El orgullo de Madrid vs. una Barcelona baja de autoestima
El debate de Economía Digital de Madrid mostró a cinco candidatos orgullosos de su ciudad con propuestas para mejorarla, mientras que en el de Barcelona todo era un desastre por culpa o de Colau o del independentismo
Economía Digital ha culminado los tres debates electorales de cara al 28M que se propuso: el de Barcelona, de la Comunidad Valenciana y de Madrid. Es un hito para un medio que nació hace 15 años en la capital catalana para explicar de la mejor manera posible el rumbo empresarial en la comunidad y también en el resto de España, con toda la voluntad de dar noticias, pero poca o ninguna de crear debate político. Pero lo hemos hecho, y lo hemos hecho bien.
Servidor, que lleva en Economía Digital más de la mitad de esos 15 años, ha vivido los debates con pasión. Pasaré a hablar en primera persona –lo poco ya que me queda por hablar de mí– porque hablar de uno en tercera persona siempre me ha parecido de lo más ridículo. Decía que los he vivido con pasión. El de Barcelona, porque lo preparé y moderé; el de la Comunidad Valenciana, por militancia y porque siempre se aprende del compañero Julián Larraz, y el de Madrid, por ver de qué se habla allí y de qué aquí. Y hay muchas diferencias, más de las que esperaba cuando me puse el streaming con las gafas BCN vs. MAD o al revés –y que me perdone Julián, pero me olvidaré de la Comunidad Valenciana.
Madrid y Barcelona son dos grandes urbes, primera y segunda ciudad del mismo Estado y en regiones con poderío económico, por lo que la lógica nos diría que sus problemas deben ser parecidos. Pues de los debates de ED se deduce que no, que son distintos. Creo que hay una parte de realidad, pues obviamente hay diferencias, pero también otra de posicionamentos políticos y aritmética electoral que más adelante comentaré.
En el debate de este miércoles se habló de Madrid como una “ciudad para disfrutar”. Lo hizo Engracia Hidalgo, edil del PP, para defender la gestión de Almeida de los últimos años, tomando prestado, además, uno de los grandes activos de Ayuso: la apuesta por una ciudad y una Comunidad para salir, para tomar algo, para vivir la vida, vamos. ¡Y sin encontrarte a tu ex! Recordemos lo popular que se convirtió la presidenta madrileña en pandemia al ser la primera en abrir las terrazas de los bares, erigiéndose como la verdadera líder de la oposición mientras Casado cazaba moscas, en una punky contra el establishment encarnado en un Pedro Sánchez prudente con las medidas anticovid.
Si Madrid es una ciudad para disfrutar, ¿Barcelona para qué es? En el debate de la capital catalana nadie dijo nadie semejante, y por lo que sí se habló, se diría que lo contrario a disfrutar: sufrir. Como habitante de la ciudad durante cuatro décadas, no tengo esa percepción, pero veamos lo que se dijo en el debate. Para ir en coche, seguro que no. Ni para usar los trenes de Rodalies. Para encontrar una vivienda asequible, tampoco. ¿Quizá para okupar un local o una vivienda? Si hacemos caso a los candidatos de Valents, PP, Ciudadanos e incluso de Trias per Barcelona, sí. Para sufrir el turismo, también. Para montar una empresa… chipi chipi, como dirían mis hijos, que no llegan al lustro de vida. Y una respuesta llegada del PSOE madrileño: para comprar en los mercados municipales. Vaya, pues casi lo único bueno de vivir en Barcelona que se dijo en los debates salió del de Madrid.
Si Madrid es «una ciudad para disfrutar», ¿Barcelona para qué es? Escuchando a los candidatos en el debate, se diría que para sufrir
He ahí la gran diferencia: en Madrid, todos los candidatos destilan orgullo de ciudad. Todo el tiempo. Se enfrentaron por medidas, pero la mayoría de choques fueron sobre a quién se atribuía la maternidad (o paternidad) de la mejora de la ciudad en uno u otro terreno. Eso hizo, quizá, que se minimizaran temas problemáticos, como el acceso a la vivienda. Es un hecho objetivo que es tan o más difícil en Madrid que en Barcelona, pero es un debate mucho más presente en la capital catalana, y así se vio en los foros de ED. Tampoco se habló en profundidad de turismo, cuando también vive un boom, aunque probablemente menos concentrado, mientras en Barcelona fue un arma arrojadiza constante. Ni de movilidad. La única crítica importante fue por precariedad y falta de ayudas, pero se terminó culpando al Gobierno de Pedro Sánchez –no de forma unánime, obviamente.
