Los manteros proliferan en Madrid y venden hasta empanadas en el metro
Los vendedores ambulantes se multiplican hasta con la venta de alimentos ante la inacción de la policía de Carmena
En el pasillo de la estación de metro de Madrid de La Elipa, que conecta las líneas 6 y 11, un par de mujeres venden empanadas calientes. Llevan la mercancía en unas cajas de cartón que apoyan sobre el carro de la compra. Son de queso y carne y la ofrecen a los pasajeros que se transitan rápidamente y con aglomeraciones.
Las mujeres, de origen latinoamericano, compiten por la atención con un grupo de vendedores ambulantes africanos que ofrecen camisetas falsificadas de fútbol que, a simple vista parecen originales.
Los hombres no mantienen los hilos atados a las cuatro puntas de la manta para salir corriendo rápidamente. La tecnología top-manta ya no parece necesaria. Ahora parecen más calmados. La policía municipal no los tiene entre sus prioridades en la superficie y tampoco en el metro.
Manteros aglomerados en Gran Vía
Las Gran Vía, afectada por las obras para reducir un carril y ampliar las aceras, también se ha convertido en el centro del top-manta en agosto. Allí, los vendedores informales venden su mercancía y negocian con los turistas productos falsificados: carteras, camisetas, cinturones y gafas de sol. También hay abanicos, el producto estrella de cada verano.
Con los gobiernos anteriores, tanto en Madrid como en Barcelona, el top-manta se concentraba en las noches, después de la finalización de las guardias policiales o en los horarios en los que había cambio de guardia, esos momentos en los que no hay policías persiguiendo venta informal.
Pero ahora la actividad se ha extendido y llega a congestionar las entrada y salidas de Primark, una de las tiendas de mayor éxito del centro madrileño, que también se ha convertido en polo de atracción para carteristas atraídos por las aglomeraciones en las escaleras mecánicas.
Los comerciantes del centro de Madrid se quejan de que, desde el incidente de la muerte del mantero senegalés en el barrio de Lavapiés cuando era perseguido por un policía municipal, el gobierno de Manuela Carmena ha rebajado la persecución y los decomisos.
Algunos portavoces del propio gobierno acusaron de forma precipitada a la policía de la muerte del mantero. La investigación apunta a que se debió a un infarto tras la huida repentina ante los controles policiales.
El comercio contra el top manta
Y ahora, las tiendas y comercios vuelven a elevar su queja. La Confederación de Comercio Especializado, Cocem, ha pedido al Ayuntamiento de Madrid activar planes de acción contra el negocio detrás de los manteros: el comercio de falsificaciones.
Para mayor complicación, los agentes municipales, en pie de lucha por la firma del convenio colectivo, se han negado a hacer horas extras para controlar fenómenos como el botellón y la venta ilegal en las calles. El ayuntamiento, sigue firme en su posición y echa balones fuera: el problema de la venta ilegal es “complejo” y son necesarias más soluciones en origen.
Al final de la jornada en el metro de Madrid, un vigilante privado invita los manteros y a las vendedoras de empanadas a salir. Algunos acceden por las buenas. Las vendedoras de empanadas recogen su comida y se la llevan hasta otro pasillo, pero al cabo de pocos minutos regresan. Quedan muchas empanadas por vender.