El poder económico apuesta por el diálogo de Sánchez frente al «ni quiero ni puedo» de Rajoy
Los empresarios españoles se muestran desencentados con la reprimenda europea, y con la parálisis del Gobierno ante el problema catalán
La mirada catalana de Pedro Sánchez le está haciendo ganar adeptos en organizaciones y foros de opinión económicos, que inicialmente desconfiaban del PSOE. En el mundo empresarial, Sánchez es percibido ahora como la única alternativa real ante el aislacionismo de Rajoy.
El líder socialista ha dado un paso importante al destacar a Meritxell Batet, número dos de la lista socialista, en la misión de reorganizar el diálogo con el núcleo independentista que pronto se verá sometido a la geometría variable del 20D. Profesora de la Pompeu Fabra, directora de la fundación autonomista Carles Pi i Sunyer y esposa de José María Lassalle, diputado del PP por Cantabria, Batet significa una subida del tono dialogante en un partido de rasa tradición jacobina.
«El PP puede seguir gobernando España de espaldas a Catalunya, pero el PSOE no puede gobernar España sin contar con Catalunya». Este axioma recogido de miembros de los órganos de gobierno de la Cámara de Comercio de Barcelona y de Fomento del Trabajo es compartido sin entusiasmo en la cúpula confederal de la CEOE, doctrinalmente inclinada hacia el lado conservador.
Los empresarios dejan la neutralidad
En el mundo de las organizaciones empresariales, el exceso de neutralidad política es actualmente una vía en extinción. Nadie se salva de la perplejidad. La queja permanente de los empresarios contra el espectáculo de la controversia política está desapareciendo. Además, la forma de hacer del presidente Juan Rosell ha roto con el tabú de la indiferencia verticalista de otro tiempo; en la CEOE de hoy, el antagonismo Catalunya-España no es eliminable, se contempla como una realidad.
Y la patronal no es la única organización modificada por la crisis territorial. En un foro de opinión como el Círculo de Empresarios de Madrid, bajo la batuta revisionista de su actual presidente, Javier Vega de Seoane, se acepta la política como la instancia en la que hacemos valer nuestras diferencias.
El Círculo no ha perdido la ocasión para criticar con dureza el desacato liquidacionista de Artur Mas, pero lo ha hecho respetando más que nunca la vindicación identitaria de los nacionalismos vasco y catalán. En este ámbito empresarial de tradición españolista se identifica el soberanismo catalán como una «melancolía de la recuperación» (en palabras de Santos Juliá) y, sin embargo, se acepta al mismo tiempo la inclinación identitaria en un futuro compartido.
Contra el taxativo «ni quiero ni puedo» de Rajoy
La línea argumental de los empresarios, a pesar de las apariencias, es más adaptable al intento negociador de Sánchez que al taxativo «no puedo ni quiero» de Rajoy. Comprender las corrientes de opinión en un contexto de renovación es un modo de actuar sobre la realidad, algo que el PP rechaza cuando trata de que el Derecho ocupe el lugar de la política, como ha demostrado con la reforma de las funciones del Tribunal Constitucional (diseñada para inhabilitar a Mas), con apresto de la Fiscalía en la imputaciones del TSJC contras tres miembros del Govern o por medio del cortamiento de plazos en la nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal.
La distinción actual entre derecha e izquierda, a la que contribuyen los nuevos actores políticos -Ciudadanos y Podemos- altera la comodidad del pensamiento convencional. Conductas como la del homo economicus o el empresario schumpeteriano confluyen hoy en un ciudadano reactivo que no dejará escapar la ocasión de manifestar su preferencia por el buen gobierno y por la rendición de cuentas, más allá de los clichés ideológicos.
Pedro Sánchez, como vía deliberativa
Ante la carga sentimental del desafío catalán, se nos presenta la elección de encerrar las emociones en la esfera privada o de ponerlas en jaque para alimentar el juego democrático. Los protagonistas de la economía, que tradicionalmente se ponen a cubierto, han apostado por lo segundo; y de ahí que los «grupos de interés», los foros de debate o las plataformas de análisis integradas por académicos de prestigio atraviesen auténticas fiebres de opinión.
El reflejo de estas corrientes en los medios de comunicación es una forma de domesticar la controversia; un momento social en el que, de nuevo Pedro Sánchez encaja mejor que Rajoy, aunque no sea por mérito del primero sino más bien por demérito del segundo.
