El PP cierra campaña con una demostración de fuerza frente a un PSOE desinflado
El PSOE cumplía 142 años de historia, mientras que el PP celebró anticipadamente el triunfo de su candidata con discomóvil. Los partidos cierran la campaña más bronca.
Si la cara es el espejo del alma, lo que este domingo ha sucedido en Madrid puede ser el augurio de lo que el martes arrojen las urnas. El PP cerró la campaña electoral con una demostración de fuerza frente a un PSOE desinflado. Los partidos echaron el cierre a la campaña más bronca en años, donde, desgraciadamente, las amenazas a políticos, el reparto de culpas entre ellos o las agresiones en los mítines tuvieron cabida. Un cierre donde la izquierda estuvo más seria y apeló a la participación como último recurso frente a una derecha bailonga que anticipó su triunfo.
Dos mítines, misma hora y distintos estilos. El PSOE y el Partido Popular cerraron sus campañas a lo grande. El primero cumpliendo 142 años de historia, pero más que celebración aquello resultó ser una llamada seria y urgente al voto. La izquierda moviliza menos y son conscientes. «¡Estamos a tiempo. Todavía falta gente por convencer!», gritó el candidato socialista Ángel Gabilondo en el auditorio del madrileño Parque Forestal de Entrevías.
A la misma hora, el Puente del Rey era una fiesta. Si Hemingway levantase la cabeza hubiera visto una discomóvil con el Palacio Real de Madrid de fondo, 1.500 sillas y gente bailando al ritmo de ‘Libre’ de Nino Bravo o «I want to break free» de Queen. Todo aderezado con banderas de España y la intervención estelar de los anfitriones, el alcalde José Luis Martínez-Almeida y el secretario general, Teodoro García Egea, que no pararon de hacerse selfies con la militancia.
A su vez, el desaparecido Pedro Sánchez decidió arropar, ahora sí, a su candidato «soso, serio y formal» en un acto de las mismas características en vistas al ‘sarao’ de los populares. El presidente del Gobierno, ausente los últimos días de campaña desde que el CIS confirmó el poco arranque de los socialistas, participó junto a la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto; el secretario general de PSOE-M, José Manuel Franco; y la número dos de la candidatura, Hana Jalloul.
Abrazos, ‘puños’ y ‘codos’ en la ‘era Covid’. Tanto unos como otros fueron recibidos y despedidos con gestos cariñosos de los suyos. La comitiva popular entraba con Isabel Díaz Ayuso abriéndose paso y Pablo Casado parándose a hablar con Esperanza Aguirre. El grito de los allí presentes fue claro: «Primero es Sol y luego el Palacio de La Moncloa».
Ante las dudas, Sánchez sacó la papeleta del PSOE, «la que debe impulsar al bloque progresista hacia la victoria», dijo. El presidente volvió a apelar a la movilización de sus feudos tradicionales «para que la recuperación económica no se concentre en la calle Serrano«. Los socialistas volvieron a poner encima de la mesa la idea del cordón sanitario a Vox. De silenciar a otra fuerza política y ridiculizar al PP y un posible pacto para gobernar Madrid. «Queremos un gobierno feminista, paritario, diverso, social y ecologista», zanjó. La seriedad de los socialistas contrastó con la ilusión de los populares.
Pablo Casado insistió en la idea de la unidad para aglutinar al electorado de centro derecha. «En este proyecto caben votantes de otros partidos», dijo apelando a electores de Vox y de Ciudadanos, pero también a los electores socialistas como los históricos Joaquín Leguina y Nicolás Redondo Terreros que apoyan públicamente a Ayuso. También se refirió a los indignados de la Puerta del Sol, los que en un primer momento siguieron a Podemos: «Aquí caben todos».
Por su parte, Díaz Ayuso adelantó las pinceladas de su discurso de ganadora. «No pienso cerrar Madrid, porque no hay un motivo, porque no me da la gana y porque a mí nadie me chantajea», soltó con seguridad y dejó un ‘recado’ para el líder y candidato de Podemos: «Por cierto, Pablo Iglesias, yo sonrío cuando quiero porque no soy de Podemos. Sonrío porque soy una persona libre, y porque tengo un jefe que me ha cedido el puesto en el atril». Para algunos, las risas, los selfies y el DJ vienen a anticipar lo que podría suceder el martes por la noche en el balcón de la Real Casa de Correos o en la Calle Génova.