En el de la ciudad del Manzanares –perdonen, no sé ya qué poner para no repetir tanto Madrid… vaya, lo he vuelto a hacer– se habló de impuestos, pero nadie quiere subirlos, era una cuestión de matices y para mejorar la vida de sus habitantes. Se habló de empresas e inversiones, pero con propuestas constructivas, no con el catastrofismo con el que se suele hablar del tema en la ciudad mediterránea. Se habló de paro, aunque a un nivel casi técnico, comentando si había bajado una décima más o menos que la media nacional. Pero hubo unanimidad hablando de Madrid como la locomotora de España y en apuestas como Ifema o mantener impuestos bajos.
En Barcelona el debate fue más destructivo. En el fondo y en la forma. Un todos contra todos, pero, sobre todo, todos contra Ada Colau. Unos decían que la economía iba bien (Barcelona en Comú), otros que también, pero se podía mejorar (ERC), el PSC que no iba del todo bien por el independentismo, Trias per Barcelona que mal por culpa de Colau y el trío de la derecha constitucionalista (PP, Cs y Valents) que muy mal por las dos cosas, Colau y los indepes. La vivienda, los okupas, la delincuencia, el turismo… casi cada tema era terreno para una batalla campal, señalando al otro y mostrando pocas o ninguna cosa positiva de la ciudad. Solo al inicio y en el minuto final, y no todos los políticos, mostraron orgullo de Barcelona.
¿Puede deducirse que los políticos madrileños tienen mejor concepción de su ciudad que los barceloneses? ¿O es que es tan obvio que la capital española va mejor que la catalana que es inevitable? Lo primero parece ser que sí; a los segundo no voy a responder porque no llevo puestas las botas de meterme en jardines. Lo que creo irrefutable es que se ha instalado la sensación de que el gobierno de Ada Colau ha echado a las empresas y la actividad económica, con la ayuda del independentismo tras el 1-O, mientras que no ha sido capaz de revertir problemas como el turismo y la vivienda. Y probablemente no todo sea tan malo. Si Madrid tiene orgullo de ciudad, Barcelona tiene que ir a terapia por falta de autoestima.
Pero hay otro factor, como decía hace ya unos cuantos párrafos, que es de posicionamiento político en cada uno de los debates y la aritmética de cara al 28M. Ambos debates se plantearon de la misma forma y se invitó a todos los grupos presentes en los respectivos ayuntamientos. En el de Barcelona son siete: ERC, BComú, PSC, Trias per Barcelona (TpB), Cs, PP y Valents. En el de Madrid, cinco: PP, PSOE, Más Madrid, Cs y Vox. El de la ciudad olímpica está mucho más polarizado; en la capital, no había una opción tan a la izquierda como BComú –no estaba Unidas Podemos–, y los más escorados, en este caso a la derecha, Vox, tampoco tenían tanta munición contra un alcalde de derechas. En Barcelona, casi todos los candidatos aseguran que no harán alcaldesa a Colau, que son incompatibles, hay odio político contra ella y su partido e incluso cuatro de los partidos (TpB, Cs, PP y Valents) tenían munición contra ella en todos los temas.
La aritmética y las encuestas demandaban también un debate más sosegado en Madrid. De los cinco partidos, tres tienen aspiraciones de tomar la alcaldía (PP, Más Madrid y PSOE) y otro de influir decisivamente (Vox), mientras Cs deambula por el corredor de la muerte. Los partidos de izquierda hacen el cálculo de que quedando segundo –por tanto, el que quede primero de ellos porque la victoria en las urnas será para Almeida–, si suman, tendrán la alcaldía. No podemos olvidar que los dos últimos alcaldes no ganaron las elecciones. Eso provoca que articulen un discurso más centrado para llegar al máximo número de electores y maximizar sus opciones de ganar, a la vez que se muestran cautos en las críticas porque saben que la percepción de los madrileños respecto a la gestión de los últimos cuatro años es positiva. En Barcelona, se trata de explotar el descontento con Colau, que a la vez tiene una gran legión de seguidores y varias encuestas le dan la victoria, y el terreno es tan incierto que todos tratan de ganar (BComú, TpB, PSC y ERC) para tener más opciones de tomar la alcaldía, mientras el resto trata de aglutinar el máximo de voto antiColau para sobrevivir.