El juego de Ponsatí sobre la independencia
Clara Ponsatí, exconsejera, economista experta en teoría de juegos, defendía la independencia en 2012 porque el Estado la aceptaría de buen grado
La independencia sin costes, porque el estado español no hará nada. La aceptará. Ese era el pronóstico de Clara Ponsatí en 2012. Economista, experta en teoría de juegos, fue directora de la Escuela de Economía y finanzas en la Universidad de Saint Andrews, Escocia. Ha sido profesora visitante de la cátedra Príncipe de Asturias en la Universidad de Georgetown, pero no se le renovó la beca, y montó un escándalo, al entender que había sido vetada (2013), por su defensa del derecho a decidir. Ahora se encuenta en Bruselas y admite que el Govern no tenía nada preparado para sostener la proclamación de la república catalana, porque resulta que el Estado sí opuso resistencia a la independencia de Cataluña.
Ponsatí, experta en teoría de juegos, como su amigo el exconsejero de Economía y uno de los economistas más reputados internacionalmente Andreu Mas-Colell, abordó en un artículo en La Vanguardia, los costes y beneficios de la independencia de Cataluña. Todo muy racional. La teoría de juegos aplica las matemáticas a la economía, y establece diferentes escenarios en función de la decisión racional del decisor. Su idea, plasmada en Beneficios, costes y teoría de juegos, acaba en dos estrategias, una para cada jugador, el estado, y Cataluña.
“Estamos ante un juego de estrategia con dos jugadores, el votante medio catalán y el votante medio español, ambos con dos estrategias. El votante catalán debe elegir entre independencia y unión, y el votante español debe elegir entre aceptación y veto. Los cuatro resultados posibles son, por tanto, independencia con veto, independencia con aceptación, unión con veto, y unión con aceptación”.
Ponsatí entiende, con la teoría de juegos, que para el español medio lo menos gravoso era la aceptación de la independencia
Desde la racionalidad fría todo eso parece coherente. Como dos jugadores ante un tablero de ajedrez, Ponsatí insiste en su teoría: “En un juego de estrategia, la actuación racional de los jugadores da como resultado un equilibrio de Nash. Esto es, un par de estrategias, una para cada jugador, que son mutuamente mejor respuesta: cuando cada jugador evalúa retrospectivamente su decisión, debe confirmar que, a la vista de la decisión del oponente, ha elegido la mejor estrategia posible”.
Ponsatí considera que un coste excesivamente alto sería que Cataluña, con la independencia, se quedara fuera de la Unión Europea. Pero señala también que el coste para España, que no podría asumir, es el veto, la amenaza.
Todo ello, con las combinaciones posibles, ofrece dos equilibrios de Nash (el matemático que introdujo la teoría de juegos en la economía): “Uno es la unión con veto y el otro, la independencia con aceptación. ¿Por qué? Primero, si la estrategia elegida por España fuera veto la respuesta catalana debería ser unión puesto que los costes de la independencia serían mayores que sus beneficios. Y si el votante medio catalán vota unión, entonces la estrategia veto no resulta costosa –puesto que no es necesario ejecutarla– y es por tanto una buena decisión. Segundo, si la estrategia elegida por España fuera aceptación, el votante catalán debería elegir independencia, pues ello le reportaría la eliminación del déficit fiscal, sin incurrir en el coste de la exclusión (de la UE). Ante la independencia, la estrategia menos gravosa para el interés del votante medio español es la aceptación”.
Ponsati consideraba en 2012 que la independencia se lograría con la aceptación de España, que no habría veto
Y llega la parte más importante. Miembros del Govern, ella misma, han asegurado ahora que no se tenía nada preparado tras la proclamación de la república, y que no se podía prever la “violencia” del Estado para impedirla. Y que ante eso, se decidió no ponerla en práctica, tras la declaración del pasado 27 de octubre. Ponsatí señalaba entonces que esa posibilidad no se daría. “Cuando las decisiones estratégicas son sucesivas, el análisis debe tenerlo en cuenta. La receta es simple: el jugador que juega primero debe predecir cuál va a ser la reacción del que actúa último y elegir su estrategia consecuentemente. El votante catalán debe, pues, predecir el comportamiento de España como reacción a su decisión. Para predecirla, basta con ponerse en su lugar. Ante la decisión de aceptar o vetar, aceptar es mejor que vetar, pues esto ahorraría costes a España. Anticipando la aceptación, el votante catalán debería optar por la independencia. Amenazar con el veto no es creíble, es una amenaza vacua, puesto que ejercerla perjudicaría el interés del ciudadano español”.
Ese el pronóstico de una economista armada con las herramientas de la teoría de juegos, ajena a los vaivenes políticos, y al comportamiento de un Gobierno que quiere defender el estado de derecho. Su propuesta final es clara, en 2012, de cara siempre, en todo su artículo, a los costes y beneficios de votar, en las sucesivas elecciones, a favor o no de la independencia: “El pronóstico es contundente: Solamente la indepedencia con aceptación. El discurso que transmite el Gobierno de España tendrá que cambiar. Anunciar una estrategia basada en amenazas miopes que no se podrán ejecutar es poco inteligente. La lección también se debe aplicar a Cataluña, pues dar credibilidad a amenazas vacuas sería irresponsable”.
Es decir, no había ningún problema en apostar por la independencia. Todo comportaría beneficios.
Cinco años más tarde…. “El Govern no estaba preparado ante la reacción del Estado”.