Estado Islámico atenta contra la esencia de Europa: su ciudadanía
Para el yihadismo, el exterminio ennoblece la muerte del kamikaze. Lo aprendimos dolorosamente en Atocha, lo revivimos en la sala Bataclan; y el drama ha tenido su triste remake en Bruselas
La yihad golpea en el corazón de Europa para socavar nuestro modelo de vida basado en la libertad. Caen 34 ciudadanos entre el aeropuerto de Bruselas y la estación de metro de Maelbeek: la conexión internacional de la Unión Europea y la entraña cosmopolita de la ciudad.
Aunque sea demasiado tarde, Bélgica eleva al máximo su nivel de seguridad. Occidente tiene derecho a defenderse. Al conocerse los atentados, el titular español de Exteriores, José Manuel Margallo, puso en marcha el protocolo consular de emergencia y el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, trasladó al primer ministro belga, Charles Michel, el profundo pesar del Ejecutivo por los atentados terroristas, con «la más firme condena y repudio» a este «acto de violencia injustificable».
Los mensajes de unidad y firmeza frente al terrorismo y solidaridad con las víctimas se repitieron hasta el infinito a lo largo del día por parte de instituciones, partidos, sindicatos, organizaciones empresariales, entidades religiosas y casas reales europeas.
Los máximos responsables de la lucha antiterrorista española, del CNI, la Policía Nacional, la Guardia Civil, así como oficiales de enlace de los Mossos d’Esquadra y la Ertzaintza analizaron los peligros de la amenaza yihadista en España en la reunión del pacto antiterrorista celebrada por la tarde.
Un poco antes de las ocho de la mañana se produjeron dos explosiones en el aeropuerto, una de ellos obra de un kamikaze, con un saldo de 14 muertes. La explosión en el metro de Maelbeck causó 20 fallecidos más. Durante media mañana, la respuesta fue una mezcla de impaciencia y caos.
Brecha de seguridad
Bruselas tiene más de 15 barrios asociados, con policías diferentes, servicios de bomberos propios y protección civil autónoma. La seguridad y la prevención en Bélgica se mueve en el interior de un scalextric gigante con normas únicas en cada enlace. Una gran cantidad de empleados de las oficinas centrales de la UE pasan a diario por la parada de metro de Schuman, la estación siguiente de Maelbeck.
En Schuman bajan y suben a diario la mayor parte de informadores y periodistas gráficos que acuden a trabajar a la Comisión. TVE cerró su informativo de mediodía en España con el remate melancólico de Jacques Brel de fondo: «Avec des cathédrales pour uniques montagnes/ Le plat pays qui est le mien». Las explosiones terroristas de Bruselas no se produjeron en la Grand Place, ni en el Atomium ni en las vírgenes de Memling, porque el objetivo no es el símbolo, sino la esencia de Europa: su ciudadanía.
La explosión del metro fue en el subterráneo de Robert Schuman, el barrio que enlaza la vieja ciudad gótica, entreverada de rascacielos de puntas cristalinas, con el fondo del Berlaymont, sede de la UE, back office de la civilización política. Martin Schulz, presidente del Europarlamento, dio una orden de confinamiento enviada por escrito a los miembros de la cámara. «Nadie se ha movido», explicaba Ramon Jáuregui, eurodiputado socialista.
Periscope: el nuevo medio informativo
A lo largo de toda la jornada, las televisiones europeas mantuvieron abiertos sus estudios para ofrecer información sin fin. A través de Periscope, la nueva aplicación de moda, 80.000 personas siguieron en directo el atentado del aeropuerto y otras 20.000 el del metro. A cada rato las emisoras reproducían las palabras del presidente francés, François Hollande, y del primer ministro de Francia, Manuel Valls: «Estamos en guerra».
Jesús Núñez, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), rechaza el término guerra: «Eso es precisamente lo que no es, tal como demuestran los ejemplos terribles de Afganistán o de los talibanes o el mismo ISIS, cuyo nacimiento tiene mucho que ver con los errores estratégicos de Occidente».
