La inmensa factura de una sociedad sin hijos
El envejecimiento, la baja natalidad y las nuevas pautas migratorias plantean dudas sobre el futuro económico de España. Los datos de 2019 agravan la crisis
La capacidad de generar riqueza es mayor a fuerza de sumar efectivos. Sin embargo, cuanta menos gente se sume a lograr dicho objetivo, más complejo será el reto. Y ese es el problema al que se enfrenta la economía española, cuyo crecimiento demográfico tiene los frenos activados. Así lo relata Una sociedad sin hijos (ED Libros), de Manuel Blanco Desar.
Existen dos opciones: o poner más gente e inversiones a trabajar o mejorar la productividad con los recursos existentes. A principios de siglo, el crecimiento de la población, sin embargo, suponía uno de los principales incentivos para la economía. La actividad crecía por encima del 3%, mientras el PIB avanzaba entorno al 1,5%.
Ello significaba que la mitad del auge se debía a la suma de miembros a la sociedad, que entonces aumentaba a un ritmo del 2%. Con la crisis la población dejó de crecer, de manera que el PIB total y el per cápita cayeron prácticamente a la vez. Ya en la recuperación, aunque el número de personas no crecía, se compensaba por el número de parados que volvían al mercado aboral, y los indicadores volvieron a subir.
Efectos en el mercado laboral
Pero este proceso empieza a agotarse. Desde mediados de este año, la mejora de la ocupación se ha ralentizado en la misma medida que lo ha hecho la actividad. La mitad de los empleos que se crearon en 2018 fueron de inmigrantes, según la encuesta de población activa (EPA), y en lo que va de año la cifra es incluso superior.
Este hecho puede indicar que hay colectivos de españoles que puedan tener dificultades para colocarse. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el salario medio de un español asciende a unos 24.000 euros. Al ocuparse por norma general en actividades de menos valor añadido, el de un trabajador de Latino América está en unos 15.000. Y el de un extracomunitario, en 16.000.
El proceso de recuperación de parados pierde fuerza con la ralentización y todo apunta a que también ocurrirá así con el crecimiento de la población, y cada vez salen del país más españoles.
Además, el saldo entre nacimientos y muertes, acumula ya cuatro años de decrecimientos. Poco a poco, «España se acerca a Japón y Corea del Sur», como documenta el economista Blanco Desar en su obra. «España sera el tercer país más envejecido del mundo en 2050», sostiene el autor.
Consecuencias económicas de la coyuntura
El Banco de España ya revisó hace años el potencial que tiene la economía para crecer a medio y largo plazo. Lo sitúa sobre del 1,25% anual para los próximos años frente al 3% de otras fases. Se justifica por una demografía que acusa el envejecimiento y la baja natalidad.
Es cierto que se está viviendo un enfriamiento por el parón del comercio mundial, pero también una ralentización estructural por una demografía no favorable. Y una economía que crece en términos per cápita pero que en su conjunto crece poco suele padecer muchas aflicciones.
Afecta a la hora de pagar la deuda, las pensiones o de incentivar la inversión y cuanto más grande sea la producción total, más fácil será hacer frente a la deuda pública. Además, la inversión de una empresa suele aumentarse en función de lo que engorda la demanda de su mercado y es natural que si se desinfla la población, algunas industrias quedarán afectadas.
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