La Faes califica al nacionalismo de “una variante del populismo” que recorre Europa
Javier Zarzalejos reclama al movimiento independentista catalán que asuma la pluralidad de la sociedad catalana
El asunto ya no es un juego de los políticos catalanes. Ya no es una cuestión que se pueda diluir con el tiempo. La Faes, el poderoso Think Tank que impulsó José María Aznar, lleva meses con su proa en Catalunya. Se lo ha tomado en serio. Y ha elaborado extensos documentos, encargados a especialistas en el campo de la economía, del derecho, la historia y la cultura. Si el movimiento independentista quería un interlocutor, ya lo tiene, y va cargado de munición.
El secretario general de Faes, Javier Zarzalejos, mano derecha de Aznar, junto con el catedrático de Economía Aplicada de la UB, Francesc Granell, y con una nutrida presencia de miembros de la dirección de Faes, como Cayetana Álvarez de Toledo, ha presentado el libro Cataluña en claro, en el que se analiza las consecuencias de su separación de España.
La más importante, y la que sigue creando grandes diferencias de interpretación, es la posible salida de Catalunya de la Union Europea. Tanto Zarzalejos como Granell lo han dejado claro, al asegurar, en el caso del secretario general de Faes, que en Europa “nadie tiene un vagón propio, y Catalunya forma parte de ese tren porque fue España la que entró como miembro de la UE”.
Sociedad plural
En un acto en el Círculo Ecuestre, con dirigentes del PP, como Alberto Fernández Díaz, pero también con la presencia de miembros de Federalistes d’Esquerra, como Joaquim Coll, uno de los impulsores de Societat Civil Catalana, –también estaba su presidente, Josep Rosiñol– Zarzalejos ha querido entrar de lleno en el supuesto problema de Catalunya.
La idea de Zarzalejos es que el nacionalismo “cree que administra las esencias, y el problema es que debe aceptar la pluralidad”. Faes considera que los medios de comunicación, y la clase política catalana defiende un discurso que casa mal con una sociedad catalana que “es plural”. Y que ha construido “mitos” a lo largo de los años “que, sencillamente, no son verdad”, en palabras de Zarzalejos, quien ha añadido que «el nacionalismo es una variante más del populismo que corre por Europa».
No a la «independencia low cost»
El secretario general de Faes ha insistido en que la Constitución no se puede vulnerar, con el derecho a decidir, y que, en todo caso, “es constitucional la propia reforma de la Constitución”. La idea que ha defendido es que “no hay nada de progresista en eludir la norma”, dejando claro que “no puede haber una independencia low cost”, y que cualquier proceso de esas características tiene un alto coste.
El libro Cataluña en claro recoge diferentes intervenciones públicas y estudios sobre diferentes ámbitos de autores como Miquel Porta Perales; Gabriel Tortella, Clemente Polo; Ricardo García Cárcel; Ignacio Astarloa, Ángel Rivero Rodríguez; y José Maria de Areilza Carvakl y Leopoldo Calvo-Sotelo Ibañez-Martín. En el caso, por ejemplo, del historiador García Cárcel, el título es ilustrativo: Los mitos del 11 de septiembre.
La salida política
El problema es que, aunque todos esos autores puedan exhibir argumentos contrarios a la independencia de Catalunya, argumentos que defienden que a Catalunya “no le interesa separarse de España”, –y el principal es que quedaría fuera de la UE aunque el Govern de Artur Mas sigue sin aceptarlo– una parte importante de la sociedad catalana sigue mostrando “un gran descontento” por la forma en la que se gobierna España.
Es lo que ha apuntado Francesc Granell, un hombre cercano a la CiU de los años ochenta, economista, y siempre pendiente de las cuestiones europeas e internacionales. Para Granell, que ha querido presentar el libro junto a Zarzalejos, el editorial del Financial Times del pasado martes “es trascendente”. La apuesta debería ser, a juicio de Granell, “política”, una tercera vía que permita una “solución pactada”, una “línea política de mejora del entendimiento”.
Y eso, por ahora, no se está produciendo, porque la acción, a juicio de Granell, debería llegar del Gobierno central, no de la política catalana, que, en estos momentos, no está en disposición de presentar muchas alternativas.