La falta de futuro es la principal causa del éxodo de los españoles
Ya hay más de 2,3 millones de españoles viviendo en el exterior, aunque dos de cada tres de ellos no nació en el Estado. Los que sí son nativos, sobre todo entre los jóvenes, se marchan atraídos por las mejores condiciones laborales de otros países
Esta semana, el Instituto Nacional de Estadísticas difundió que 2,3 millones de españoles viven en el exterior. En el 2015, el éxodo siguió adelante, con casi 122.000 personas (un 5,6 % más que el año anterior) que decidieron abandonar la península ibérica para residir en otro país.
Sin embargo, cabe advertir un matiz: solo uno de cada tres (767.000) emigrantes nació en España, mientras que el millón y medio restante son ciudadanos con pasaporte español pero nativos de otros países.
Esto refleja un aumento del regreso de aquellos extranjeros que consiguieron la nacionalidad española, pero que en su fuero interno nunca dejaron de sentirse argentinos, colombianos, rusos o chinos. La mayoría ha arribado con los aluviones de inmigrantes del 2000 al 2007, pero que con la llegada de la crisis decidieron regresar a sus tierras en búsqueda de las oportunidades que ya no podían conseguir en el Estado.
España, generadora de emigrantes
España ha vuelto a ser, aunque sin llegar a los niveles de principios del siglo XX y tras la posguerra, en un país generador de emigrantes. ¿La causa? Entre los adultos de 20 a 35 años, es la falta de perspectivas laborales.
Carlos Vázquez, de Chantada (Lugo) había llegado a Barcelona para realizar una maestría de periodismo y un postgrado en producción de documentales, pero terminó trabajando en una pizzería.
«No veía ninguna perspectiva de encontrar empleo. Tenía un contacto en la Universidad Sagrado Corazón, de Puerto Rico, me apunté en un master y a los quince días estaba trabajando a media jornada como tutor de español. A los seis meses pasé al área de relaciones públicas, y ahora soy coordinador de medios digitales de la universidad, además de ser profesor en una asignatura», precisa Vázquez.
Aunque la vida económica se está haciendo más dura en la isla caribeña, advierte, las posibilidades que ha tenido, como el poder comprarse una casa a los cuatro años de haber aterrizado en Puerto Rico, le ofrecen un panorama que no hubiera alcanzado en España. «Hemos pensado en volver, pero no veo que el panorama sea mejor. A mi pareja la llamaron de Madrid para dar clases en una universidad, y le pensaban pagar la mitad de lo que gana aquí».
Tampoco ve muchas oportunidades para regresar Ariadna Marrugat, una catalana que encontró trabajo como responsable de comunicación en Anthéa, el Teatro de Antibes, en la Costa Azul francesa. «Me gustaría regresar en dos o tres años, pero no volveré hasta que no vea una oferta que me entusiasme», dice.
Mejores condiciones
Trabajar en una universidad no ofrece sueldos altos, ni en España ni en ningún lugar del mundo. Pero las condiciones pueden ser mejores, tanto en lo laboral como en lo académico. Es lo que piensa María Riera, una barcelonesa licenciada en Humanidades que, tras trabajar en Mallorca, se enfrentó a un ERE y decidió, con su marido, poner rumbo a Columbus, la capital de Ohio.
Mientras estudia en la Ohio State University, fue contratada como profesora asistente para dar clases de español, un nicho que en Estados Unidos crece día a día. «En España es mucho más difícil dar clases en una universidad, aquí hay más oportunidades, aunque también los profesores que recién comienzan tienen condiciones precarias. Pero el ritmo es muy exigente y siempre se tiene la presión de la excelencia, de hacerlo todo bien».
La gente perdió su actitud positiva
Hay quien, además del panorama económico, también ha decidido un destino por amor. Es el caso de Thaïs Martín, también nacida en Barcelona, que se enamoró de un canadiense. Pero al momento de decidir dónde vivir, comprobaron que Canadá les ofrecía más estabilidad que España. Se instaló en Ottawa, donde durante cuatro meses estuvo «trabajando ocho horas por día buscando trabajo». Tras más de cien currículums enviados, consiguió entrar en la ONG ParlAmericas, que brinda cursos de capacitación a legisladores de América, y donde ascendió a gerente de relaciones públicas.
«Siempre me sentiré extranjera, aunque esté casada con un canadiense», dice Thaïs, quien destaca la estabilidad laboral y la seguridad social del país norteamericano: «ahora estoy con la baja maternal con mi segundo hijo, que dura un año», explica.
Respeto al trabajo
«En España puede haber mejor calidad de vida, pero las condiciones laborales de Francia me permiten tener una vida mejor», dice Mario Alfaro. Este licenciado en Historia, de Madrid, realizó unas prácticas en la cadena Euronews, en Lyon, y desde el 2012 sigue trabajando como periodista, aunque enlazando contratos temporales que se van renovando.
«Más allá que el carácter de la gente es más frío, o que los todo cierra antes y no hay tanta vida nocturna, lo que más rescato es que aquí se respeta mi trabajo», dice Alfaro.
La dificultad de insertarse en el mercado
La valoración del trabajo, más allá del nivel salarial, es lo que rescata Lucía González, de Gijón, quien se instaló en Bristol (Reino Unido) para estudiar inglés, pero también para poder insertarse en el mercado laboral. Tras pasar una temporada como camarera, pudo encontrar empleo como administrativa y profesora de español en una escuela. Y en breve, pasará a trabajar en otro instituto como profesora asistente.
«Aquí hay un verdadero respeto por el trabajador. Tú eres libre de tener tus días de vacaciones, y nadie te pondrá mala cara por ello. Comparado con España, me han tratado muy bien, mejor que nunca lo estuve en España».
Pero reconoce que la inserción en el mercado inglés no es un camino de rosas: «hay muchos españoles a los que les han vendido que si vienes a Londres, a los tres meses hablas inglés que flipas, que hay mucho trabajo y el que no encuentra es tonto. Es mentira, hay trabajo pero es muy duro, esta mal pagado y el clima es espantoso. Pero ser camarero no te hace menos persona, sino que te debe fortalecer».