en el palacio de la plaça Sant Jaume. La estrategia para aislar del caso al actual gobierno autonómico y su principal proyecto político, la consulta separatista, empezó a urdirse el viernes a las ocho de la mañana. A esa hora, Pujol confesaba a Mas que las informaciones relativas a los movimientos de dinero opaco en Andorra eran ciertas.
Como ha revelado Economía Digital, el ex presidente conocía que dos antiguos empleados de Andbank filtraban documentación que probaría, sin dejar margen a la duda, la existencia de la fortuna opaca de los Pujol en el aún paraíso fiscal pirenaico. Más que futuras informaciones en los medios, al patriarca del clan le agobiaba la persecución de la Agencia Tributaria y la posibilidad de que sus hijos acaben en prisión. Hacienda estaría en posesión de esas pruebas y a punto de actuar.
Pujol teme a Hacienda
El ministro Cristóbal Montoro sólo confirmó que se investiga a los Pujol “como a cualquier otro contribuyente”. Pero que se cerrara el cerco era cuestión de horas. De hecho, la Audiencia Nacional ha tardado poco en lanzarse. El siempre ocupado juez Pablo Ruz, nada más cerrar la instrucción del caso Gürtel, ha imputado a Jordi Pujol Ferrusola y a su ex mujer Mercè Gironés en relación con movimientos dudosos por valor de 32 millones.
El relato de Mas sitúa la luz verde definitiva a la defenestración del fundador de su partido en una reunión celebrada este lunes al mediodía. Pujol renunciaba a todo voluntariamente, por si el viernes había quedado alguna duda. El estado de ánimo de Mas se venía abajo por momentos. Sólo admite sentir un “gran dolor y compasión”. Prefiere mantener en “la intimidad” los sentimientos más inconfesables que le ha producido su “mentor”. El fin de semana aguantó los reproches de la burguesía en la boda de una hija de otro de los yuppies de Pujol, el empresario Carles Vilarrubí.
Balanza moral
Y aunque el actual inquilino del palacio de la Generalitat se esfuerza en desvincular el gigantesco caso Pujol de la consulta soberanista –teórico motivo por el que viaja a Madrid– Rajoy le espera crecido. Su corrupción, la del Partido Popular, no le ha salpicado con la intensidad que los problemas de Convergència han empapado a Mas. El jefe del gobierno español ha sesteado en relación con Catalunya, aunque esa estrategia de espera le ha evitado el desgaste.
La balanza moral se decanta a favor de Moncloa. El Gobierno dice a quién pregunte que sí, que Pujol ha fortalecido a Rajoy y debilitado a Mas. Ése es su análisis. Los datos económicos refuerzan el momento y los grandes empresarios, como Emilio Botín, respaldan a Rajoy. No sólo el poder financiero insufla vitaminas; el rey abunda en la estrategia, y el nuevo líder del PSOE, Pedro Sánchez, ha cerrado filas con el Ejecutivo.
“No se para nada”
El Govern intenta fortalecerse. “Aquí no se para nada”, dice Francesc Homs, crecido, como siempre en los últimos tiempos. Minutos antes, Mas, con expresión de derrota, sólo atinaba a vocalizar que “el país está por encima de las personas”. Este martes, a partir de las 11:00 horas, comparecerá en la delegación de la Generalitat en Madrid para recordar que desde Barcelona anunciará “grandes decisiones”, cuando toquen. Lo inmediato en el Parlament es la votación del jueves, que aprobará llamar a Pujol para que se explique.