Los socios: Cs, Podemos, Más Madrid y Vox
Los socios de izquierda y derecha también cerraron sus respectivas campañas con su militancia animando y al pie del cañón. Ciudadanos, por ejemplo, escogió la Plaza de la Villa para poner el broche y final a una campaña complicadísima para los naranjas ante su posible desaparición en la Asamblea de Madrid.
El ‘centro centrado’ con Edmundo Bal a la cabeza reclamó «sensatez» y «entendimiento» a sus adversarios en un escenario donde Inés Arrimadas anunció su salto al Congreso para acompañar a Albert Rivera. Los naranjas ya han hecho de la canción ‘Seven Nation Army’, de The White Stripes, su arma electoral en claro guiño al Atlético de Madrid. Y es que cada vez que el equipo de Bal marcaba un gol en el Calderón sonaba ese himno que insufla ánimo para el candidato, según desvelan desde su equipo de campaña. «Lo conseguiremos», gritaron con fuerza.
El candidato de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, apareció en el anfiteatro Lourdes y Mariano de Vicálvaro, junto a su ‘máquina de ganar votos’, la vicepresidenta Yolanda Díaz, y la primera línea más conocida del partido: Irene Montero, Ada Colau, Isa Serra, Alejandra Jacinto, Agustín Moreno, Serigne Mbaye, Vanessa Lillo y Jesús Santos.
Iglesias, en su línea, agitó la bandera del miedo para que los suyos acudan a votar este martes en masa frente «a la ultraderecha». «Esta campaña ha sido muy importante porque hemos dejado claro el significado político de defender la democracia frente a la ultraderecha», señaló y agregó: «Para que gente como nosotros pueda estar en el Consejo de Ministro, hace falta democracia». El auditorio se creció con gritos de «¡Sí se puede!».
Más Madrid eligió la Cuesta de Moyano para su cierre de campaña, donde todo madrileño que lea se habrá perdido entre las casetas y habrá salido con una gran sonrisa y tesoros entre sus manos. Nada más lejos de la realidad, porque el tono de la candidata Mónica García subió contra su rival más directa: Díaz Ayuso.
«El mayor acto fallido del Partido Popular es gobernar. No vamos a tolerar que volváis a poner las instituciones al servicio del mejor postor. Nos gustaría encontrarnos a aquellos que desconfían de la política en las urnas el 4-M. Nos quieren hacer creer que libertad es pisar al prójimo y desentenderse de la sociedad, que es sinónimo de saltarse las normas comunes. La libertad sin responsabilidad es como un coche sin frenos al que el PP le quiere quitar el cinturón de seguridad», advirtió la madre y médico de Más Madrid.
Pero si hubo un partido que consiguió llenar 3.500 sillas, que según la organización, puso en la Plaza de Colón ese fue Vox. Con un «Viva España», el acto comenzó fuerte señalando que ya son la oposición al independentismo en Cataluña.
«Vamos a conseguir que Pablo Iglesias se vaya a su casa», dijo la candidata Rocío Monasterio. Su valedor y líder del partido, Santiago Abascal, se refirió directamente a las amenazas para señalar: «Rocío se ha tenido que enfrentar a la violencia, a la censura y a las encerronas». Con el himno de España y pequeños fuegos artificiales como telón de fondo, la plana mayor de la formación se despidió reconfortada al ver que habían llenado la plaza.
Se cierra así una campaña bronca, donde la polarización y el frentismo se han adueñado de los discursos de los candidatos y donde la máxima se ha centrado en «comunismo» o «fascismo» o «democracia». Enfrente una ciudadanía sorprendida cuyas reivindicaciones se centran en ‘¿Cuándo encontraré trabajo?’ o si algún día podrán independizarse de casa de sus padres. La realidad social no se centra en el comunismo o el fascismo.
El gran interrogante de cara a este martes es si los candidatos habrán conseguido, con esta campaña, movilizar a sus electores y también a los del bando contrario para que acudan a votar. Nunca se ha dado una participación por encima del 70% en estas elecciones y un gran porcentaje de abstención desvelaría la gran tragedia contenida en la calidad de los discursos y la confianza hacia nuestros políticos. La candidata del PP ya celebra el triunfo, mientras la izquierda sigue llamando a votar. El martes se decidirá el futuro de Madrid.