El soberanismo entra en depresión a la espera de una llamada europea
El soberanismo llega al final del proceso en un estado de depresión, sólo pendiente de que alguna autoridad europea reclame a Mariano Rajoy una negociación
Europa, Europa. En el guión del soberanismo se había fijado una esperanza, la de que una autoridad europea, llegados a esta estación del proceso, reclamaría a Mariano Rajoy que se dispusiera a negociar. Pero eso está todavía lejos de suceder, y el soberanismo entra en un estado de depresión, con reproches internos, que no alivia la puerta abierta que puede representar el acuerdo entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez para reformar la Constitución a partir de la puesta en marcha de una comisión en el Congreso.
El presidente Carles Puigdemont asegura que esas autoridades europeas están realizando gestiones discretas para apoyar la causa del soberanismo. Eurodiputados nacionalistas, como Josep Maria Terricabras, inciden en que las conversaciones privadas son diferentes a las que se mantienen en público y que eso se desmostrará en breve. Pero, en todo caso, más allá de las indicaciones del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, –que pidió a Puigdemont que no declarara la independencia en el Parlament para mantener la puerta abierta al diálogo– esas intervenciones no han llegado. Al revés. La Comisión Europea se ha puesto al lado de Rajoy, al pedir el respeto a la ley.
Todo depende, también, de la decisión de Mariano Rajoy, y de la posible aplicación del artículo 155 de la Constitución. Según como la plantee el Gobierno, podría revitalizar al movimiento independentista, pero Rajoy quiere ser muy cauto, de la mano del líder del PSOE, Pedro Sánchez. Lo que ha pedido Rajoy, como reiteró en el debate del Congreso en las réplicas con todos los grupos, es que Puigdemont le indique si ha declarado o no la independencia. Tiene hasta el lunes para decirlo, y hasta el jueves para rectificar, en caso de que dijera que sí, que declaró la independencia. A partir del jueves, si Puigdemont no obedece esas indicaciones, se aplicaría el 155 de la Constitución, que supone intervenir la Generalitat.
Los rostros desencajados de Sànchez y de Cuixart en el Parlament fueron ilustrativos de la depresión soberanista
Las dos asociaciones soberanistas que se han convertido en los cinco últimos años en imprescindibles para organizar las movilizaciones, la ANC y Òmnium Cultural, han quedado paralizadas, y han recibido, además, una mayor presión de la Guardia Civil para que cierren sus webs. La clave, sin embargo, es que sus dos presidentes, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, respectivamente, se han quedado sin fuelle.
Sus rostros en el Parlament, tras la sesión parlamentaria en la que Puigdemont declaró y suspendió la independencia en un lapso de ocho segundos, fueron ilustrativos. Desencajados, miran ahora de recomponer a la militancia, que abandonó con lágrimas en los ojos el Paseo Lluís Companys, donde seguía, a través de pantallas, la sesión del Parlament. ¿Puede ahora la ANC y Òmnium pedir un mayor esfuerzo para organizar masivas manifestaciones?
Dirigentes soberanistas calificaron en la noche del martes, tras la sesión del Parlament, como “lamentable” la decisión de Puigdemont. No por el presidente, sino por las circunstancias. Es decir, entienden que la situación es insostenible, que no se podrá mantener el relato –hay un mandato del referéndum del 1-O, con una victoria de los favorables a la independencia, y con la ayuda de la UE– si, realmente, no aparece nadie en los próximos días en ayuda del gobierno catalán, con una petición a Rajoy para que inicie una negociación.
Puigdemont puede convocar elecciones, o dejar que las convoque Rajoy, a través del 155
En el guión del soberanismo, desde hace meses, en esas reuniones entre el sanedrín del proceso soberanista, con Puigdemont, Artur Mas, Jordi Turull, Oriol Soler, Xavier Vendrell o David Madí, se contaba con una enorme movilización en la calle que pondría en un brete al gobierno español. Y sucedió durante el 1-O, y el 3-O, con un parón general, con concentraciones y manifestaciones que pararon Barcelona. Pero, tras el discurso del rey Felipe, la reacción de los bancos y grandes empresas catalanas, que trasladaron fuera de Cataluña sus sedes sociales, y la manifestación constitucionalista del pasado domingo en Barcelona, al soberanismo sólo le quedaba una oportunidad para forzar luego, desde la calle, alguna reacción del Gobierno. Y no lo hizo con la declaración de independencia en el Parlament, esperando un diálogo que no llega.
La CUP se ha desmarcado de Puigdemont, aunque mantiene una actitud constructiva. No ha organizado algaradas ni manifestaciones en la calle. El Pdecat, por su parte, se siente aliviado, porque la declaración de Puigdemont mantiene los canales de diálogo abiertos, mientras que Esquerra, bajo la retórica oficial de que el independentismo tiene todavía una oportunidad de victoria, quiere ya alguna salida viable. Oriol Junqueras, su presidente, aseguró este miércoles que nadie se plantea unas elecciones anticipadas. Pero cuando se dice con esa rotundidad se acostumbra a reclamar lo contrario.
Comienza una larga campaña electoral, que puede convocar el propio Puigdemont, o el Gobierno de Mariano Rajoy, a través del artículo 155 de la Constitución.