La refriega entre Iglesias y Monasterio polariza la campaña del 4-M
El episodio supone un punto de inflexión en la campaña. Todos los partidos condenan la violencia, pero se siguen atizando con sus discursos.
Pablo Iglesias ha abandonado el segundo debate electoral del 4-M después de que de la candidata de Vox, Rocío Monasterio, cuestionase las amenazas que él mismo, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska y la directora de la Guardia Civil, María Gámez, han recibido con balas en un sobre.
«Que se marche pero no solo del debate sino de España», dijo Monasterio. La candidata de Vox cuestionó en campaña electoral este hecho, no sin antes condenar todo tipo de violencia. Sin embargo, la refriega polariza aún más la campaña.
El líder de Unidas Podemos aseguró que no va a compartir ningún espacio con Vox durante esta campaña mientras la formación de Santiago Abascal no condene la carta. Desde Vox añaden que «no condenó el acto de Vallecas». Y mientras el ‘y tú más’, la candidata de Más Madrid, Mónica García, también abandonó el debate junto con el socialista Ángel Gabilondo.
Una vez terminada la contienda y desde su cuenta oficial, Vox ha jaleado después la salida de Iglesias vaticinando que «pronto lo echaremos de la política española».
El candidato de Ciudadanos, Edmundo Bal, recordó que el ex presidente de su partido, Albert Rivera, también recibió una carta similar con una bala enviada por los independentistas catalanes en 2007. Y «claro que hay que denunciarlo, no existe una violencia mala y una violencia buena», le espetó a Monasterio.
«Lo ocurrido hoy supone un punto de inflexión que no puedo consentir; abandono este lugar y llamo a los ciudadanos para que ganemos al odio en las urnas», señaló Gabilondo cuando abandonó el debate electoral.
Horas más tarde, la formación de Santiago Abascal anunció que será Vox quien lleve este asunto y se personará como acusación popular. Aseguran a través de Twitter: «Queremos que la investigación policial y judicial determine quién o quiénes son los autores de estas cartas».
Se culpan entre ellos
Lo cierto es que en esto de la polarización todos se culpan entre todos. Iglesias se queja del «error» que en su opinión supone que se banalicen los ataques de Vox, porque, alertó, no es aceptable en democracia «el racismo y el fascismo».
«La ultraderecha ya no nos señala ni siquiera como rivales ideológicos. Me llaman rata, me llaman chepudo… Van directamente al ataque personal sin ningún tipo de límite y, aunque nosotros vayamos a los juzgados, esto hay que pararlo en las urnas», pidió el candidato de Unidas Podemos.
«No condenar este tipo de agresiones personales es muy grave», ha afirmado Casado desde la Cuesta de Moyano, en Madrid, donde ha defendido que, si no se diferencia entre la política y los ataques personales, «la democracia no merecería la pena».
Hace una semana, Casado dijo que la respuesta de Ayuso no genera crispación y tampoco lo hace su lema de campaña: «Ayuso no confronta por llevar una camiseta que diga ‘comunismo o libertad'», y acabó asegurando que «la sociedad está rota por culpa de ellos (la izquierda), porque creen que una sociedad polarizada les conviene, pero no les ha salido bien».
Por contra, el alcalde de Madrid, José Martínez Almeida, ha defendido que Podemos y también Vox, deben condenar la violencia «venga de donde venga» y ha acusado a Iglesias de «hipocresía y cinismo» por haberse levantado del debate ante la actitud de Rocío Monasterio.
Una campaña muy polarizada
El impacto que tienen en la elección del voto las actitudes negativas hacia los líderes es mucho más fuerte que en el resto de países. Un estudio de la Universidad de Lausana publicado por El País señala que «los líderes importan mucho en España: importan más que en el resto de países tanto en términos positivos como negativos».
Este comportamiento tiene consecuencias negativas, advierten. «Ya era discutible si la decisión basada en actitudes hacia los líderes era compatible con nuestros estándares democráticos, pero estas preocupaciones son aún más justificadas si los ciudadanos votan principalmente en contra de un candidato determinado», señala.
Para la politóloga Berta Barbet, de la Universidad Autónoma de Barcelona, esta dinámica es peligrosa para el funcionamiento institucional: «Dedicarse a generar antipatías es útil electoralmente, pero perjudica a la gobernabilidad», destacan.
En la campaña de Madrid se habla mucho de libertad, pero también de los ataques entre candidatos. La mayoría de candidatos están dejando claro en sus discursos que los otros partidos no son simples adversarios, sino el enemigo y ahí está el error, según señalan los diferentes expertos consultados por ED.