El laberinto post 14F: los deseos y vetos que condicionan a Pere Aragonès
La primera jornada postelectoral se salda con cuatro vetos: de ERC al PSC, de los 'comuns' a JxCat y la CUP, y de JxCat a los 'comuns'
La foto de los líderes políticos a los que los catalanes han encomendado la misión de formar un nuevo Parlament es como retratar el aula de un instituto. De un lado están los dos adolescentes «rebeldes» que se odian entre sí pero que comparten su irrespeto al profesorado. De otro lado está el estudiante «aplicado» que los demás dicen que es el favorito de los profesores. Y tanto los «rebeldes» como el «aplicado» tienen amigos menos populares que les hacen segundas.
Los «rebeldes» son Esquerra Republicana y Junts per Catalunya. Hace más de un año ya constataron sus diferencias irreconciliables, cuando Quim Torra dio por agotada la legislatura porque ERC, que controlaba el Parlament, le retiró el escaño de diputado siguiendo órdenes judiciales. El «aplicado» es el PSC, que ganó estas elecciones pero lo tiene difícil para presidir la Generalitat. Sus respectivos amigos son, del lado independentista, la CUP, y del socialista, En Comú-Podem.
Y estos cinco actores —ERC, JxCat, PSC, CUP y comuns— empezaron a escribir un nuevo capítulo de su particular novela desde la noche del 14-F, en la que se confirmó que Pere Aragonès tenía la llave de la Generalitat pese a la victoria de Salvador Illa. Pero el republicano tiene ante sí un verdadero laberinto para conciliar sus deseos de presidir el Govern, seguir liderando el «diálogo» desde el independentismo (en contraposición a JxCat) y a la vez mantener su veto al PSC.
A Aragonès le sobran pretendientes, pero la fórmula del «Govern amplio» que defende —a la que invita a JxCat, CUP y comuns— no es a prueba de balas. En sus primeras horas, la propuesta exhibió ya sus vulnerabilidades. Por un lado, En Comú-Podem le pidió que rectificase su veto a Illa y avisó que no pactará nada con Junts. Los de Carles Puigdemont, por otra parte, han dado su «sí» a investirle, entendiendo que hay una mayoría independentista que no requiere de los comuns.
Y así como el candidato de ERC ya ha activado la ronda de contactos para una eventual investidura, también ha hecho lo propio Illa, sin concretar ninguno cuáles serían sus apoyos. Paralelamente, Jéssica Albiach ha asumido el papel de mediadora entre ERC y PSC para intentar salvar un tripartito que los de Oriol Junqueras han rechazado públicamente desde hace meses. La líder de los comuns, de hecho, anunció contactos con Aragonès e Illa, ninguneando así a la CUP.
Múltiples vetos cruzados
Unas 24 horas después de conocerse los resultados de las elecciones catalanas, la situación está tan o más abierta como vaticinaban las encuestas. El PSC ganó los comicios pero todos los independentistas han hecho un cordón sanitario a su alrededor. Eso incluye a ERC, socio de los socialistas en Madrid en el ámbito de la política nacional, pero rival a muerte de Illa y Miquel Iceta en Cataluña. Lo bueno (y malo) para ERC es que no tiene solo una opción.
Tantos escaños suman ERC, PSC y los comuns como ERC, JxCat y la CUP. Son 84 en ambos casos; es decir, una mayoría sólida en un Parlament de 135 diputados. La solución más sencilla al ‘problema Illa’ de ERC sería simplemente pactar con el independentismo, como ya ha hecho antes, con la diferencia de que ahora lideraría el Govern. Pero el trato con Junts ya es irreconciliable de muchas formas y Puigdemont rechaza diametralmente la apuesta de ERC por el diálogo.
Todo esto pone a ERC, irónicamente, en una posición sobremanera incómoda. Y allí es donde entra en juego su insistencia por un Govern que también sea pactado con Albiach. La candidata de En Comú-Podem ha afirmado que Aragonès «sabe» que su partido jamás firmará al lado de JxCat. Esto le vuelve a dejar a merced del independentismo «puro» de Junts y del radicalismo de la CUP, que volvería a ser decisiva en una investidura pero cuyas condiciones son aún desconocidas.
Se cuentan, entonces, al menos cuatro vetos cruzados: el de los independentistas al PSC, el de los comuns a JxCat, el de JxCat a los comuns (vía señalar que es innecesario contar con Albiach), y el de los comuns a la CUP (por ser los anticapitalistas contrarios al diálogo, según Albiach). Y en medio de todo ellos el único que puede tener una respuesta es Aragonès, situado en un dilema entre la confrontación de Puigdemont y su imagen de izquierda republicana que empata con Podemos.
La «discreción» ha sido una palabra muy repetida por varios de los protagonistas de esta historia este lunes. De esa forma han anunciado que llevarán las negociaciones tanto los independentistas como los comuns, que han explicado que no quieren tener una interlocución a través de la prensa sino en privado. En todo caso, todos parecen tener prisa y han afirmado que quieren conformar un nuevo Parlament cuanto antes. La fecha límite es el 12 de marzo.
Tensiones entre Podemos y PSOE por los presos
Aunque Albiach e Illa están intentando escenificar un tándem que aleje a ERC del veto del independentismo al PSC para formar un nuevo tripartito (algo que expresamente piden los comuns desde la campaña), las tensiones entre los socios del Gobierno de Pedro Sánchez son ya inevitables. El procés es algo que por lo general les separa (para muestra la polémica reciente por las palabras de Pablo Iglesias sobre Puigdemont), y que en esta negociación saca a relucir sus contradicciones.
La solicitud de la Fiscalía de retirar el tercer grado a Junqueras y los demás presos del procés que salieron de la cárcel para participar en la campaña electoral fue evidentemente asumida con enfado por el independentismo pero también por Albiach. «Es una noticia muy negativa que no deja de evidenciar el problema que tiene judicializar la política», dijo la candidata de los comuns este lunes, animando al PSOE a agilizar el trámite de los indultos a los condenados del 1-O.
La noticia de la Fiscalía llegó cuando Albiach ya se había decidido a destacar las partes más nacionalistas del programa electoral de los comuns para convencer a ERC de aceptar un tripartito. Sus condiciones para afrontar esa negociación parecían más dirigidas al PSC que a Aragonès: la libertad de los presos, mayor financiación y autogobierno para Cataluña y llevar a referéndum los pactos alcanzados en la mesa de diálogo, un órgano que JxCat ridiculiza y que ERC aún defiende.