La campaña que quieren PP, Cs y Vox (y la que temen)
Casado, Rivera y Abascal desean una campaña con voltajes muy distintos. Los tres se exponen a lo imprevisible: la reacción a la sentencia del 'procés'
Han pasado seis meses desde que Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera, Pablo Iglesias y Santiago Abascal se midieron en las elecciones del 28 de abril. Poco tiempo, quizá, porque, al fin y al cabo, los protagonistas de la campaña que viene no han cambiado. O mucho tiempo, en realidad, porque las estrategias de casi todos han cambiado radicalmente.
Aquellas elecciones del 28 de abril dejaron a la derecha patas arriba. El PP sufrió un batacazo histórico al perder más de la mitad de escaños (de 137 a 66); Ciudadanos avanzó de 32 a 57 diputados, pero ni así logró convertirse en el primer partido del centro-derecha; y Vox irrumpió con 24 escaños, bastantes menos de los que hacían presagiar aquellos mítines multitudinarios de campaña.
Las expectativas de todos ellos son muy diferentes en estas elecciones del 10 de noviembre, puesto que, inevitablemente, van a resultar una segunda vuelta del 28 de abril. En consecuencia, el voto promete concentrarse en los partidos mayoritarios para alivio del PP, que ahora ve a su alcance hasta 90 diputados.
Voces del PP explican que a Pablo Casado le interesa «una campaña tranquila», muy distinta de la de hace seis meses cuando los populares sobreactuaron para detener la fuga de votos a Vox. «Vox nos destrozó», admiten ahora.
Los analistas de La Plaza examinan en el episodio de esta semana los primeros pasos de la campaña
La situación de este mes de octubre es muy distinta de la de abril. El rastro de Steve Bannon, el influyente exasesor de Donald Trump que mantuvo reuniones de trabajo con Vox, parece haber desaparecido. Bannon, que creyó que Santiago Abascal podia ser un líder nacionalpopulista de la magnitud de Matteo Salvini en Italia o de Viktor Orbán en Hungría, ha cambiado de opinión. Y Vox ha entrado en fase de repliegue, tal y como evidencia su estrategia de reducir sus listas al Senado.
El PP ha pasado del pánico a Vox a cierta indiferencia y celebra que la opinión pública haya podido conocer de primera mano a figuras como Javier Ortega Smith. Casado desea una campaña de potencia limitada e insiste, un día sí y otro también, en reagrupar el voto de centro-derecha en torno a sus siglas. «Nuestra obsesión debe ser mostrarnos como el partido más útil para galvanizar el constitucionalismo», dicen los populares.
Ciudadanos, en cambio, busca subir el voltaje de la campaña a la vista de unas encuestas que amenazan hasta 25 de sus 57 diputados. Y ningún asunto político puede competir en voltios con el desafío independentista. Sólo así se explica que Cs presente este lunes una moción de censura a Quim Torra en el Parlament de Cataluña. El debate promete escenas broncas de la líder de Cs en Cataluña, Lorena Roldán, con Torra y pondrá de manifiesto las estrategias de unos y otros.
Una campaña «incontrolable»
La campaña, sin embargo, admiten todos, es «incontrolable». Y lo es precisamente porque nadie se atreve a pronosticar qué va a ocurrir en Cataluña tras la sentencia del Tribunal Supremo sobre el procés.
La flojera que ha mostrado la Asamblea Nacional Catalana en sus últimas convocatorias, bastante menos masivas que las de hace un par de años, ha llevado a algunos a pensar que los días de furia en las calles catalanas serán pocos y alejados del clima insurreccional de 2017.
Pero, claro, no es más que una intuición. Los partidos también contemplan que la situación se descontrole, que algún CDR actúe con violencia o que las columnas humanas que ya está organizando la ANC puedan colapsar Cataluña. Cualquiera de estas circunstancias activaría mecanismos extraordinarios como la ley de Seguridad Nacional, cuya puesta en marcha está más que estudiada.
Llegado a ese punto, las estrategias volarán por los aires y el duelo político no será tan sencillo como leer una encuesta y obrar en consecuencia.