El calendario de Quim Torra: elecciones en otoño
El president apura los plazos para recurrir su inhabilitación al Supremo y confía en que el alto tribunal tardará varios meses en resolver su caso
Muy pocos políticos saben cómo van a morir. Que se lo digan, si no, Mariano Rajoy, a quien el PNV apuñaló en una moción de censura apenas una semana después de pactar con él los presupuestos generales del estado; o Artur Mas, a quien la CUP envió inopinadamente a «la papelera de la historia».
Quim Torra, en cambio, sí que sabe cómo se convertirá en un cadáver político. Y tiene incluso claro cómo quiere que sea su funeral. Quiere que el Parlament de Cataluña lo sepulte tras recibir una instrucción de inhabilitación de parte del Tribunal Supremo y quiere que ERC sea uno de sus verdugos (sin capucha) en el hemiciclo.
El único interrogante es cuándo se procederá al sepelio y cuántos llevarán flores al día en que Torra entre con honores en el martirologio del nacionalismo catalán. «Será en otoño», dicen fuentes de Junts per Catalunya, que dan por descontado que el president quiere alargar unos meses su presidencia.
El panorama judicial de Torra y los plazos
No es casual, siguiendo este deseo, que el presidente de la Generalitat no haya presentado todavía recurso ante el Tribunal Supremo por la condena de inhabilitación que le ha impuesto el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). Tiene de plazo hasta la primera semana de febrero y piensa agotarlo.
Sólo en ese momento se activará el Supremo para examinar la inhabilitación de un año y medio para cargo público dictaminada por el TSJC tras constatar la desobediencia de Torra. Un caso sencillo aquél: ¿Cumplió la orden, señor Torra, de retirar de la Junta Electoral Central de retirar la pancarta «libertad presos políticos y exiliados» y el lazo amarillo?. «No, no la cumplí. Digámoslo de otra manera: sí, la desobedecí. Pero es que era imposible cumplir una orden ilegal», se inmoló.
El caso de desobediencia es tan palmario que nadie duda de que el Supremo avalará la inhabilitación del TSJC. En cambio, el tiempo que tomará el alto tribunal para hacerlo merece más controversia. Fuentes jurídicas aseguran que es «prácticamente imposible que se resuelva antes de tres meses» y recuerdan que la media de resolución en la sala de lo Contencioso del Supremo es de diez meses.
Pero los diez meses resultan inimaginables debido a la simplicidad del caso de Torra y a su relevancia pública. Hay quien sospecha que la defensa de Torra, dirigida por el abogado Gonzalo Boye, querrá alargar el proceso con cuestiones prejudiciales. Pero ni así consiguen imaginar una larga espera.
Las pistas de Puigdemont
En todo caso, cualquier estrategia de Torra debe contrastarse con la agenda de Carles Puigdemont, la verdadera guía de Junts per Catalunya. Primera fecha en rojo: el líder huido se desplazará a Perpiñán a finales de febrero para darse un baño de multitudes en lo que los nacionalistas catalanas llaman «la Catalunya Nord». «Va a ser su primer acto de precampaña», observan sus adversarios. Segunda fecha: el libro de Puigdemont y su lanzamiento en Sant Jordi (23 de abril). «Estará lleno de munición para la campaña», apuntan en el sector.
Será una campaña especial para Torra, que aspira a un largo velatorio. La portavoz de la Generalitat, Meritxell Budó —del entorno de Puigdemont— deslizó incluso la posibilidad de un agónico final, recordando que el presidente del Parlament tendrá diez días para proponer a un primer candidato en caso de que se ejecute la inhabilitación de Torra y luego dos meses más para convocar un pleno de investidura antes de que se proceda a la convocatoria automática de elecciones.
Dos meses y diez días extra para alargar la legislatura y para comprobar hasta dónde puede llegar la batalla fratricida entre Junts per Catalunya y ERC, decidida a jugar a fondo un papel en la mesa de diálogo con Sánchez y a explotar la aprobación de presupuestos en Cataluña (prácticamente segura).
Los floristas tendrán que esperar para hacer negocio con Torra. No es tiempo, todavía, para crisantemos, rosas, claveles y gladiolos, siempre dominantes en los velorios.