Las mejoras económicas no son tales
Más allá de la crisis institucional, el segundo gran frente de la batalla bipartidista es el cuadro macroeconómico. El fin de la legislatura del crecimiento y el empleo se ha convertido de repente en un rosario de fracasos: la exigencia de nuevos ajustes presupuestario por 7.000 millones de euros para 2016, el subidón de la Deuda Pública (100% del PIB, frente al 35% prometido) y la bajada del IRPF mellan el pacto de estabilidad comprometido con Bruselas.
Estos factores han desencantado al mundo empresarial que ya venía anunciando un mal epílogo a través de sus institutos de análisis. Uno de ellos, seguramente el más novedoso, el Observatorio Económico, que han puesto en marcha de manera conjunta Círculo de Empresarios, Cercle d’Economia y el Círculo de Empresarios vasco, lleva semanas advirtiendo de que el déficit del Estado se aleja de su objetivo.
Contra el maquillaje del Gobierno del PP
Lo que realmente incomoda a los analistas es que el Gobierno haya querido maquillar el cuadro macroeconómico con un aumento artificial del PIB que el Ministerio de Economía sitúa en 50.000 millones, gracias a la entronización estadística de actividades como la prostitución y la droga.
Rajoy comanda un Gobierno pacato, capaz de retroceder décadas con la reforma del aborto, pero que no duda en considerar riqueza la ganancia siempre oscura del bajo vientre y viaje psicotrópico. Maquillar las cuentas del Estado es como obviar Gürtel, el caso Bárcenas o el 3% de Convergència, tres asuntos en los que la función cínica del dinero manifiesta su capacidad de implicar valores superiores en negocios sucios.
La verdad de Moscovici
Cuando un Gobierno miente, solo queda interrogarse: Cui prodest? ¿A quién beneficia? El Gobierno ha sabido tejer alianzas con el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, y con el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, pero ha tenido que enfrentarse a la denuncia de Pierre Moscovici, que finalmente tenía razón: España ha incumplido 2012, 2013, 2014 y 2015.
Los números de los tres Círculos así como de otros institutos como Fedea (el think tank del Ibex 35) o el Servicio de Estudios del BBVA destacan los incumplimientos del Gobierno y advierten de las desviaciones del presupuesto de la Seguridad Social cuyos ingresos han crecido por debajo del 1% en 2015. Rajoy y Guindos han colocado a España en el centro de los debates de la Comisión, entre socialdemócratas y democristianos tratando de verificar a los ojos del mundo que los segundos tenían razón. Craso error.
Explosión de la deuda
La contradicción entre las cuentas del Gobierno y las de los institutos de opinión y análisis del mundo empresarial está devastando la amistad entre el Gobierno del «milagro económico» y su privilegiado target sociológico. La reforma laboral y la deflación salarial son la causa de la caída de los ingresos y de la explosión de la Deuda. España crece por encima de los tres dígitos, pero la «locomotora de Europa» (como repite Sáenz de Santamaría cada viernes después del consejo de ministros) se baja del pedestal a golpe de realidad: caída de los ingresos, clima de deflación y fin de la política de estímulos monetarios del BCE.
Las cuentas de Guindos no coinciden con los esquemas que manejan los Alierta, Botín, Fainé, González, Brufau o Villar Mir, entre otros, impulsores todos ellos de la Comisión Empresarial para la Competitividad, de la Cámara de Comercio de España, del Instituto de la Empresa Familiar, de la CEOE y todo lo demás. Nadie gobierna sin exclusiones, pero cuando la exclusión se generaliza, el problema se hace insalvable.
Sin plan ni deseos de resolver el tema catalán
La pérdida de credibilidad económica y la dejación del desafío catalán en manos de la Justicia han desencantado a la clase dirigente. El arqueo del Estado no cuadra, pero lo peor es que, cada vez que el Ejecutivo aprieta las tuercas a la remensa catalana se verifica el llamado «paradigma Forcadell» («los apretones de Madrid engrosan las filas independentistas», dice la expresidenta de la ANC).
A pesar del tira y afloja desvergonzado de la precampaña, se está cumpliendo una tendencia casi invisible: a medida que dejamos atrás las elecciones catalanas del 27S y nos acercamos al 20D, España tiende a relajarse. En el país real que late debajo de la escena política, la secesión y la uniformidad a toda costa pierden gas, como lo demuestran la caída de votos de Mas, en el cráter del separatismo, y el frenazo demoscópico de Rajoy.
Por ahí se cuela la templanza de Sánchez; su mirada catalana se extiende por el litoral desde Port Bou hasta Algeciras. Rajoy conquistará Madrid, Galicia con la «pólvora del Rey», pero de momento ha perdido el corredor mediterráneo, un granero de votos que puede dar la vuelta a la tortilla.