Los líos del templo del diseño barcelonés
El concejal de Cultura, el socialista Jaume Collboni, pondrá orden en el DHUB, el edificio que acoge un museo y las entidades más punteras del diseño
El edificio Disseny Hub Barcelona (DHUB), de la plaza de las Glorias, alberga un museo público, una asociación de profesionales y una fundación privada de empresarios. Es el gran templo barcelonés del diseño, pero desde su inauguración, en diciembre de 2014, hace menos de dos años, la convivencia entre entidades tan variopintas está resultando más compleja de lo previsto.
En una conferencia pronunciada el 19 de septiembre, el concejal de Empresa, Cultura e Innovación del Ayuntamiento de Barcelona, el socialista Jaume Collboni, anunció la intención de redefinir el «marco competencial» del DHUB y sus funciones alrededor del diseño, la arquitectura y las artes decorativas.
Desde las entidades que operan en el DHUB se asegura que no tienen «ni idea» del alcance de la reforma anunciada por el concejal de Cultura. Se ha especulado con que también podría albergar el futuro museo de la arquitectura, pero un asesor de Collboni lo desmiente: tratarán de ver cómo se «configura la gobernanza», cómo se «optimiza un edificio de enorme potencial».
Tres mujeres al frente de las tres entidades del DHUB
En el DHUB tienen su sede el Museo del Diseño, una entidad pública dirigida por Pilar Vélez; el Fomento de las Artes y del Diseño (FAD), una asociación de profesionales presidida por Nani Marquina; y Barcelona Centro de Diseño (BCD), una fundación privada de empresarios liderada por Isabel Roig. A menudo, estas entidades están a la greña. Todas se dedican al diseño, pero son muy distintas –un museo público, una asociación de profesionales y una fundación con visión empresarial– y entre ellas saltan chispas.
Los portavoces de las tres entidades aseguran que no existe ningún problema de convivencia e, incluso, uno de ellos señala que sus relaciones son «diáfanas como el edificio donde estamos», que se caracteriza por la luz y los espacios abiertos.
Los del «contenedor», los «artistas» y los «empresarios»
No obstante, a medida que se va descendiendo en el escalafón van aflorando rencillas, que se atribuyen a la misma génesis del DHUB: al museo, lo definen como un «contenedor» al que se le han ido añadiendo colecciones diversas sin ton ni son –de indumentaria, cerámica, artes gráficas, decorativas- que estaban esparcidas por la ciudad; al FAD, sus críticos los definen con un peyorativo «los artistas», o los «enfants terribles» del diseño por su supuesto elitismo; y a los miembros BCD, sus detractores les llaman «los empresarios» y les atribuyen estar más pendientes del negocio que del arte.
Un destacado miembro del FAD que prefiere mantenerse en el anonimato indica que el museo ofrece una visión clásica del diseño, historicista, mientras que el FAD apuesta por la vanguardia, por las actividades contemporáneas y, siempre que sea posible, en vivo. Otro profesional califica el museo de «mausoleo de cosas muertas» mientras que ellos luchan porque en el DHUB «se muestren cosas vivas».
Los de Barcelona Centro de Diseño son «los bichos raros», tal como reconoce uno de sus miembros. Cuentan con un «Club de las empresas», desde el cual ofrecen asesoramiento y consultoría sobre líneas de financiación, protección del diseño, búsqueda de perfiles profesionales, nuevas tecnologías, e incluso montan start-ups. Son los organizadores de la Barcelona Desing Week y, a finales de octubre, viajarán a la Dubai Desing Week.
Aunque cueste creerlo, los profesionales que operan en el DHUB aseguran que falta espacio, pese a que el edificio cuenta con cerca de 30.000 metros cuadrados. Precisamente, la falta de espacio ha generado tensiones entre las entidades. A veces el museo ha programado grandes exposiciones, pero no se ha previsto ni espacio ni posibilidad para otras actividades relacionadas.
Un profesional indica que la convivencia de entidades tan distintas en vez de un problema debería ser una oportunidad para todos: «Es como una casa compartida o un piso de estudiantes, no puedes montar una fiesta en el comedor si un compañero tiene exámenes al día siguiente».
El ex alcalde socialista Jordi Hereu puso la primera piedra del museo en 2009, pero lo inauguró el convergente Xavier Trias hace menos de dos años. Ahora será el socialista Jaume Collboni, titular de cultura del Ayuntamiento de Ada Colau, el que intente poner orden en el museo de los líos.