El ascenso del Príncipe Felipe trastoca los planes soberanistas
El encaje de Catalunya en España se podría dibujar de nuevo bajo la Corona
El Rey Juan Carlos no abdica. Por ahora. Será sometido a una nueva operación de cadera, pero mantendrá todas sus competencias como Jefe del Estado español. En un momento de gran incertidumbre en toda España, por la erosión de muchas instituciones, en una coyuntura de grave crisis económica, un cambio en la jefatura del Estado supondría nuevos retos, pero también la posibilidad de comenzar de nuevo.
Esa posible nueva transición era lo que pedía el primer secretario del PSC, Pere Navarro, cuando reclamó la abdicación del Rey. Fue inoportuno, según la propia dirección del PSOE, que lo vio como un acto de irresponsabilidad de Navarro, pero lo que proponía inquieta ahora a los colectivos independentistas.
En las redes sociales, cuadros nacionalistas abordaron la posible abdicación del Rey, al conocer que sería de nuevo operado, como un posible aborto de los planes para preparar la independencia de Catalunya. Si el Rey abdica en el Príncipe Felipe, nadie estará dispuesto a negarle una oportunidad para replantar el Estado, con una reestructuración del Estado autonómico. En ese caso, la propia sociedad catalana estaría dispuesta a renovar el contrato con España, si se ofreciera un cambio en profundidad.
Limpiar la mesa
Diversos expertos consultados, sin embargo, mantienen que el reto para el Príncipe Felipe sería mayúsculo, y que, en realidad, no le correpondería asumirlo. Es decir, antes de que pueda acceder a la jefatura del Estado, el Rey Juan Carlos debería solventar algunas cuestiones, “limpiar, para dejar la mesa en condiciones al nuevo Rey”.
Por ahora se trata de reflexiones que sólo apuntan un futuro a medio plazo. Pero la situación física del Rey Juan Carlos podría precipitar todos los planes. También para el nacionalismo catalán.
Septiembre de 2013, en todo caso: el Rey, entre ocho semanas y seis meses para poder recuperarse; posible diálogo, incipiente, entre el Gobierno español y el catalán; inminente crecimiento económico, pero del todo insuficiente para crear empleo; casos de corrupción sin resolver, instituciones como el Tribunal Constitucional, muy cuestionadas…. Esa es la realidad.