El volantazo de Casado: de flirtear a echar pestes de Vox en 96 horas
El PP marca distancias con un Vox al que ahora Casado califica de partido de ultraderecha en un giro relámpago para evitar otro revolcón el 26-M
Es cosa sabida que en política el digo siempre acaba siendo Diego y las promesas electorales están para incumplirlas. Pero pocas veces se ve un volantazo tan brusco como el que el líder del PP, Pablo Casado, escenificó este martes. Casado, que el viernes subía la apuesta por acercarse a Vox y abría la puerta por primera vez a un gobierno de coalición con el partido de Santiago Abascal, se despachaba cuatro días y 71 diputados menos después con una sucesión de andanadas contra contra la formación ultraconservadora, a la que por vez primera definió como de extrema derecha, y con un llamativo “Centrados en tu futuro” como nuevo lema electoral de cara al 26-M. Cuatro días. Noventa y seis horas.
La escenificación llegó tras una reunión del comité ejecutivo nacional en el que a Casado le tocó hacer acto de contrición tras aguantar el chaparrón proveniente de todos aquellos que no habían visto con buenos ojos la áspera y rápida derechización por la que el sucesor de Mariano Rajoy al frente del partido había apostado para disputarle terreno al pujante Vox, en un intento con visos de desesperado de recuperar al antiguo votante popular que se había creído eso de que el PP no pasaba de ser la derechita cobarde.
No solo no lo recuperó, sino que dejó el carril central expedito para el PSOE y Cs, y perdió 3,7 millones de votos. Podría alegar Casado aquello de que tras la batalla todo el mundo es general, pero el caso es que se lo habían avisado. Y ahora, elevan la voz aquellos a los que hizo oídos sordos. Antes de la reunión de la ejecutiva, hubo reproches y peticiones de giro al centro del exministro Manuel García Margallo, del expresidente del PP catalán Xavier García-Albiol o de dos de los tres presidentes autonómicos que tienen los populares: el andaluz Juanma Moreno y el gallego Alberto Núñez Feijóo.
En la ejecutiva, el presidente de los populares situó por primera vez a Vox en la “ultraderecha”
El presidente de la Xunta no acudió a la cita de la dirección, porque le tocaba comparecer en la sesión de control del Parlamento gallego. Pero no hizo falta. Sigue siendo el hombre hacia el que se giran todas las miradas cada vez que se habla del día después de Casado. Y, como Moreno, abogó por “ensanchar” el partido por el abandonado flanco central. Es la condición que ponían los barones para no exigir —al menos todavía— la cabeza de Casado, y este la cumplió ni corto ni perezoso.
En la reunión, el presidente de los populares, además de calificar a Cs de partido “socialdemócrata”, situó por primera vez a Vox en la “ultraderecha”. Y después, ya frente a las cámaras, en la “extrema derecha”, por contraste con un PP que remarcó que se sitúa en el “centro derecha”, como se pretende subrayar con ese lema de campaña que parafrasea el que usó Rajoy en las generales de 2011 que le auparon a la Moncloa. Sí, después de meses de supuesto retorno a las esencias del partido y de abrazar y recuperar para la causa a ese desmelenado José María Aznar que despreciaba a Rajoy por tibio.
Abascal y los «chiringuitos y mamandurrias» del PP
Casado, que llegó a tachar a Cs y Vox de «suicidas» por haber propiciado una fragmentación del voto que según él fue lo que impidió descabalgar a Pedro Sánchez de la Moncloa, fue aún más lejos y disparó con bala contra Abascal, que “debe mucho al PP”, dijo, porque “ha estado cobrando de fundaciones, chiringuitos y mamandurrias, como él dice, hasta antes de ayer”. Que la afirmación implicara admitir a las claras que el PP monta chiringuitos y etc. no es más que la enésima confirmación de lo mal que el líder del partido mide a veces sus palabras.
Y sí, se trata del mismo Casado que hasta hacía apenas cuatro días, o, lo que es lo mismo, 96 horas, afirmaba que ningún votante del PP que simpatizara con Vox tenía ya motivos para votar a los de Abascal porque la oferta de su partido de siempre incluía ya todo lo que podía desear el indeciso. No es de extrañar que el líder de Vox se haya revuelto. «Nos quería meter en el gobierno y ahora nos insulta. La veleta azul empeñada en su descomposición», escribió en su cuenta de Twitter. Y más: “Toda la campaña plagiando nuestro mensaje y tratando de imitar nuestro estilo y ahora, como los progres, insultáis a los votantes de Vox por tener principios. Se os está poniendo cara de UCD”, espetó.
O quizá no, quizá es que Casado ya no es el mismo, que hay sacudidas de las que no se sale indemne. Que se lo digan si no a los dos hombres de confianza del líder que llevaron el peso de la campaña: el secretario general del partido, Teodoro García Egea, y el vicesecretario de organización, Javier Maroto, apartados ahora de la próxima carrera electoral en beneficio de Isabel García Tejerina, que se hará cargo de la campaña de las europeas, y Cuca Gamarra, que asumirá de las municipales y las autonómicas.
Casado se juega su última carta, y su futuro político, en un 26-M concebido ya entre los populares como una segunda vuelta del 28-A en modo de examen de recuperación. Al partido, o a su cúpula, para cambiar de opinión le bastaron cuatro días. O 96 horas. Ahora habrá que ver si con (menos de) cuatro semanas basta para hacer cambiar de opinión a los antiguos votantes que la formación perdió el pasado domingo. O si la brusquedad del volantazo saca a Casado y al PP definitivamente de la carretera.