Marfany: »El proceso soberanista es divisor y obedece a intereses partidistas»
El historiador asegura que la identidad catalana ha sido fluctuante, sin un camino recto que condujera a la conciencia nacional, y siempre sujeta a intereses personales
Joan-Luís Marfany (Barcelona, 1943) mira la situación política de Cataluña con distancia. Toda su carrera como historiador de la lengua y la cultura catalanas la ha realizado desde la Universidad de Liverpool, y no quiere ahora entrar en un debate en el que se obliga, continuamente, a decidir en qué lado se está. Pero tiene claro que «el proceso soberanista es divisivo y obedece a intereses partidistas, a intereses conyunturales de los partidos políticos, de una forma muy clara».
Construir España
Pero esa visión de Marfany toma todo su sentido si se contextualiza con el libro que acaba de publicar, Nacionalisme espanyol i catalanitat (Edicions 62). Se trata de un «tocho», como él mismo dice, en el que se trazan serias sospechas sobre el sentido de la Reinaxença, el movimiento literario, cultural y nacional, que se enmarca entre 1789 y 1859, el año en el que se reinstauran los Jocs Florals en Barcelona.
En una entrevista con Economía Digital, Marfany señala que «se trató de un movimiento en el que las mismas personas a las que se identificó con la Reinaxença fueron las que constituyeron el nacionalismo español, las que utilizaron el castellano como lengua seria y buscaron defender sus intereses económicos, buscando que España fuera el gran mercado, cerrado frente a las exportaciones de los productos ingleses, con los que no podían competir».
La visión de Foment
El libro de Marfany coincide en el tiempo con los dos volúmenes que ha publicado Foment del Treball, desde su fundación, en 1771 hasta 2011, escritos por Manuel Milián Mestre y Francesc Cabana. Y también se debe recordar el libro del periodista Andreu Farràs, sobre Els Güell, (Edicions, 62), sobre una de las familias más poderosas en la Cataluña de los dos últimos siglos. El denominador común es esa apuesta, de la burguesía catalana, por construir España, por atar un mercado necesario para consolidar la industria catalana.
Marfany incide en cuestiones que también destaca Milián Mestre. Para el profesor de Liverpool la Reinaxença, la de verdad, la de escritores que sí creyeron en la lengua catalana, y fueron determinantes posteriormente en la construcción de una conciencia nacional, llegó después, a finales del siglo XIX, y protagonizada por la generación nacida a mediados de siglo.
Era una elite intelectual que necesitaba plataformas laborales, y que España no las ofrecía a no ser que se pasara por oposiciones, y cargos de la administración. ¿El problema? Que esa intelectualidad se expresaba en catalán, hablaba mal el castellano en público «cuando era una de las cuestiones que más se valoraba en aquel momento, la oratoria», –la frase la pronuncia Marfany, y prácticamente calcada Milián Mestre, cuando se presentó la obra de Foment– y decide crear y buscarse la vida a través de la lengua catalana. Pilares fundamentales de ese renacer ‘de verdad’ serán Frederic Soler, Pitarra; o Jacint Verdaguer.
Intereses particulares
Es decir, hay lucha y defensa de la lengua y la cultura propias cuando está en juego el interés personal. «Casi siempre, en todos esos proyectos, priman los intereses particulares», destaca Marfany, al buscar un cierto paralelismo con el momento actual, donde algunos autores sostienen que la apuesta por la independencia ha llegado por parte de una elite intelectual y creativa, por parte de clases medias, y medias-altas, que ven peligrar sus expectativas de futuro en el marco actual con España.
Sin embargo, nada de nada sobre el relato oficial. Marfany suspira cuando se refiere a la Reinaxença. «No es lo que se ha dicho, lo que se ha explicado». Y enumera a los distintos prohombres de ese supuesto movimiento renacionalizador: Manuel Milà i Fontanals, Pau Piferrer, Joaquim Rubió i Ors, Joan Cortada, o Víctor Balaguer. Todos escribieron en catalán y castellano, con más producción y mejor reconocida en castellano. Y el propio Bonaventura Carles Aribau, que trabajó para los intereses de esa burguesía catalana que quería construr un país –España– moderno e industrial.
¿Qué identidad?
«La identidad catalana ha sido fluctuante, y se ha expresado políticamente de forma muy distinta, en algunos momentos de forma muy rápida», señala Marfany, que ha estudiado prácticamente todo lo publicado, en las dos lenguas, de aquella etapa histórica, clave para el desarrollo de la España y la Cataluña moderna. La identidad estaba, pero se manifestaba bajo un mismo rey, o desde una apuesta por el regionalismo, o, más tarde, ya desde el nacionalismo. Lo que equivale a decir que esa identidad no tiene por qué tener una concreción política escrita en el tiempo.
Joan-Lluís Marfany seguirá con su revisión histórica, con sus ensayos sobre la ‘sospecha’, esa que le dicta que no hay otra solución para un historiador que buscar las fuentes y explicar «lo que se descubre, pese a que pueda ir en contra de lo que se desea descubrir».
Detrás deja otros libros imprescindibles, como La cultura del catalanisme: El nacionalisme català en els seus inicis (1995) o Llengua, nació i diglòssia (2008).
Pero Cataluña ahora vive un momento convulso. Marfany es prudente, aunque insiste en su tesis. «Es evidente que esto debe cambiar, que se debe afrontar un debate sobre esa relación con España, pero no en los términos en los que se ha planteado, creando una gran división, y mostrando con tanta evidencia que se ha debido a una confrontación por coyunturas partidistas».