Lara: “Pase lo que pase, nadie nos ahorra la fractura de la sociedad catalana”
El presidente del grupo Planeta reitera que la independencia de Catalunya es imposible y culpa por igual al Ejecutivo central y el Gobierno de Artur Mas de la ruptura
“Pase lo que pase, nadie nos ahorra la fractura de la sociedad catalana”. El presidente del Grupo Planeta, José Manuel Lara, da por hecha la ruptura.
En septiembre de 2012 dejó claro que se llevaría la sede del gigante editorial fuera de Catalunya si se declara la independencia. Casi un año después de una afirmación que levantó polvareda, el empresario se lamenta del nivel de enfrentamiento por una cuestión política. “Ya hay familias que han dejado de reunirse porque si no se pelean”, afirma.
Barcelona y Madrid no se quieren entender
¿Es sólo el Gobierno de Artur Mas (CiU) quien ha provocado la situación actual? No. El presidente de Planeta reparte por igual las culpas entre Barcelona y Madrid. “El presidente Montilla (PSC) dijo en 2007 en el Ritz que en Catalunya crecía la desafección con España”. Han pasado siete años desde el discurso del socialista y nadie ha hecho nada para poner freno a este sentimiento, según su valoración.
“Jugamos con sentimientos, no con ideologías. Recordemos que todas las guerras han sido por sentimientos”. Muy sensibles a las posiciones radicales que aún dividen más, valora.
¿Diálogo?
Lara se ha mostrado muy crítico con la poca predisposición al diálogo de ambas partes. Señala que se ha hablado donde no tocaba, en los medios de comunicación. Especialmente desde la Diada de 2012. Sólo se escuchan “ruidos y tambores” en la prensa y no habido ni siquiera un intento de diálogo real entre el Presidente Mariano Rajoy (PP) y Artur Mas, denuncia.
“Por la información que tengo, me consta que la independencia es imposible y lo saben todos”, ha sentenciado.
Las posturas están enrocadas y los puentes rotos. El temido descosido en la sociedad ya se ha producido y, según el análisis de Lara, el escenario final al que conduce esta carrera es extremadamente preocupante. “Saldrá mal”, avisa. Y nadie mueve un dedo para cambiarlo.