La rebelión de ‘los indignados’ toma el protagonismo en la jornada de reflexión
Los analistas de los partidos políticos estudian el efecto que sobre el voto de los ciudadanos tiene la aparición del movimiento de protesta
La irrupción del movimiento del 15 de mayo, que esta semana ha concentrado miles de personas de toda condición en las plazas de las ciudades españolas, ha sido el elemento más novedoso de la contienda electoral. Este aspecto crea incertidumbre respecto a su peso en las votaciones.
Los 60.000 hombres y mujeres que, según la policía, llevan concentrados diversos días en las plazas de las principales ciudades del país han conseguido poner sus reivindicaciones en primer plano pese a los esfuerzos de los partidos políticos en presentar sus respectivos proyectos.
La situación económica española, con un paro que supera el 20%, que entre los jóvenes dobla este porcentaje y la sensación en amplias capas de la población de que se está dando una salida injusta a la situación se halla en la mente de las personas que han decidido romper la baraja y reclamar otro tipo de democracia.
Sin desalojos
La posición formal de las juntas electorales y del Tribunal Supremo, prohibiendo las concentraciones no ha tenido ningún efecto práctico. Los concentrados han opuesto a dichas resoluciones su posición apartidista y un pacifismo que les hace difícilmente atacables desde el punto de vista del orden público. Los gobernantes, centrales y autonómicos se han rendido ante la imagen que un desalojo hubiese tenido en una opinión que en parte comprende a los indignados.
El PSOE ha evitado enfrentarse a los que protestan explicando que su actuación siempre tiene como elemento base minimizar los efectos que la crisis tiene sobre las capas menos favorecidas. El PP ha reafirmado su posición de reclamar un voto de castigo contra el Gobierno en estas elecciones locales y autonómicas. Izquierda Unida ha intentado generar simpatías con los concentrados y los otros partidos han reafirmado el valor del voto como elemento de cambio.
Los observadores internacionales también han tomado nota del malestar de fondo que muestran las concentraciones, tan parecidas a las del norte de África, aunque con una diferencia clara, aquí no hay dictadores.
Que el diario Wall Street Journal saque en portada la protesta española no es casual. Y el análisis del rotativo es claro: existe enfado en la población y una sensación de que un vuelco en el actual equilibrio de poder puede hacer aflorar agujeros económicos actualmente silenciados.
Protagonismos
La campaña electoral ha tenido ya desde su inicio protagonistas que exceden de los aspectos locales. Primero fue la controversia sobre si la coalición vasca Bildu podría o no participar en las elecciones. También lo fue el anuncio previo de José Luis Rodríguez Zapatero de que no se volvería a presentar para presidir el país.
En el ámbito catalán las elecciones se limitan a los municipios. En Barcelona el duelo entre el socialista Jordi Hereu y el nacionalista Xavier Trias, centran la atención. Otros enfrentamientos menos publicitados pero también significativos se producen en Badalona, donde el popular Xavier García Albiol con un programa agresivamente contrario a la inmigración ha suscitado una gran adhesión; en Girona, donde la hegemonía socialista parece que podría romperse o en Tarragona donde el alcalde saliente , Josep Fèlix Ballesteros quizás quede a expensas de otros partidos políticos para poder seguir. En Lleida el debate es saber si el también socialista Àngel Ros consigue revalidar la mayoría absoluta.
Y como telón de fondo en las municipales están las diputaciones. Esta vez la atención se centrará en la de Barcelona, verdadera joya de la corona del PSC que, según vayan los resultados en determinados partidos judiciales, puede depender de pactos complicados.
Duelos emblemáticos
En el resto de España las miradas si fijarán en poblaciones y autonomías emblemáticas como Sevilla o Castilla-La Mancha, que de ser feudos socialistas pueden dar un vuelco en favor del PP. En otros ámbitos, como las municipales vascas la curiosidad está en ver si se ratifica el gobierno y el estilo de Patxi López o si la irrupción de Bildu cambia los equilibrios actuales.
Todos los elementos anteriores forman parte de las reflexiones que los ciudadanos se plantean el día antes de votar. A ellas se unen las reclamaciones, dispersas, desordenadas y quizás contradictorias de los concentrados en la Puerta de Sol en Madrid, de Plaça de Catalunya en Barcelona y en tantos otros lugares: el paro, las hipotecas, las ayudas de los bancos y los recortes a los servicios públicos. Y todo con la sensación de que una cosa es la formalidad de votar cada cuatro años y otra ejercer realmente la democracia.
La incógnita que tratan de despejar los estrategas de los partidos políticos es el papel que jugarán en el momento del voto las posiciones de los indignados. ¿Habrá más abstención?. El voto en blanco volverá a crecer, la oposición se aprovechará del malestar o este será irrelevante. Sea como fuere, los que protestan han robado, en la recta final de la campaña, el protagonismo a los líderes políticos. Eso, puede ser clave o simplemente un serio aviso.