La rivalidad política paraliza Feria de Valencia
Bloqueada toda la estrategia de crecimiento a la espera de que se aclare la división interna del Consell
La Feria de Valencia tiene que decidir si su negocio es local o global. Si lo importante es el recinto o los clientes. Si debe atender al concepto de servicio público o a la atención a los expositores que quieren hacer negocio. Todas estas decisiones están paralizadas porque el gobierno de la Generalitat no tiene clara la opción entre una entidad pública, privada o mixta. Hace meses que esperan esta decisión, pero en el seno del Consell siguen sin dar una respuesta.
Los consellers del PSOE, representados por el de Hacienda, Vicent Soler, tienen clara la opción: Encaminarse hacia una fórmula en la que el patrimonio -el recinto ferial y sus deudas- sea de propiedad pública y la gestión de los certámenes sea mercantil y privada.
En cambio, los representantes de Compromís, con el conseller de Economía, Ramòn Climent, y Mónica Oltra a la cabeza, son más partidarios de una empresa de servicio público que viva totalmente de los presupuestos.
A la búsqueda de nuevos socios
Esta indecisión se ha visto reflejada en la votación de las partidas de la institución, a finales del año pasado. También impide que la Feria busque nuevos modelos de rentabilidad, como puede ser generar sociedades con operadores para gestionar eventos o convertirse en una empresa de servicios para empresarios que necesiten plataformas en cualquier parte del mundo.
Actualmente, la Feria de Valencia ya trabaja con el textil y la moda infantil (FIMI), llevando sus certámenes a Madrid. Y tiene en cartera otros acuerdos en otras partes, pero siempre que quede claro cuál es su modelo des gestión: ¿Público o privado? O a lo mejor mixto. Nadie les aclara su papel.
¿A qué jugamos?
¿Cómo hacer una estrategia a medio plazo sin saber a qué jugamos? La pregunta se la hacen en la Feria y entre los empresarios valencianos que tienen interés en la plataforma. Los expositores buscan valor añadido a su esfuerzo económico, porque el papel de las ferias como escaparate tiene sus límites, como ha ocurrido en CEVISAMA, la feria del azulejo. En el camino se han quedado las ferias del mueble o el juguete.
Y como referencia citan a la Feria de Milán, que incluso tienecertámenes con socios privados que cotizan en bolsa. En el lado opuesto la de Barcelona, con un carácter público que recibe subvenciones a la gestión para competir con ventaja contra otras ferias de España y Europa. Es el caso de la Mobile Word Congress.
Feria de Valencia se enfrenta a tres problemas, el primero son los sobrecostes
Los sobrecostes, que supusieron las obras de ampliación. Según la intervención del Ayuntamiento de Valencia esta cantidad puede superar los 500 millones, aunque su informe se basa en la muestra de una obra concreta. Para la Feria, en el conjunto de la obra no hay sobrecostes tan importantes, que paga la Generalitat con una subvención finalista a la inversión en la obra de 30 millones de euros al año. Es la parte pública, obviamente.
Aunque todos los directivos de la Feria de la etapa que se investiga (hasta 2012) han sido cesados, PSOE, Compromís y Podemos siguen insistiendo en la corrupción generada. La pasada semana, en plena Feria de Cevisama, el director general de Comercio, Nacho Costa, condicionó el futuro del recinto a las investigaciones judiciales por el sobrecoste.
El segundo, la indecisión política
Aunque la decisión es compleja, por cuanto afecta a obligaciones financieras, bancos, avales del Instituto Valenciano de Finanzas, también es necesario tomarla para la viabilidad de la Feria. En la Feria valoran que mientras existe esta indecisión otros recintos están haciendo sus deberes de cara a los nuevos modelos de gestión de recintos feriales.
Esta decisión hay que tomarla entre las consejerías de Economía, Hacienda, Competencia, el ayuntamiento de Valencia y la propia Feria, pero no se avanza en la decisión, según la Feria. Este recinto es una oportunidad para la economía valenciana, no un problema.
El suelo de la Feria y los edificios son del ayuntamiento de Valencia, la inversión es obra de ampliación de la Generalitat que transforma el pago en una subvención para no aumentar el déficit presupuestario. Y la gestión es la gran duda desde hace años. La ciudad de Valencia recibe actualmente un impacto de 300 millones por año, cuando antes era de unos mil. Una Feria cuesta abajo.
El tercero, el modelo de gestión
La Feria facturó en 2007 más de 65 millones de euros, pero en 2015 menos de 20 millones, que es casi la cantidad que otras ferias españolas reciben como subvención operativa. No pueden plantearse objetivos mientras no haya una decisión política sobre qué papel deben jugar en la economía valenciana. ¿Les van a subvencionar la actividad operativa? ¿O solo tienen su facturación para salir adelante? Nadie contesta.