«Las guerras se ganan o se pierden en un territorio. Pero el fenómeno ISIS es global, no se combate solo con armas, intervienen la cultura democrática y los amplios despliegues diplomáticos», añade Núñez. Europa, Estados Unidos, Rusia y el resto de aliados han reducido a base de fuego aéreo el espacio físico de ISIS en Siria e Irak, pero el terror como respuesta es una hidra de mil cabezas que puede golpear con muy pocos medios y causar enormes daños humanos y materiales en medio mundo.
Granero de la yihad
Los gobiernos y responsables de seguridad sabían en todo caso que Moullenbeck era el granero de la yihad en el continente. Allí, en el centro de Bruselas y lejos de la banlieu parisina fue detenido y herido hace 48 horas, Salah Abdeslam, cerebro del atentado de París, junto a su cómplice Monir Ahmed Alaaj, alias Amine Choukri.
Para los jóvenes bárbaros de Estado Islámico, lo sagrado forma parte de la estructura misma del poder. El exterminio del otro ennoblece la muerte del kamikaze. Esto lo aprendimos dolorosamente en Atocha, en marzo de 2004, lo hemos revivido algo más de una década después en la sala Bataclan de París; y el drama ha tenido su triste remake en Bruselas.
Es una guerra de «baja intensidad que se prolonga y que costará mucho de ganar», en palabras del jefe de la Diplomacia española, García-Margallo. La política española ha reaccionado en bloque: «No olvidaremos y nos mantendremos unidos». Albert Rivera decía que la libre circulación, tesoro de la Unión, «es innegociable».
El antieuropeísmo como Quinta Columna
Pablo Iglesias se ponía a disposición de las fuerzas de seguridad a las puertas del Ayuntamiento de Madrid, donde su alcaldesa, Manuela Carmena, había convocado un plante en repulsa y solidaridad con las víctimas. Para Fernando Reynoso, experto en seguridad del Real Instituto Elcano, la «resiliencia de los ciudadanos será fundamental a partir de ahora».
Ante tanta unanimidad no podía faltar la Europa intolerante y xenófoba. El UKIP británico, portavoz del nihilismo antieuropeo, lo tenía fácil: «La culpa es de la libre circulación». «Los enemigos de la civilización no duermen».
El antieuropeismo es la Quinta Columna del yihadismo en la medida en que justifica las atrocidades del enemigo alineándose con los argumentos que tratan de exterminar nuestros principios. Hoy no cabe solo la generosidad de la esponja.
No somos solo un melting pot y no podemos confundir síntesis con suma. No podemos decirles a nuestros hijos: eres la suma de influencias que has heredado de tus padres, porque ser libres, como escribió Sartre, es «hacer algo con aquello que otros han hecho de ti».
Pascua de puertas a dentro
Horas después de los atentados, los enviados especiales a la capital belga recorrían calles desiertas. La plaza de Santa Catalina aparecía vacía y tampoco había turistas a las puertas de Santa Gúdula. En las termas pegadas a las playas de Ostende, lugar vacacional clásico de los bruselenses, se han suspendido las reservas a marchas forzadas.
Será una Pascua de puertas a dentro, allí donde vive la ósmosis secreta entre las dos culturas belgas: la flamenca y la valona. Costará retomar la calle, eternamente reluciente por la mezcla de adoquín y cemento mojados. En la capital de la UE, sede de nuestra cesión de soberanía y de nuestra defensa (OTAN) siempre llueve. Al otro lado del teléfono, en los centros de prensa se trabaja sin desdén, se pelea palmo a palma cualquier novedad.
La tarde cayó vertiginosa en el centro del continente; el spleen de la capital es ahora la canción triste del que fue su mejor trovador: «Quand le vent est au sud, écoutez le chanter/ Le plat pays qui est le mien», cantaba Jacques Brel, nacido en Schaerbeek, uno de los numerosos ayuntamientos autónomos y desorganizados del cinturón de Bruselas.